lunes, 30 de enero de 2012

El Acuerdo del desacuerdo


Enero-2012
A mediados de Enero se da a conocer a la Opinión Pública un documento político que ha sorprendido, agradado y molestado al mundo político y ciudadano. A unos más que a otros. Todos se sorprendieron. La sorpresa es de forma y no de fondo. La forma tiene que ver con el hecho de que se trata de un dialogo “secreto” –iniciado en Noviembre- entre fuerzas políticas ubicadas en trincheras opuestas y que sienten cierta cercanía y/o parentesco. En el fondo, las propuestas no tienen nada nuevo para el debate político. Hubo, también, en algunos sectores agrado. En efecto, esto cayó bien en sectores de la Concertación y de Rn –sobre todo, en a) quiénes unos días antes habían firmado la voluntad de avanzar en cambios electorales desde el Congreso y b) los que se sienten parientes de la Falange-. Ya sabemos quiénes se “molestaron” y sintieron traicionados; la Udi y algunos funcionarios de gobierno.

No obstante, la sorpresa, el agrado y la molestia genero una crisis política en el gobierno y sus apoyos políticos. La Udi, nuevamente golpeo fuertemente la mesa. Y como ha ocurrido, en muchas coyunturas, salieron vencedores y fuertemente unidos y alineados. ¿Qué efectos tendrá este hecho en la carrera presidencial?

El documento llamado “Un Nuevo Régimen Político para Chile” no sólo es un diagnóstico y una respuesta a los problemas políticos que enfrenta el Chile de hoy, sino también un primer acercamiento político RN-DC. Más que el contenido, lo relevante es el encuentro formal -más allá, de un acuerdo legislativo particular- entre ambas directivas. Para Rn –y sin duda, para el Presidente Piñera- ha sido un deseo largamente anhelado que encuentra su primera instancia. Al final del documento se escribe que “hemos dialogado y consensuado estos contenidos”. De hecho, desde los primeros días de la transición Rn ha tratado de seducir a la Dc, buscar acuerdos y pactos políticos de largo alcance.

El diagnóstico. Ambos partidos concuerdan en que el país está en una “coyuntura de crisis” y necesita reformas políticas que terminen con el estado actual de “desafección y crítica ciudadana con el sistema”. De no avanzar en este objetivo, la crisis “puede continuar creciendo con una baja de la participación ciudadana y una conflictividad social que puede transformarse en crónica”.  

En ese contexto, por tanto, la democracia “requiere de su perfeccionamiento y profundización”. Entre sus causas se encuentra el “presidencialismo exacerbado” de nuestro sistema político.  

Una de las consecuencias es que se debilita a los actores de la sociedad y de la política; principalmente, al Congreso, a los partidos y a los ciudadanos. La expresión, de este hecho se manifiesta en una crisis de “gobernabilidad y participación” que debe ser superada –por medio de reformas políticas- en la perspectiva de disminuir la distancia actual que existe entre los ciudadanos y las instituciones de la política.

Este distanciamiento ha debilitado una de las principales instituciones de la democracia; los partidos políticos. En efecto, ellos se encuentran en un acelerado “proceso de deterioro”.  Las consecuencias de este debilitamiento se expresan, a su vez, en una crisis de participación y representación que debe ser superada. Las propuestas del documento tienen ese horizonte.

La propuesta. En el documento hay tres propuestas de reforma política; a) cambio del régimen político, b) des-centralización y c) cambio del sistema electoral. En conjunto, las tres medidas apuntan a superar la crisis de gobernabilidad, participación y representación que invade a la sociedad chilena de hoy.

