Enero-2012
A mediados de Enero se da a conocer a la
Opinión Pública un documento político que ha sorprendido, agradado y molestado al mundo político y ciudadano. A
unos más que a otros. Todos se sorprendieron. La sorpresa es de forma y no de fondo. La forma tiene que ver con
el hecho de que se trata de un dialogo “secreto” –iniciado en Noviembre- entre
fuerzas políticas ubicadas en trincheras opuestas y que sienten cierta cercanía
y/o parentesco. En el fondo, las propuestas no tienen nada nuevo para el debate
político. Hubo, también, en algunos sectores
agrado. En efecto, esto cayó bien en sectores de la Concertación y de Rn
–sobre todo, en a) quiénes unos días
antes habían firmado la voluntad de avanzar en cambios electorales desde el
Congreso y b) los que se sienten parientes
de la Falange-. Ya sabemos quiénes se
“molestaron” y sintieron traicionados; la Udi y algunos funcionarios de
gobierno.
No obstante, la sorpresa, el agrado y la
molestia genero una crisis política en
el gobierno y sus apoyos políticos. La Udi, nuevamente golpeo fuertemente
la mesa. Y como ha ocurrido, en muchas coyunturas, salieron vencedores y
fuertemente unidos y alineados. ¿Qué
efectos tendrá este hecho en la carrera presidencial?
El documento
llamado “Un Nuevo Régimen Político para Chile” no sólo es un diagnóstico y
una respuesta a los problemas políticos que enfrenta el Chile de hoy, sino
también un primer acercamiento político RN-DC. Más que el contenido, lo
relevante es el encuentro formal -más allá, de un acuerdo legislativo particular-
entre ambas directivas. Para Rn –y sin duda, para el Presidente Piñera- ha sido
un deseo largamente anhelado que encuentra su primera instancia. Al final del
documento se escribe que “hemos dialogado
y consensuado estos contenidos”. De hecho, desde los primeros días de la
transición Rn ha tratado de seducir a la Dc, buscar acuerdos y pactos políticos
de largo alcance.
El
diagnóstico.
Ambos partidos concuerdan en que el país está en una “coyuntura de crisis” y
necesita reformas políticas que terminen con el estado actual de “desafección y crítica ciudadana con el
sistema”. De no avanzar en este objetivo, la crisis “puede continuar creciendo con una baja de la participación ciudadana y
una conflictividad social que puede transformarse en crónica”.
En ese contexto, por tanto, la democracia “requiere de su perfeccionamiento y
profundización”. Entre sus causas se encuentra el “presidencialismo exacerbado” de nuestro sistema político.
Una de las consecuencias es que se debilita a
los actores de la sociedad y de la política; principalmente, al Congreso, a los
partidos y a los ciudadanos. La expresión, de este hecho se manifiesta en una
crisis de “gobernabilidad y
participación” que debe ser superada –por medio de reformas políticas- en
la perspectiva de disminuir la distancia actual que existe entre los ciudadanos
y las instituciones de la política.
Este distanciamiento ha debilitado una de las
principales instituciones de la democracia; los partidos políticos. En efecto,
ellos se encuentran en un acelerado “proceso
de deterioro”. Las consecuencias de
este debilitamiento se expresan, a su vez, en una crisis de participación y
representación que debe ser superada. Las
propuestas del documento tienen ese horizonte.
La
propuesta.
En el documento hay tres propuestas de reforma política; a) cambio del régimen político, b) des-centralización y c)
cambio del sistema electoral. En conjunto, las tres medidas apuntan a superar
la crisis de gobernabilidad, participación y representación que invade a la
sociedad chilena de hoy.
a). El
régimen político.
El “exacerbado presidencialismo” es
una de las causa de la coyuntura actual de crisis. Por ello, el documento
plantea que “Chile necesita de más y
mejor democracia y eso se traduce en un nuevo régimen político de carácter semi-presidencial…
que separe la institución de la Presidencia (Jefe de Estado) de la de Jefe de
Gobierno (Primer Ministro)”. No voy
a entrar en el detalle de los cambios institucionales que dicho cambio implica;
sin embargo, esta mecánica de gobierno genera mayor influencia de los partidos y del parlamento. Es, por tanto,
una medida que busca debilitar la institución del Presidente y fortalecer
otras. En efecto, el fortalecimiento de los partidos contribuirá no sólo a
mejorar la participación y el equilibrio político del sistema, sino también “la calidad de la política”. Para ello,
hay que –según los convocantes- impulsar algunas reformas como: “a) transparencia y rol de los partidos, b)
financiamiento público de estos, c) prohibición de las reelecciones indefinidas
en todos los cargos de elección popular, d) primarias simultáneas y vinculantes
y e) la obligación de que los partidos sean plenamente democráticos en su
práctica interna”.
