martes, 20 de diciembre de 2011

El Duopolio Binominal en el Senado


Diciembre-2011
¿Cómo ha funcionado el duopolio binominal en el Senado? Las cifras muestran que los efectos del binominal adquieren mayor impacto en el Senado. En efecto, en términos generales vemos que a nivel de los diputados sólo en 14 ocasiones se ha roto la lógica binominal y que en el Senado ha ocurrido en sólo una oportunidad. El “pacto duopolico”, por tanto, funciona de manera más profunda en el Senado. En términos porcentuales las cifras muestran que a nivel de los diputados el quiebre ha ocurrido en el 1,9% de las ocasiones y que en el Senado sólo en el 0.8% de la veces.

Esto se explica no sólo por el hecho de que una elección senatorial comprende más electores y menos candidatos en competencia, sino también porque el número de elecciones y cargos en disputa son menores. De hecho, mientras en los diputados en seis elecciones (entre el ’89 y el 2009) se han elegido 720 cupos y se han realizado 360 mini elecciones, a nivel senatorial se han elegido 132 cupos y se han realizado 64 mini elecciones.

En las parlamentarias del ’89 se compite en las 19 circunscripciones; de los 38 cargos en competencia el “duopolio binominal” se lleva todos los escaños. De ese total, la Concertación con el  54.6% de los votos se lleva 22 asientos. A su vez, la derecha se queda con 16 asientos (sin considerar los designados) y con el 34.9% de las preferencias.

Entre ambas coaliciones con el 89.5% de los votos se quedan con todos los cupos senatoriales en competencia. Sin duda, un regalo político electoral de 4 senadores. En efecto, en un sistema proporcional puro (sin regla de corrección) la Concertación debería haber logrado 21 cargos y la derecha 13. Uno más para la Concertación y tres más para la derecha. Gana la derecha.

En las parlamentarias del ’93 se compite en las regiones impares con un total de 18 escaños en competencia. La Concertación con el 55.5% de los votos logra nueve cupos; la mitad de los cargos en disputa. A su vez, la derecha con el 37.3% de los votos logra 9 cupos, es decir, la mitad del los cargos (50%).

Ambos pactos con el  92.8% de los votos logran el 100% de los escaños en disputa. Mientras la Concertación logra nueve cupos (debiendo, curiosamente, con esa votación elegir diez cupos, es decir, uno más), la derecha debería haber obtenido sólo siete. Uno menos para la Concertación y dos más para el otro pacto duopolico. Gana la derecha.

En las parlamentarias del ’97 se compite en las regiones pares (incluyendo la Metropolitana) y se eligen 20 Senadores. La Concertación con el 49.9% de los votos logra once cupos senatoriales; y la derecha con el 36.6% logra nueve.

Ambas fuerzas políticas con el 86.5% del Senado, se llevan todos los cargos en competencia. Un regalo electoral de un cupo para la Concertación y dos para la derecha. Gana la derecha.

En las parlamentarias del 2001 se compite por 18 cupos. En esta elección la derecha tiene un alza importante en términos de votos y la Concertación se estanca en torno al 50%. Por tanto, la correlación de fuerzas que surge en esta elección determina que se genere una menor distorsión electoral. En efecto, la Concertación con el 51.3% de los votos logra nueve cupos. La derecha, a su vez, con el 44% de los votos también obtiene nueve escaños.

De ese modo, el pacto duopolico logra él 95.3% de los votos y el 100% de los escaños en competencia (18). La Concertación, en esta elección se queda sin deuda política. A su vez, la derecha, logra un cupo más de lo que le correspondería (equivalente a 8). De ese modo, el duopolio binominal sólo se lleva un regalo político-electoral de un escaño.

Dos consideraciones; la primera, es que se repite la concentración duopolica observada en la presidencial del ’99; y segundo, que el saldo en votos es inferior al 5% lo que en un sistema proporcional corregido deja a cualquier fuerza con esa votación sin representantes. De todos modos, gana la derecha.

En las parlamentarias del  2005 se compite por 20 escaños senatoriales. La correlación de fuerzas que se manifiesta es muy similar a lo observado en el ’93; con la diferencia que en esta ocasión se eligen 18 escaños y no 20. Mientras la Concertación con el 55.7% de los votos logra 11 cupos, la derecha con el 37.3% obtiene 8 escaños.