a). El régimen político. El “exacerbado presidencialismo” es una de las causa de la coyuntura actual de crisis. Por ello, el documento plantea que “Chile necesita de más y mejor democracia y eso se traduce en un nuevo régimen político de carácter semi-presidencial… que separe la institución de la Presidencia (Jefe de Estado) de la de Jefe de Gobierno (Primer Ministro)”.  No voy a entrar en el detalle de los cambios institucionales que dicho cambio implica; sin embargo, esta mecánica de gobierno genera mayor influencia de los partidos y del parlamento. Es, por tanto, una medida que busca debilitar la institución del Presidente y fortalecer otras. En efecto, el fortalecimiento de los partidos contribuirá no sólo a mejorar la participación y el equilibrio político del sistema, sino también “la calidad de la política”. Para ello, hay que –según los convocantes- impulsar algunas reformas como: “a) transparencia y rol de los partidos, b) financiamiento público de estos, c) prohibición de las reelecciones indefinidas en todos los cargos de elección popular, d) primarias simultáneas y vinculantes y e) la obligación de que los partidos sean plenamente democráticos en su práctica interna”.

b). La des-centralización y la “democratización del poder”. Profundizar la democracia implica también des-centralizar el poder. En esa dirección, el documento plantea “las siguientes medidas concretas: a) Elección directa del Presidente del Gobierno Regional, b) Elección directa de los consejeros regionales, c) Fortalecer las facultades de los Gobiernos Regionales e incrementar sus recursos, d) La creación de los Gobiernos Metropolitanos (donde las ciudades ya han adquirido ese carácter), d) Fortalecer el rol fiscalizador de los concejales en los Municipios y e) Implementar una norma de responsabilidad fiscal. Todo esto en el marco de un estado nacional y unitario”.

c). Cambio del sistema electoral. Aquí, se encuentra, sin duda, lo sustancial y relevante del documento. Al mismo tiempo su aspecto más controvertido. Esta reforma no sólo debería contribuir a solucionar la crisis de participación, sino también –y sobre todo- la de representatividad. Mientras por un lado, hay que “abrir cauces de participación”, por otro hay que hacer cambios que “respondan a la crisis de representación, que incluya la diversidad… posibilite la generación de acuerdos para sustentar gobiernos mayoritarios (y) evite la fragmentación excesiva”.

Para ambas colectividades –como para otros actores del sistema político chileno- se trata de un cambio ineludible e inevitable a mediano y largo plazo. Por ahora, hay que buscar consensos. Y del mismo modo, el contenido de esos acuerdos; es decir, el sistema electoral que va reemplazar el actual mayoritario binominal. Las divergencias comienzan, por tanto, desde el diagnóstico. De hecho, los convocantes del documento afirman “que el actual sistema electoral… ha significado, para algunos, un aporte a la gobernabilidad y se ha comportado de una manera razonablemente proporcional mientras que, para otros, no ha permitido representar democráticamente la voluntad ciudadana”. Es decir, mientras para unos el sistema funciona bien cumpliendo sus objetivos fundacionales, para otros genera exclusión y subsidio político-electoral.

No obstante, “lo importante es no detenerse, sino que avanzar en la construcción de los consensos y las amplias mayorías que cada una de estas reformas requieren”.  En el marco de esa voluntad  los firmantes del documento plantean la tesis de avanzar hacia un “sistema electoral corregido”. En ese camino, “alentaremos -afirma el duo Larraín-Walker-, junto a otras fuerzas políticas, el estudio de la fórmula que resulte más adecuada para dichos fines”.

Termina le documento afirmando que “el país requiere de estos cambios (y que) ahora es el momento adecuado para ello… la demora sólo acentuará el diagnóstico y sus peligros”.

¿Qué aporta el documento? En términos de contenido el aporte, es muy escaso. Su valor político tiene que ver con otros aspectos. En relación al cambio del régimen político hay que apuntar que el debate encuentra raíces en los ochenta. Es más, entre las propuestas políticas de la candidatura de Marco Enríquez-Ominami se encontraba este planteamiento. Por tanto, nada nuevo. En relación a la descentralización y democratización del poder también se trata de propuestas que han circulado y circulan en el debate.

