lunes, 15 de agosto de 2011

Sociedad, Educación y Lucro

Agosto-2011
La realidad de la cual formamos parte se con-forma y constituye a partir del lenguaje y las palabras. Todo lo real es algo nominado que forma parte de una estructura lingüística que hace posible su existencia como materia o concepto. Nada está fuera de las palabras. De ese modo, las sociedades, sus objetivos colectivos, sus luchas y tensiones se configuran desde el lenguaje.

Las coyunturas y la lucha político-social forma parte de ese esquema. El lenguaje define la esencia de cada escenario de poder y enfrentamiento. La historia mundial en general y la chilena en particular está llena de situaciones que muestran como poder y palabra se imbrican en un círculo peligroso del que muchas veces no somos conscientes ni logramos entender. Revolución, reforma, desarrollo, dependencia, lucha de clases, guerra fría, bonapartismo, burgués, proletario son algunos conceptos-palabras que han ido definiendo nuestros destinos. Upeliento, amarillo, gorila, golpista, asesino, represión, paz y muchas más también forman parte de nuestra historia.

En el contexto de los últimos años hay palabras que han definido nuestras coyunturas y luchas; cambio, nueva forma de gobernar, crisis, in-gobernabilidad, movilización han definido el presente. Y sólo hace unos días, escuchamos el “inútil subversivo”.

Sin embargo, y en ese contexto, en este año hay dos palabras que han se han erigido como dos referentes fundamentales no sólo para llegar a la actual coyuntura, sino también para entenderlas; relato y lucro han dominado el escenario político de este año. No hay analista, político ni medio de comunicación que no la hayan usado. Son, sin duda, las palabras dominantes y más recurrentes del año.

Hoy es el turno del lucro; y su relación con la educación. “No más lucro” es la consigna y el objetivo de la lucha político-social de la coyuntura. ¿Qué significa lucro?; ¿para todos los actores significa lo mismo?

Según el diccionario de la Real Academia de la lengua “lucro” viene del latín “lucrum” y quiere decir “ganancia o provecho que se saca de algo”. Sin duda, se trata de una acepción amplia que cubre muchas actividades que van mucho más allá del tema económico, la ganancia y la acumulación de capital. En este sentido, el lucro es ganancia económica.

De ese modo, en la actual coyuntura del país se relaciona con la tasa de ganancia capitalista en el marco de la educación chilena. El tema es más amplio y complejo.


La vocación global del capitalismo tiene que ver con la mercantilización de todas las actividades de la vida humana. Hay muchas formas de capitalismo; pero, en todas, el lucro es la esencia del modelo de desarrollo y expansión económica. Todo se convierte en mercancía. Es decir, toda acción sigue la lógica de la ganancia y la acumulación de capital. Todo pasa a formar parte del circuito compra y venta. Para vivir hay que comprar. Y para comprar, alguien tiene que vender. Y para vender, alguien tiene que producir; y para producir tienen que existir consumidores. Y para que todo esto funcione los primero que se hizo, fue convertir el dinero en capital; y luego, el capital en crédito.

Sin embargo, en su forma Neo-liberal esto llega a su extremo y paroxismo. Chile es un ejemplo mundial de este tipo de capitalismo. En términos generales, se trata de un modelo que se empezó a pensar y a diseñar desde finales los ’50 con las reflexiones iniciales de Milton Friedman y su lema “libertad de elegir”. Su influencia en Chile es conocida. También sus discípulos. De hecho, el libro del ex Ministro de Educación (Joaquín Lavín) titulado “La Revolución Silenciosa” no sólo es una apología a la “libertad de elegir”, sino también un referente esencial para entender la implementación del neo-liberalismo en Chile.


En Chile este modelo se instaura (a punta de bala y sangre) desde abril de 1975. Rápidamente la mercantilización y el lucro económico comienzan a penetrar en todas las áreas de la sociedad. La educación fue su víctima en 1981.

Treinta años después (en el 2011) la sociedad liderada por los estudiantes se levanta contra el “lucro en la educación”. De ese modo, el lucro se instala en el debate nacional en una perspectiva de corto plazo y acotada sectorialmente. Sin embargo, ya se habían asomado de manera encubierta y tenue en la luchas ambientalistas que se levantaban contra la destrucción de la naturaleza (Punta Choro, Hidroaysén, Isla Riesco) por el afán de lucro y desarrollo.

Por ello, planteo la hipótesis que el actual malestar social y sus efectos en amplias y masivas manifestaciones tienen que ver en el corto plazo con temas específicos y sectoriales asociados a la tasa de ganancia capitalista (medio ambiente y educación) y en el largo plazo con la mercantilización de la sociedad chilena en general que llega a niveles groseros e inhumanos. La gente siente, que el capital no puede seguir dominando sus vidas; por lo menos, en sus aspectos esenciales y básicos. Aquí, esta la esencia de la indignación y/o malestar.

Sin embargo, eliminar el lucro a nivel social es parte de una lucha mayor (con sus costos de sangre y muerte asociados) que termina como objetivo político con el capitalismo. Ese, no es el dilema hoy. No se trata de poner en jaque al capitalismo.

A lo más, se buscaran fórmulas para ponerle atajo a su forma neo-liberal en sus aspectos más brutales; y de ese modo, reducir su impacto a nivel de los ciudadanos. La política subsidiaria del Estado ya no es suficiente. No sólo hay que avanzar hacia una reforma tributaria que genere las condiciones para un Chile más solidario e inclusivo, sino también el capital requiere más regulaciones que pongan freno a los abusos como los del caso La Polar y otros del sector financiero.

En relación a la educación no vislumbro el fin del lucro a corto plazo. Terminar con él, es ponerle freno a uno modelo de sociedad sustentada en el capital y su acumulación. Eso no me gusta. Pero, la realidad se separa del deseo la mayoría de las veces.

Ya lo dijo el Presidente “nada es gratis en la vida” y otros miembros de la clase política e intelectual han mencionado que “educación gratis para todos no alcanza”. Seguramente, se instalara una mesa de diálogo, se terminara con la municipalización (con fórmulas que hoy nadie conoce), se aumentaran las becas y habrá gratuidad universitaria hasta el séptimo quintil, se regulara el lucro en la Universidades que dicen que no lucran, se terminara el aporte fiscal a las Universidades privadas y se avanzara en la calidad bajo el lema de la “igualad de oportunidades”. Y mientras tanto, los estudiantes y ciudadanos seguirán gritando “y va caer la educación de Pinochet”.

Y en paralelo a esa mesa de diálogo, que se instalara a corto o mediano plazo, la clase política negociara reformas políticas que tendrán como objetivo ponerle atajo a la crisis de legitimidad, representación y participación que domina hoy el escenario político; y que, yo llamo el “triángulo de las desconfianzas”.


Sin embargo, no olviden que la gente que se moviliza no está en la calle gritando ni luchando por reformas políticas. En esa dirección, lo que más se escucha es “asamblea constituyente”. 

De hecho, la única manera de que esas reformas políticas terminen con la “actual indignación” –que es la apuesta de la clase política- es que se genere una correlación de fuerzas democrática que le ponga fin a la mercantilización brutal de la sociedad no sólo en la educación, sino también en la salud, en las pensiones, en lo alimentos y en los recursos naturales. Y del mismo modo, parar los abusos del capital, mejorar los salarios y crear empleos estables y de calidad para los chilenos.

Por una “mejor vida para los chilenos” son las palabras que se abren paso por las grandes alamedas en la nueva coyuntura.