Ambos pactos dominantes logran el 93% de los votos y 19 escaños. La Concertación, nuevamente se queda sin deuda político-electoral, mientras que la derecha obtiene un regalo de un escaño. En esta elección, es la primera vez que se rompe el “duopolio binominal” con la elección del Independiente Fuera de Pacto, Carlos Bianchi en la Región de Magallanes; el fortín de los independientes. Si bien, se autodenomina “independiente químicamente puro” está ligado fuertemente al duopolio; como concejal a la Dc y como Senador a la derecha. Es una elección que electoralmente pierde la derecha; pero, gana en términos de asientos senatoriales. Gana la derecha.

En las parlamentarias del 2009 se compite en las regiones impares y se eligen 18 cupos. La Concertación con el 43.3% de los votos logra nueve cupos; es decir, el 50% de los escaños en competencia. A su vez, la derecha con el 45% de las preferencias se lleva la otra mitad, es decir, nueve cupos.

Ambas fuerzas con el 88.3% de los votos, obtienen el 100% de los cupos senatoriales en competencia. Se genera, por tanto, un cupo más para la Concertación y la derecha. Empate duopolico.

Al revisar las seis elecciones se observa que el pacto duopolico tiene 12 cupos más de los que le hubiese correspondido en un sistema proporcional. En efecto, y del mismo modo que en los Diputados el “pacto dupolico” en el Senado está sobre-representado en todas y en cada una de las elecciones. En términos generales, las cifras muestran que en el ’89 tienen 4 senadores más; esa cifra llega a uno en el ’93, a tres en el ’97, a uno en el 2001,  a uno en el 2005 y a dos en el 2009.

Otro dato interesante, es que en la senatorial del ’93 ocurre un hecho único en la historia del binominal. En esa ocasión, mientras la derecha tiene un regalo político-electoral de dos cupos, la Concertación tiene un cupo menos de lo que le corresponde. En efecto, en esa elección logra 9 cupos. Sin embargo, debería haber logrado diez. En esta elección, le sucede lo que le ha ocurrido al Pc y a las otras fuerzas menores a lo largo de 20 años de democracia; es decir, tener menos de lo que corresponde.

De los “doce cupos extras” que el “duopolio binominal” ha generado en seis elecciones senatoriales la derecha se ha quedado con diez y la Concertación con dos (considerando el cupo menos que tuvo en el ’93). La derecha en el Senado ha ganado por goleada. Mucho más apretado estuvo el resultado en los Diputados.

Si a esa goleada le sumamos los Senadores designados llegamos a la hipótesis de que para la derecha el Senado ha sido la trinchera política desde donde han defendido el modelo político y económico diseñado bajo el pinochetismo. Y a su vez, la instancia institucional que ha usado la Concertación para legitimar ese modelo y comenzar a padecer del mal de la fragmentación.

No podemos olvidar, no obstante, que ambos pactos se han beneficiado con la “distorsión binominal”. A la Concertación no le ha gustado nunca esta fórmula electoral. Sin embargo, con el tiempo se acomodaron y comenzaron a  disfrutar de sus “granjerías y privilegios”. Los vientos de cambio han llegado de la mano de la movilización social-ciudadana.

Hacer el ajuste entre sociedad y política requiere de una reforma que equilibre la cantidad de votos obtenidos en la lucha electoral con la cantidad de escaños logrados para la lucha legislativa. Hay que volver a la fórmula clásica de toda democracia representativa: un ciudadano un voto. Y para ello, hay que cambiar el sistema electoral vigente. Hay que cambiar el binominal.

Sólo desde una representación justa y equilibrada entre las distintas fuerzas sociales y políticas existentes, podremos avanzar hacia una democracia participativa.

lunes, 19 de diciembre de 2011

La Era de las Reformas


Diciembre-2011
El Gobierno de Piñera y de la derecha abre una nueva fase política en el país. Nos encontramos en la mitad de su gestión y las aguas políticas se han agitado bastante como para encontrarnos en una coyuntura que no sólo clama por reformas políticas y económicas de magnitud, sino también se ha instalado cierto consenso en el mundo social y político sobre la necesidad de impulsar un conjunto de reformas. Con la Nueva Forma de Gobernar ha llegado la “era de las reformas”.

En efecto, se ha instalado en el centro del debate político, público y legislativo la urgencia de impulsar reformas que tengan como objetivo no sólo ajustar la relación permanente entre ciudadanía, desarrollo y política, sino también aumentar los niveles de legitimidad de la clase dirigente del país. Se trata, de ajustar o encauzar la institucionalidad a la nueva realidad socio-política de Chile.