En el tema electoral, las cosas son más complejas. Ya vimos que el problema comienza con las distintas valoraciones que se le otorgan al binominal. Y siguen, con las fórmulas y los tiempos para hacer el cambio. Con los tiempos se ha planteado desde distintos sectores que lo ideal sería tenerlo implementado en las parlamentarias del 2013. En el tipo de sistema de electoral a diseñar hay distintas visiones; que van desde el mayoritario uninominal -tesis Longueira- y el proporcional corregido –que es la opción del documento de la discordia y de la Concertación- pasando por un “binominal corregido”.

Lo relevante del documento es, por tanto, a) el acercamiento político DC-RN que tiene todo un futuro por recorrer -¿protoalianza?-, b) la convicción de que Chile necesita reformas políticas profundas, c) que existe una voluntad política amplia y transversal de impulsarlas, d) que la reforma al binominal no será fácil de materializar y e) que la Udi juega e intimida con la “política del rehén”.

lunes, 23 de enero de 2012

El Mapa territorial del Binominal


Enero 2012
Los sistemas electorales son mecanismos institucionales que tienen como objetivo traducir o transformar la Voluntad General del Soberano (electores-ciudadanos) en escaños o asientos parlamentarios. Del mismo modo, funcionan para elegir jefes políticos (a nivel del Estado o Municipio) o representantes a nivel local (concejales, consejeros, etc.).

El principio en una democracia representativa (y participativa) es que los votos tienen el mismo peso para cada uno de los electores; es decir, para el caso chileno el voto de un elector del norte debe ser igual al de uno de la zona central, del sur o de la zona austral del país. En definitiva, cada voto debe valer (como cantidad) lo mismo. Si se quiere, un voto debería ser equivalente a un punto en el conteo final. Sin embargo, en el sistema electoral binominal eso no ocurre.

Lo que ha sostenido en el tiempo esa situación que algunos han llamado “cancérigena” no sólo ha sido el cálculo político (del “pacto dupolico”), sino también la tesis de que es un sistema que genera estabilidad y hace posible la gobernabilidad.

Sin embargo, si el binominal ha generado estabilidad, lo ha hecho a costa de una profunda distorsión de este principio básico de la democracia. Es un sistema que ha “distorsiona y torcido” la Voluntad del Soberano durante veinte años y que hoy ha generado una crisis de representatividad, participación y legitimidad.

Dos son las distorsiones que genera el binominal;  a) la del empate ficticio y la exclusión de todo lo que no sea “pacto duopolico” y b) la distorsión territorial del voto-elector.

El primer aspecto ha sido ampliamente discutido. Sin embargo, quisiera mencionar que con el 33,3% de los votos una fuerza política (pacto o partido) se asegura el 50% del parlamento. Este hecho es lo que se ha llamado “empate ficticio”. No obstante, esta situación funciona de mejor manera (y ese era el diseño original) en un escenario de dos fuerzas en competencia. No ha sido el caso de Chile.

En relación a la exclusión de sectores minoritarios hay que decir que se trata de partidos o pactos que de las 360 mini elecciones a nivel de los diputados (6*60) sólo en el 20% de los casos (72) han logrado menos del 5% de los votos. Es decir, en el 80% de las veces los votos superan el umbral del 5% y con ello el requisito de un sistema “proporcional corregido”. A nivel del Senado de las 66 mini elecciones el umbral del 5% se ha superado en el 77% de los casos (23).

En definitiva, las minorías que excluye el binominal superan con en muchas ocasiones el umbral del 5% de los votos; y de igual modo, quedan fuera del parlamento. Mientras las fuerzas del “pacto duplico” están la mayoría de las veces “sobrerepresentadas” (más escaños de los que le corresponde según la cantidad de votos obtenidos), las fuerzas minoritarias la mayoría de las veces están “subrepresentadas” (menos escaños de los que le corresponde según la cantidad de votos obtenidos).

Por tanto, la primera distorsión genera que no exista correlación entre los votos obtenidos y los escaños logrados. Esto, sin duda, determina que en unos distritos o circunscripciones los votos de cada elector no tengan el mismo valor.

