domingo, 31 de julio de 2011

Pinochet, Lavín y la Revolución Silenciosa.

Marzo-2010
Escribí este artículo en Marzo del 2010 cuando Joaquín Lavín era nombrado Ministro de Educación.

La historia cambia y las personas también. La vida, de hecho, es un constante cambio y una permanente transformación. Todo cambia, todos cambiamos. Sobre ese supuesto hago la siguiente pregunta  ¿Lavín –el actual Minsitro de Educación-, cambio su visión neoliberal que tenía hacia finales del régimen militar cuando en 1987 escribió la Revolución Silenciosa?

A mi entender, el Lavín de fines de los ochenta (es decir, el Lavín pinochetista) es distinto que el de hoy (el Lavín tecno-populista). En estos últimos 20 años, Lavín ha vivido muchas cosas en su vida política como para no haber tenido algunas transformaciones. No tengo duda de que no puede ser el mismo; candidato al parlamento derrotado dos veces (a diputado y senador), alcalde electo dos veces (Las Condes, Santiago), dos candidaturas presidenciales derrotadas y hoy Ministro de Educación. Y decía, que no era político. No puede ser el mismo. ¿Qué creen ustedes?

Políticamente es otro. Económicamente es el mismo. Sólo, que legitima más que antes la acción del Estado. A mi entender, sigue siendo neoliberal igual que antes. Entonces, ¿cómo se expresa esa visión del mundo y de la economía en la educación pública?

Yo creo, que al gobierno ni al Ministro le interesa que la educación pública sea de buena calidad a nivel masivo; ni menos gratis. De hecho, una de las consecuencias de esta situación es el programa de “colegios públicos de excelencia” que plantea el Programa de Piñera y que tiene como objetivo no sólo elitizar a un sector de alumnos del sector público, sino también reproducir la municipalización y el actual modelo educativo chileno. A mi entender,  la privatización va seguir en lo esencial; tal cual hoy. De hecho, podría profundizarse la privatización en la medida en que siga la educación municipal siga desprestigiándose y debilitándose.

Sin duda, es una problemática ideológica en la cual el mercado juega un rol fundamental en las grandes decisiones de individuos racionales. La educación, en ese marco es un negocio que se rige por el mercado; es decir, por el capital.

¿Qué pensaba Lavín hacia finales de los ’80 cuando escribió ese best seller?

El análisis de “La revolución silenciosa” comienza con la idea-concepto de revolución. No se trata de analizar y teorizar en torno a la revolución o a las revoluciones, sino poner atención en el uso que hace del concepto. La idea central del texto es mostrar empíricamente los cambios que han ocurrido en Chile durante el régimen militar, en el plano económico, político y cultural. Lo interesante, es observar que dichos cambios y transformaciones han sido de tal magnitud que pueden y deben describirse sin complejos como de revolucionarias. Primera paradoja, la revolución no la hizo la Unidad Popular; si no, Pinochet y sus apoyos civiles –entre ellos, Lavín-.

La idea de que fue una transformación silenciosa es otra curiosidad semántica que no quiero dejar pasar. Del texto, se infiere que Lavín habla de “silenciosa” en el sentido de que esos cambios ocurrían independientemente de la gente y de la posibilidad de hacerlos consciente por el sentido común. Todo un país en silencio que observa con disimulo y miedo como su escenario diario de acción se transforma de modo revolucionario. Una especie de parto con mucha sangre.

Lavín comienza con la constatación de que “durante la última década Chile ha experimentado cambios profundos, transformaciones que están modificando la forma en que la nuevas generaciones … viven, piensan, estudian, trabajan y descansan. La manera en que se visten, los alimentos que adquieren, la forma en que distribuyen su tiempo libre … Todo está cambiando … Estas transformaciones son consecuencia de tres factores principales : a) el dramático cambio experimentado por la economía mundial … debido a un sorprendente desarrollo tecnológico; b) una política deliberada de integración con el mundo, iniciada en 1975… que amplio el horizonte de los chilenos al otorgarles acceso a información, tecnología y bienes de consumo que hasta entonces sólo conocían por sus escasos viajes al exterior; y c) un ambiente que ha favorecido la iniciativa individual … y la capacidad empresarial”.

Ninguna novedad. Son variados los trabajos que dan cuenta de los cambios ocurridos bajo el pinochetismo; sobre todo, aquéllos que tienen que ver con el campo económico en la perspectiva liberalizadora y neoliberal.

Los cambios se observan en las más diversas situaciones de la vida nacional. Desde principio a fin el libro muestra ejemplos y situaciones concretas de cómo el país y los chilenos han cambiado entre los setenta y finales de los ochenta. Todos esos cambios se observan en diez tendencias.