En esa dirección, por tanto, el “movimiento de ajuste” busca equilibrar lo social y ciudadano con lo político y lo económico. Las presiones, las exigencias y las demandas vienen de la sociedad civil. Las ofertas, a su vez, de la sociedad política. De ese modo, el punto de equilibrio de la demanda-oferta de la teoría económica, se traslada al mundo de la política. La clase política sabe que hay que parar de alguna manera el “potencial reventón social” que durante el 2011 mostro su “rostro de malestar”.

La manifestación de estos hechos se ha sucedido uno tras otro durante todo el 2011. No sólo se trata de la emergente movilización social-ciudadana expresada en los estudiantes, en el movimiento ambientalista, en las luchas urbanas de Magallanes, Calama o Rancagua, en la acción espontánea de los consumidores del transporte público –transantiago y colectiveros-, en el movimiento de la igualdad de género, en los ciclistas y en el alza de las huelgas laborales, etc., sino también en la baja en las encuestas del gobierno y del Presidente en particular y de la clase política en general.

Todo, finalmente, configura un escenario de crisis “de la política” que se expresa en una crisis de participación, representación y legitimidad. Frente a estos hechos, la clase política se pregunta ¿qué hacer para revertir nuestra credibilidad y reproducir nuestro poder socio-institucional?  Las respuestas a estas preguntas han comenzado a movilizar a los actores. La solución ya la encontraron: reformas políticas y económicas. Esa es la orden del día y tarea de los próximos meses. La pregunta, por tanto, que hay que hacer es ¿qué reformas van a impulsar y negociar?

En el plano económico se han instalados algunos temas que se vinculan directamente con dos situaciones; generar una mejor y más justa distribución de los ingresos y terminar con el abuso del capital sobre los consumidores. El primer punto se relaciona con la reforma tributaria y la agenda social (que todo gobierno tiene e impulsa); y el segundo, con normas y leyes que se dirigen a equilibrar la relación desigual que ha existido a lo largo de muchos años no sólo entre capital y consumidores, sino también entre capital y trabajo.

La Reforma tributaria ya tuvo su debut en las pasadas presidenciales. En Marzo del 2011 vuelve a instalarse en el seno del debate con el “Chile 2030” de Lagos. Desde entonces se ha intensificado en la medida en que el movimiento social manifiesta su malestar –sobre todo, el estudiantil- y las desigualdades van haciendo cada vez más evidentes y des-estabilizadoras. Arturo Martínez en el discurso del primero de Mayo volvió a insistir en la necesidad de la reforma y cambios en materia laboral. Sin embargo, en su cuenta anual el 21 de Mayo el Presidente no menciono esta posibilidad. Luego, siguieron los partidos –sobre todo, los de oposición-, los centros de estudios y en el último tiempo han surgido las voces de los empresarios. Sin duda, un consenso social implícito; que, el gobierno ha empezado a recoger y articular. Ya veremos el contenido y los avances del debate. ¿Habrá reforma tributaria durante este gobierno?

En relación al equilibrio entre el capital y los consumidores han comenzado a circular algunas iniciativas que se orientan a terminar con los abusos. Durante este gobierno han emergido un cúmulo de hechos que dan cuenta de cómo el capital junto a la generación de utilidades muy altas han operado con una lógica que genera una relación muy desigual entre el capital y los consumidores que se ha expresado en a) situaciones de colusión real (farmacias y pollos) y potencial (supermercados), b) caso La Polar, c) Ventas atadas por parte de los bancos, d) multi rut y e) altas tasa de interés y cobros que nadie entiende.

Como una forma de ponerle freno a estas situaciones se está impulsando la agenda de las reformas económicas. Entre las iniciativas se destaca el Sernac financiero, la iniciativa de un Sernac del retail, penas de cárcel para los carteles y sus responsables y otras políticas anti monopolios y anti colusión. Ya se verá, como se avanza en estos aspectos. No olvidemos que el mundo del capital y de las grandes corporaciones son el sustento social, político y económico del actual gobierno.

En el plano político las reformas han sido un tema recurrente desde que se abre la transición a principios de los noventa. Han estado en el debate de forma manifiesta o latente dependiendo de las coyunturas  y sus características. Sin duda, han existido avances democratizadores.

El objetivo político de estas reformas apunta a solucionar la crisis de participación, legitimidad y representación que caracterizan a la política chilena de hoy. En esa dirección, las reformas políticas que circulan y debaten pueden agruparse en dos tipos; las de bajo impacto político (blandas) y las de alto impacto político (duras). Mientras las primeras son las propuestas del programa político del gobierno; las segundas, son las propuestas de las actuales oposiciones.