Un sistema electoral no sólo debe asegurar que el número de votos se exprese “proporcionalmente” en el número de asientos obtenidos en el parlamento, sin también que cada postulante sea elegido con una cantidad de votos similar independientemente del lugar de hile en que se encuentre. Veamos la segunda distorsión.

Este último caso genera el mismo efecto; pero, en el ámbito de la cantidad de votos necesarios para elegir postulantes. Cualquier reforma del binominal debe considerar este hecho y como consecuencia reformular el mapa territorio-electoral del país. Los datos de esta situación son evidentes y contundentes.

Las cifras a nivel de los diputados muestran según el número de inscritos que en el ’89 se debía elegir un diputado cada 63.000 electores, en el ’93, ’97 y 2001 cada 67.000, en el 2005 se sube a 68.500 y en el 2009 a 69.000 electores. Si consideramos el número de votos válidos observamos que en el ’89 y en ’93 el número de electores para cada postulante electo debía ser de 56.000, en el ’97 se baja a 48 mil, en el 2001 a 51.000 y en el 2005 y 2009 a 55.000 electores.

Al analizar lo que ocurre en cada distrito y elección observamos cómo esta situación se distorsiona dependiendo del lugar territorial en cuestión. Según los votos válidos los distritos más grandes son el 18 (Cerro Navia, Lo Prado, Quinta Normal), el 20 (Cerrillos, Estación Central, Maipú), el 21 (Ñuñoa, Providencia), el 23 (Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea), el 27 (El Bosque, La Cisterna, San Ramón) y el 29 (La Pintana, Puente Alto, Pirque, San José). Son los únicos seis distritos en los que en las seis elecciones (entre el ´89 y el 2009) se ha superado el umbral de los 150 mil votos válidamente emitidos. El promedio de votos respectivamente (en esas seis elecciones) es de 176.545, 218.069, 181.345, 190.665, 167.884 y 167.282. El promedio de esos seis distritos es de 183.632 votos válidos. ¿Qué ocurre? Suceden dos hechos que distorsionan.

El primero, es que en cada uno de ellos se escogen dos diputados; es decir,  en estos distritos concurren en promedio 183.632 electores para elegir sólo dos representantes. La magnitud de la distorsión se observa cuando analizamos lo que ocurre en los seis distritos más chicos. Eso, lo veremos más adelante. El segundo hecho de la distorsión es que en esos seis distritos con 1.101.790 votos en promedio se eligen 12 diputados. Es una cifra que representa en promedio el 17,1% de los votos válidos a nivel nacional; es decir, con ese total de votos esos mismo distritos deberían tener una representación de 21 diputados. Eso sí, en el contexto de un sistema electoral que no genere distorsión territorial en el que cada voto tiene el mismo valor político.

Veamos lo que ocurre en los seis distritos más chicos. En términos de promedio y según los votos válidos los seis distritos más chicos son el 5 (Chañaral, Copiapó, Diego de Almagro), el 6 (Alto del Carmen, Caldera, Freirina, Huasco, Tierra Amarilla, Vallenar), el 9 (Canela, Combarbalá, Illapel, Los Vilos), el 49 (Curacautín, Galvarino, Lautaro, Lonquimay, Melipeuco, Perquenco, Victoria, Vilcún), el 52 (Cunco, Curarrehue, Gorbea, Loncoche, Pucón, Toltén, Villarrica) y el 59 (Aysén, Chile Chico, Cisnes, Cochrane, Cihaique, Guaitecas, Lago Verde, O’Higgins, Río Ibáñez, Tortel). El promedio de votos válidos respectivamente es de 60.070, 42.266, 60.527, 64.157, 62.332 y 37.729. El promedio de esos seis distritos en seis elecciones es de 54.514. Nuevamente, ¿qué ocurre?

Sucede que el peso político y electoral de esos pequeños distritos es igual a lo que observamos en los seis más grandes al elegir también cada uno dos diputados. Evidentemente, no puede ser lo mismo 183 mil votos para elegir dos representantes que 54.500 para elegir la misma cantidad. Como tampoco un millón cien mil votos para elegir 12 diputados que 327 mil votos para elegir la misma cantidad. Como se observa, el voto de un elector perteneciente a distritos electoralmente grandes no tiene el mismo peso político que el de un elector de un distrito chico o mediano.