La integración con el mundo se refiere al aumento del intercambio comercial y los efectos sobre el consumo interno expresado en más autos y más televisores o en que podamos “ver Pelotón… casi simultáneamente con la audiencia norteamericana”. Del mismo modo, mientras antes las modas llegan con cierta demora -caso minifaldas- la “revolución en el vestir”  contribuye para que las modas lleguen rápidamente.

Hecho en Chile dice relación al aumento de la capacidad exportadora de la empresa chilena expresada en el aumento de la cantidad de productos vendidos al exterior.

Como tercera tendencia surgen los “nuevos polos de desarrollo”, es decir, la creación de centros productivos especializados como la uva, la madera, los kiwis o los salmones.

“El chileno informado” es otro rasgo de esta nueva sociedad. De hecho, los individuos del nuevo orden tienen acceso a mayor cantidad y variedad de información que durante la época anterior; sobre todo a nivel económico. Lavín escribe que “la existencia de chilenos mejor informados… y con más conocimientos de la realidad económica, constituye parte importante de esta revolución silenciosa”.

La racionalización e internacionalización de la actividad empresarial y el acercamiento del gobierno –aparato público- a la gente son otras dos tendencias de las transformaciones pinochetistas. Como séptima característica se encuentra la “clientización de la economía”; es decir, la puesta en marcha de estrategias orientadas al cliente en un contexto de mercados altamente segmentados y competitivos. Se trata, en definitiva, de poner en práctica acciones orientadas a satisfacer al cliente en todos aquéllos aspectos que faciliten y conviertan en algo agradable –placentero- el proceso de la compra.
Los nuevos negocios del sector privado –salud, pensiones, educación- y la profesionalización del combate contra la pobreza son otras dos tendencias del nuevo Chile.

En último lugar, encontramos el hecho de que en esta nueva realidad las opciones de los individuos son mayores que antaño. En efecto, ahora no sólo hay más marcas de autos, más programas de televisión, más opciones educacionales o de atención médica, sino también más productos y ofertas de todo tipo. Somos, en definitiva, una sociedad de “opciones múltiples”.

El libro está lleno de ejemplos que ilustran la gran transformación ocurrida en cada una de las tendencias mencionadas. En lo que sigue voy a poner atención sólo en aquéllos aspectos de la “revolución silenciosa” que se vinculan de modo directo con la sociedad de consumo a la chilena que emerge durante el régimen militar y se consolida con los gobiernos de la concertación democrática.

La sociedad que emerge con la “revolución silenciosa” es, sin duda, la sociedad de consumo y moderna que caracteriza el estilo de vida de los países centrales del capitalismo de punta –Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, etc.-. Eso es, justamente, lo que ha ocurrido en Chile. Pero, no olvidemos que en esas sociedades la educación pública es gratis y alta calidad a nivel básico, medio y universitario.

En la sociedad que “Lavín quiere para Chile” aparece el consumidor en toda su magnificencia. En todo su esplendor. En efecto, la transformación de Chile ve nacer a un actor de gran relevancia; el consumidor. Ya no se trata de individuos que consumen lo mínimo e incluso un poco más –en el marco de una economía cerrada-, sino de sujetos históricos que constituyen un poder de compra y decisión que puede terminar finalmente estrangulando una economía por el sólo hecho de negarse a consumir y comprar. La demanda-oferta educacional es parte de este circuito.

En esa dirección escribe que “en pocos años, la necesidad de atraer clientes… ha cambiado la forma en que los chilenos compran… A través de los servicios… la revolución silenciosa se ha masificado… con la opción de elegir entre miles de productos distintos … las compras en el supermercado se han transformado, para la familia, en un verdadero paseo … Es probable que a la entrada del establecimiento una banda de músicos entretenga a los niños, los que jugarán también en aparatos eléctricos o tendrán la posibilidad de darle la mano al ratón Mickey, al Pato Donald o a otros personajes … el padre podrá probar los licores, papas fritas o numerosos otros productos”.

Se observa, por tanto, que las empresas en un mercado altamente competitivo deben realizar todos los esfuerzos con el fin de que cada cliente y consumir realicé su proceso de compra de la manera más agradable posible. En efecto, lo sustancial del asunto es que hay que vender. Cada empresa, por tanto, pone en marcha dispositivos que buscan que tal o cual consumidor compré; lo que Lavín llama la “clientización de la economía”. Las Universidades y los colegios son parte de esa lógica.

En ese escenario, los alumnos y sus familias son clientes que demandan servicios educacionales; en definitiva, títulos y esperanzas de un futuro mejor.

¿Ese es el Chile que Lavín sueña/quiere? Por lo menos hace veinte años. Ha cambiado. Y si no, ¿qué pasará con la educación pública?  Que cada uno juzgue.

Los estudiantes lo hicieron en el 2001, en el 2006 y ahora en el 2011. Lavín ya no es Ministro de Educación. En lo sustancial todo sigue igual.