La Nueva Forma de Gobernar ha hecho el diagnóstico de que nuestra “democracia está enferma y necesita ser perfeccionada”. En esa dirección en su programa de gobierno y en los dos discursos del 21 de Mayo se han planteado las soluciones. Entre las propuestas podemos identificar la Inscripción automática, el voto voluntario y el voto de los chilenos en el exterior, el cambio en las fechas de elecciones de diciembre a noviembre, la elección democrática de los Consejeros Regionales, la ley de primarias, la iniciativa de ley, los plebiscitos comunales, la modernización del Estado y la declaración de patrimonio e intereses por parte de las autoridades político-institucionales. No olvidemos, sin embargo, que muchas de ellas ya eran parte del debate político-legislativo y estaban en el parlamento.

Sin duda, son todas reformas menores y de bajo impacto. Incluso, la  Inscripción automática y la ley de primarias. Se ha sumado a ellas, en los últimos días, la ley de cuotas que hará que las mujeres tengan una cantidad asegurada de asientos en el parlamento. Eso, no me parece democrático. Aún cuando se trate de reformas de bajo impacto, hay que avanzar en ellas.

Sin embargo, los hechos de este año (movilización social y bajos niveles de legitimidad) han instalado en el escenario “reformas políticas de alto impacto” que han comenzado a dominar el debate. Entre ellas, encontramos a) cambios al binominal, b) reforma constitucional de raíz constituyente que ponga fin, entre otros, al rol “subsidiario del Estado” y elimine los quórum calificados y c) plebiscitos nacionales y vinculantes. Si bien, no se ha planteado como parte del debate actual, la elección democrática de los Intendentes es una reforma de alto impacto que sí contribuiría a la profundización democrática al aumentar la participación, la legitimidad y mejorar la representación. Incluso, en este nivel podemos ubicar una reforma que apunte a limitar el número de re-elecciones en las que cada parlamentario puede participar.

En rigor, el único cambio relevante y revolucionario es el cambio del sistema electoral. ¿Qué sacamos con aumentar la participación y el número de inscritos, si de todos modos rige la lógica binominal y su empate ficticio?

La nueva fase política abre la “era de las reformas”. Los movimientos ya se han puesto en marcha y en los próximos años podremos evaluar su efectividad en términos no de “perfeccionamiento democrático”, sino en términos de “profundización democrática”. Y ello, no sólo en relación a la participación, la representación y la legitimidad política, sino también en relación a la igualdad económica y al equilibrio entre el capital y los consumidores.

El problema político para los próximos años no sólo es que el movimiento de la institucionalidad es más lento que el tranco de las demandas y movimientos sociales, sino también que vienen dos años electorales que pueden prolongar, retrasar y/o apurar las reformas. Sólo espero, que no aparezca el conocido gatopardismo de la sociedad chilena ni que el eufemismo, la técnica y el cálculo terminé por imponer sus términos.

martes, 13 de diciembre de 2011

Los Independientes y el binominal. Los Senadores


En este artículo sigo desarrollando y analizando los efectos del binominal en una perspectiva empírica. En esta ocasión, se trata de un resumen de un trabajo mayor que trata sobre los independientes en el Senado.

Es en el Senado donde mejor ha funcionado la “lógica binominal”. De la misma manera, ha sido la trinchera de la derecha –por lo menos, en una primera etapa- desde donde se ha defendido el modelo político y económico que se heredo del pinochetismo.

En términos generales hemos visto que romper el binominal y su tendencia al “empate ficticio” es casi imposible. De hecho, mientras a nivel de los diputados ha ocurrido en 14 ocasiones, en los senadores sólo ha ocurrido en una oportunidad; en el 2005 cuando el independiente fuera de pacto Bianchi fue electo por la zona de Magallanes.

Las cifras son elocuentes en las seis elecciones realizadas desde Diciembre del ’89. Mientras los Diputados que “quiebran la lógica duplica” representan el 1.9% de los 720 cargos en disputa, en los Senadores esa cifra llega al 0.8% (de los de 132 escaños en disputa).

Tanto los postulantes de otros pactos y/o partidos como las candidaturas independientes tienen muy bajas probabilidades de ser electos. Veamos, como ha funcionado la lógica de los independientes en el Senado.