Finalmente y como un forma de reforzar la hipótesis anterior, observamos que en la elección de Diputados del 2009 el distritos que eligió dos diputados con el menor número de votos válidamente emitidos fue el 59 con 40.961. Del mismo modo, el más grande fue el distrito 20 que con 241.446 votos válidos también eligió dos representantes. Es decir, el elector del distrito 59 tiene un peso político-electoral seis veces más que un elector de las comunas de Maipú, Estación Central y Cerrillos.

Finalmente, a nivel del Senado la distorsión es mayor. Y ello, al analizar circunscripciones y/o regiones. En efecto, mientras la Región Metropolitana elige 4 senadores con un promedio de 2.542.912 votos válidos, la Quinta lo hace con un promedio de 727.645 y la Décima con 190.022. Mientras, la Circunscripción segunda elige dos senadores con un promedio de votos válidos de 185.565, la Circunscripción siete (Metropolitana Poniente) lo hace con 1.221.871 y la Circunscripción 19 sólo con 67.856.

Estos hechos son, sin duda, otra distorsión del sistema binominal y que la potencial reforma debe corregir. Ello, implica, por tanto, reformular y ajustar el mapa territorio-electoral del país. Y ello, pasa necesariamente por aumentar el número de representantes; aún cuando, sea una mala señal para una coyuntura de crisis de legitimidad. Si se hace, sugiero n subir los costos de la labor parlamentaria.

jueves, 5 de enero de 2012

¿Un Complejo segundo tiempo?


Enero-2012
Los ciclos de los procesos políticos, sociales e históricos no coinciden con la cronología común de los años ni siglos. Sin embargo, no podemos desconocer que, por lo menos para el caso de nuestro país hay ciertas fechas y meses que influyen en la dinámica del acontecer político. En esa dirección, nos encontramos con los meses de verano (Diciembre-Febrero), Septiembre (pre y post 18) o los intensos meses que se prolongan entre Mayo y Agosto que se han caracterizado históricamente por fuertes jornadas de movilización. En efecto, durante el 2011 fueron los que mostraron la mayor intensidad en la que los estudiantes fueron la vanguardia de un proceso que ha entrado en latencia para despertar en los próximos meses y seguir movilizando a la sociedad en su conjunto.

Empezamos el 2012. En Marzo el gobierno de Piñera cumple dos años y llega a la mitad de su gestión. Comienzan los descuentos para su “desalojo” o continuidad y los cálculos políticos para dos años que se vienen complejos en términos políticos, económicos y electorales. En efecto, este año se vienen las municipales que no sólo inauguran el nuevo padrón electoral (como consecuencia de la inscripción automática), sino también son el primer apronte para las presidenciales y parlamentarias del 2013. Al mismo tiempo, son un momento fundamental para la evaluación final del gobierno.

Serán, sin duda, dos años tan complejos como el primer tiempo de su gestión. Los dos primeros estuvieron marcados por a) la reconstrucción, b) la instalación y el aprendizaje (del gobierno y oposición), c) los permanentes conflictos de intereses de sus colaboradores en general y Piñera en particular, d) la reestructuración de los partidos para la nueva fase, e) la búsqueda de un relato, f) la sostenida baja en las encuestas (desde finales del 2010) y g) el despertar y malestar ciudadano. Hechos, que ha terminado debilitando al gobierno y poniendo en duda su continuidad.

¿Qué caracterizará éstos dos últimos años de administración Piñera? El segundo tiempo se inicia con la presión que genera sobre el gobierno en particular y el sistema político en general “la Era de las Reformas”. Sin duda, se trata un elemento que va cruzar la acción política y legislativa de estos años y formara parte del debate presidencial futuro. Por lo menos, eso ocurrirá con la Reforma Tributaria y con algunas reformas políticas en las que no se logre avanzar durante este 2012 o se haga “a medias” y se conformen con el “peor es nada”; por ejemplo, nueva Constitución y Binominal.