b). La
des-centralización y la “democratización del poder”. Profundizar la
democracia implica también des-centralizar el poder. En esa dirección, el
documento plantea “las siguientes medidas
concretas: a) Elección directa del Presidente del Gobierno Regional, b)
Elección directa de los consejeros regionales, c) Fortalecer las facultades de
los Gobiernos Regionales e incrementar sus recursos, d) La creación de los
Gobiernos Metropolitanos (donde las ciudades ya han adquirido ese carácter), d)
Fortalecer el rol fiscalizador de los concejales en los Municipios y e)
Implementar una norma de responsabilidad fiscal. Todo esto en el marco de un
estado nacional y unitario”.
c). Cambio
del sistema electoral.
Aquí, se encuentra, sin duda, lo sustancial y relevante del documento. Al mismo
tiempo su aspecto más controvertido. Esta reforma no sólo debería contribuir a
solucionar la crisis de participación, sino también –y sobre todo- la de
representatividad. Mientras por un lado, hay que “abrir cauces de participación”, por otro hay que hacer cambios que
“respondan a la crisis de representación,
que incluya la diversidad… posibilite la generación de acuerdos para sustentar
gobiernos mayoritarios (y) evite la fragmentación excesiva”.
Para ambas colectividades –como para otros
actores del sistema político chileno- se trata de un cambio ineludible e
inevitable a mediano y largo plazo. Por ahora, hay que buscar consensos. Y del
mismo modo, el contenido de esos acuerdos; es decir, el sistema electoral que
va reemplazar el actual mayoritario binominal. Las divergencias comienzan, por tanto, desde el diagnóstico. De
hecho, los convocantes del documento afirman “que el actual sistema electoral… ha significado, para algunos, un
aporte a la gobernabilidad y se ha comportado de una manera razonablemente
proporcional mientras que, para otros, no ha permitido representar
democráticamente la voluntad ciudadana”. Es decir, mientras para unos el
sistema funciona bien cumpliendo sus objetivos fundacionales, para otros genera
exclusión y subsidio político-electoral.
No obstante, “lo importante es no detenerse, sino que avanzar en la construcción de
los consensos y las amplias mayorías que cada una de estas reformas requieren”. En el marco de esa voluntad los firmantes del documento plantean la tesis
de avanzar hacia un “sistema electoral
corregido”. En ese camino, “alentaremos
-afirma el duo Larraín-Walker-, junto a otras fuerzas políticas, el estudio de
la fórmula que resulte más adecuada para dichos fines”.
Termina le documento afirmando que “el país requiere de estos cambios (y que) ahora
es el momento adecuado para ello… la demora sólo acentuará el diagnóstico y sus
peligros”.
¿Qué
aporta el documento?
En términos de contenido el aporte, es muy escaso. Su valor político tiene que
ver con otros aspectos. En relación al cambio del régimen político hay que
apuntar que el debate encuentra raíces en los ochenta. Es más, entre las
propuestas políticas de la candidatura de Marco Enríquez-Ominami se encontraba
este planteamiento. Por tanto, nada nuevo. En relación a la descentralización y
democratización del poder también se trata de propuestas que han circulado y
circulan en el debate.
En el
tema electoral, las cosas son más complejas. Ya vimos que el problema comienza
con las distintas valoraciones que se le otorgan al binominal. Y siguen, con
las fórmulas y los tiempos para hacer el cambio. Con los tiempos se ha
planteado desde distintos sectores que lo ideal sería tenerlo implementado en
las parlamentarias del 2013. En el tipo de sistema de electoral a diseñar hay
distintas visiones; que van desde el mayoritario uninominal -tesis Longueira- y
el proporcional corregido –que es la opción del documento de la discordia y de
la Concertación- pasando por un “binominal corregido”.
Lo relevante del documento es, por tanto, a) el acercamiento político DC-RN que
tiene todo un futuro por recorrer -¿protoalianza?-, b) la convicción de que Chile necesita reformas políticas
profundas, c) que existe una
voluntad política amplia y transversal de impulsarlas, d) que la reforma al binominal no será fácil de materializar y e) que la Udi juega e intimida con la “política
del rehén”.