A nivel de los senadores (sin considerar los designados), se han presentado un total de 396 “aspirantes”. De ese total, 90 corresponden a independientes en pacto y 9 a independientes fuera de pacto (IFP); es decir, 99 independientes. En efecto, el 25% del total de postulantes han sido independientes; de ellos, el 22,7% son IP (90) y el 2.3% a IFP (9).

Del total de aspirantes (396) han sido electos Senador 19 postulantes; es decir, el 4.8%. De ellos, 18 como IP (4.5%) y uno como IFP (0.3%). En relación al total de postulantes independientes (99) han sido electos el 19.2% de los candidatos; 18 como IP (18.2%) y uno como IFP (1%).

Vemos, nuevamente, como la figura de los independientes es usada de modo estratégico por cada uno de los pactos del “duopolio dominante” y con resignación por los otros pactos. Las cifras son evidentes. De los 90 candidatos IP en las seis elecciones realizadas observamos que a) el 57% corresponde a postulantes del “consenso duopolico” (51), b) el 45.6% corresponde a candidatos de la derecha (41) y el 11% a la Concertación (10), c) de los noventa postulantes como IP han sido electos sólo 20 (22.2%), d) de los 20 electos, 17 son de la derecha (85%) y tres de la Concertación, e) De los nueve IFP, sólo ha sido elegido uno (1%).

Si el análisis lo hacemos nivel del parlamento en su conjunto tenemos que en 20 años se han presentado 2.837 postulantes. De ellos, 494 (17.4%) en pacto y 76 (2.7%) fuera de pacto. Un total de 570 candidatos, que equivale al 20.1% de los postulantes. Sin embargo, ha sido electos sólo 72; es decir, el 2.5% del total de los postulantes (2.837) y el 12.6% del total de los postulantes independientes (570).

Sin embargo, la brutalidad de la “camisa de fuerza” que genera el binominal se observa cuando se distingue el independiente en pacto (IP) del que va sin pacto (IFP). De hecho, de los 570 candidatos independientes, el 86.7% (494) forman parte de algún pacto (en la mayoría de los casos del “duopolio binominal”). Los IFP representan el 13.3% de las postulaciones (76).

De los 72 independientes electos, el 90.3% (65) corresponden a figuras en pacto y el 9.7% a IFP (7). Los 65 electos en pacto representan el 2.3% del total de postulantes (2.837), el 13.2% del total de los candidatos independientes en pacto (494) y el 11.4% del total de las candidaturas independientes (570).

Por otro lado, los 7 electos fuera de pacto (IFP) representan el 0.3% del total de postulantes (2.837), el  9.2% del total de los IFP y el 1.2% de las candidaturas independientes (570).

Los datos muestran, en genral, que las candidaturas independientes son inviables política y electoralmente. No obstante, tienen algunas probabilidades de éxito cuando forman parte de un cupo cedido por algún partido del “pacto duopolico”. Es, de algún modo, un cupo prestado que debe ser devuelto si el postulante no cumple los requisitos básicos que esa transacción implica. Pero, antes debe existir un “test de blancura” que de cómo resultado que el independiente es merecedor del préstamo. Los bancos, hacen lo mismo con los clientes cuando le aplican los “factores de riesgo”. Sin embargo, lo que ocurre, por tanto, es que el candidato en pacto (y también cuando es un IFP) termina convertido en militante del partido que le “pasa el cupo”. Competir por fuera cada día tiene menos sentido. Es una aventura, con altas probabilidad de derrota. ¿Para qué competir?

En esta democracia no compite nada que este fuera de los pactos. La competencia tiene, por tanto, dos caras; una blanda y una dura. La blanda es la que se da entre los pactos del “duopolio binominal”, es decir, Alianza-derecha v/s Concertación. Y la dura (y brutal) la que se da al interior de cada uno de esos pactos y no sólo en la fase de campaña propiamente tal, sino también en la fase previa, en la que se definen las candidaturas en términos de partido y de postulante.

Las consecuencias ya se conocen. En definitiva, una democracia que al distorsionar la voluntad del Soberano no sólo porque con el 30% de los votos se puede tener la mitad del parlamento (“empate ficticio”), sino también porque los votos de cada ciudadano no valen lo mismo (que rompe el principio de un voto por ciudadano), es des-incentivando la participación y la competencia. En ese escenario, la competencia y la lucha se traslada del parlamento a la calle.

Y me pregunto, ¿con la inscripción automática en que cambia la lógica binominal y la hegemonía duopolica?