Junto a esta presión y exigencia política de alto impacto aparece un conjunto de escenarios que generarán un segundo tiempo muy complejo. Entre ellos; a) la coyuntura electoral, b) la crisis económica mundial, c) el segundo tiempo de la movilización social-ciudadana, d) los estudiantes, e) recuperar la credibilidad y confianza de la clase política y f) re-lanzamiento agenda social. Veamos cada coyuntura de manera breve.

Escenario electoral. Se nos vienen dos años electorales llenos de incertidumbre; sobre todo, si se logra articular una tercera fuerza o la unidad opositora. Empezamos con las municipales y terminamos con las presidenciales.  Son elecciones que van a estar marcadas fuertemente por el nuevo padrón electoral, la gestión de la crisis económica internacional, el avance en las reformas políticas y económicas y las respuestas que se den al movimiento social en general y estudiantil en particular.

Crisis económica. El escenario económico y político internacional esta turbulento. Sus efectos en Chile ya se sienten; en términos políticos, los sucesos de áfrica del Norte y la expansión de los indignados han motivado y fortalecido la movilización ciudadana local. En términos económicos, el primer efecto se verá en un menor dinamismo de la economía y sus consecuencias sobre el empleo, en una alza de los precios de la canasta básica, en una baja en la rentabilidad de los fondos de pensiones, en una baja del precio del cobre (de hecho, se estima que el crecimiento de China estará en torno al 7%) y en un alza de los commodities (energía y alimentos). En este escenario, ¿podrá avanzar la reforma tributaria?  Si bien por un lado se hace más urgente, por otro, la negociación con el capital se torna más compleja.

Movilización social-ciudadana. En el 2011 los ciudadanos y los consumidores despertaron de 20 años de silencio. Durante el nuevo año su accionar retomara el camino iniciado en Enero del año anterior con la Asamblea de Magallanes. Hay una deuda social pendiente.

Los estudiantes. Sin duda, la movilización estudiantil fue el hecho político y social más relevante del  2011. Se ha anunciado en todas las direcciones, que el movimiento sigue. No obstante, es difícil que adquiera los niveles de presión del año anterior. Sin embargo, este sector seguirá tensionando la gestión Piñera. ¿Cuántos Ministros más de Educación caerán?

Desprestigio y decepción política. La clase política chilena está preocupada. “La Era de las reformas” está pensada para ajustar la relación entre política y desarrollo; para que la política chilena y sus actores vuelvan a tener credibilidad y prestigio ciudadano. Las encuestas irán mostrando como la tendencia a la baja se profundiza, estanca o revierte. Sin embargo, no podemos olvidar que se trata de un fenómeno mundial y que en Chile se instalo hace muchos años. No será fácil salir de la “espiral de la decepción política”. No obstante y aunque resulte paradójico, la democracia esta fuerte y legitimada.

Agenda Social. La ansiedad del gobierno por alejarse del mundo empresarial y acercarse a la “gente” termino por agotar en el primer tiempo de su gestión la “agenda social”. Este es, sin duda, un elemento de alto impacto a la hora de evaluar y confiar en los gobiernos. Entonces, en materia social ¿qué tiene para ofrecer el gobierno en este segundo tiempo?, ¿sólo el Ingreso ético?

Cómo se ve, empieza el segundo tiempo en el marco de escenarios de tensión y conflictos previsibles y conocidos. La administración y resolución de los mismos definirán la continuidad o no de la Alianza en el gobierno. Lo bueno, es que ya saben a qué se enfrentan. Lo malo es que no sólo hay una oposición atenta y con vocación de poder que quiero volver a La Moneda, sino también un gobierno que ha improvisado mucho y que el capital se siente mejor en la oposición. No puedo olvidar las palabras de Longueira: “no olvidemos que ganamos como votos prestados”.