jueves, 31 de mayo de 2012

Las confusiones presidenciales del oficialismo


Mayo-2012
Las presiones por la salida del gobierno de los presidenciables se multiplican. Mientras unos piden que la salida sea “más temprano que tarde”, otros afirman que ello debe ocurrir después de las municipales. Ese es el dilema: antes o después de Octubre. Sin embargo, no es la única disyuntiva.

Desde que a fines de Marzo Longueira planteo la tesis de la primera vuelta con los tres postulantes del oficialismo el debate presidencial se desato y comenzaron las definiciones “virtuales” sobre el mecanismo y los tiempos para dar inicio “formal” a la campaña presidencial al interior de la Alianza. Con ese impulso los actores del oficialismo fueron definiendo sus preferencias sobre el candidato y el mecanismo. Han pasado dos meses y todo sigue “casi igual”; no hay postulante ni fórmula. El empate político se ha instalado.

En esa coyuntura el gobierno y los partidos hacen un llamado al orden, a no apurar la carrera presidencial, a no descuidar el trabajo ministerial y a no confundir el rol de candidato con el de Ministro. No se escucharon las directrices de la cabeza política. La dinámica presidencial no había como detenerla. Sin embargo, faltaba lo que ocurría con la cep a principios de Mayo.

El resultado fue demoledor para el oficialismo. Bachelet ganaba por goleada. Con ese dato se abre un escenario de pánico y la tensión por el tema presidencial en el oficialismo se intensifica.

La dinámica presidencial está en ascenso y no hay como detenerla. El tema es muy complejo dadas las lealtades en jugo y las dudas instaladas. Medio año más de incertidumbre y de lucha latente es insostenible. ¿Por qué?

Hay cuatro razones que aconsejan que las definiciones presidenciales del sector deban comenzar. En esa dirección, el oficialismo tiene que definir el mecanismo y el momento en que los presidenciables salgan del gabinete.

En primer lugar está el hecho de que mientras no exista definición ni claridad sobre el candidato no habrá crecimiento en las encuestas. No saben quién va ser el candidato, cómo lo van a definir, cuando lo van a definir y que programa van a impulsar. ¿Cómo se puede crecer en ese escenario?

Segundo. El Gobierno necesita tranquilidad y unidad para terminar su mandato de manera digna y poder remontar –lo que más se pueda- en sus niveles de aprobación. El ejecutivo y sus apoyos políticos necesitan certezas. Es la única manera de remontar el partido que va perdiendo. Por ello, los ministros deben jugar su rol y nada más. En el actual escenario todos saben que este gabinete tiene “fecha de vencimiento” y que está contaminado por una lucha presidencial latente que no sólo contribuye a que el gobierno siga cometiendo errores, sino también motiva a que otros Ministros se involucren. ¿Cómo es posible que el Presidente no pueda ordenar la mesa y deba navegar en un mar de incertidumbre?

En tercer lugar, está el hecho de que los presidenciables también requieren certezas y equipos. A la fecha han levantado el dedo de manera tímida para decir “soy candidato”. Seguir en el marasmo de la indefinición, cuando deben remontar muchos puntos, sólo los debilita. Deben trabajar por su opción de manera tranquila, sin miedos ni culpas. Para acortar distancia hay que apurar el paso. Competir con freno, no tiene sentido.

Finalmente, en cuarto lugar, surge la posibilidad de participar de la campaña municipal como pre candidato. De lo contrario, habrá que mirarla desde la ventana de la oficina ministerial y ponerse un “parche en la boca”. Cómo un presidenciable se va perder esta oportunidad de recorrer Chile haciendo campaña. Salir del gabinete después de las municipales es un error político de proporciones.

Y dadas las circunstancias por las cuáles deben comenzar a competir hoy de manera transparente,  ¿por qué, no lo hacen?

En primer lugar, surge el hecho evidente de que hay dudas. Ellas tienen que ver con la manera de relacionarse con el gobierno, con el mecanismo para elegir al abanderado, con los contenidos programáticos, con los equipos a diseñar, con las posibilidades reales de ganarle a Bachelet –o a la oposición- y con los tiempos del cronograma  presidencial.

En segundo lugar, están las sensibilidades, lealtades y compromisos para no debilitar al gobierno. Como candidatos deben definir la distancia que tendrán con el ejecutivo y su obra. Sin embargo, deben entender que la competencia presidencial al interior del gobierno genera más daños que si se diera desde afuera.  

En tercer lugar, surge la política del espejo; es decir, moverse en función del otro. Hay dos posibilidades; que se haga una salida programa y consensuada de los presidenciables o que uno de ellos use el “factor sorpresa”.

En el primer caso, hay dos alternativas; que se vayan “los tres” o “solo dos”. El escenario de los tres fuera del gabinete no es prudente para la Udi ya que la competencia entre Longueira y Golborne sólo generara tensiones y debilitara a ambos. Surge, por tanto, la posibilidad de que salgan del gabinete dos presidenciables –Allamand y Golborne o Longueira-. Esta fórmula también pasa por una definición del gremialismo.

Y finalmente, puede surgir el “factor sorpresa”. En este escenario uno debe salir y comenzar su carrera presidencial sin avisarle a nadie. De un día para otro el panorama cambiaria de manera radical. Al mismo tiempo, las tensiones aumentarían fuertemente.

En cuarto lugar surge el inmovilismo del gremialismo por la tensión que genera la competencia latente entre Golborne y Longueira. La directiva juega con el tiempo político y define como fecha tope Enero del próximo año.  Al mismo tiempo, este inmovilismo presiona a Rn y su abanderado de que no den ningún paso en falso que pueda dañar las confianzas. La advertencia ya la hicieron. Golborne es un problema hoy para la Udi; no es tema de Rn.

Ha llegado el momento de pasar de la competencia latente a la manifiesta. Ha llegado el momento de las definiciones y las decisiones políticas. El tiempo se agota; quedan 18 meses para las presidenciales, 12 meses para iniciar formalmente e intensamente la campaña –con competidores concretos- y cinco meses para las municipales.

La indefinición los ha llevado a poner en marcha una operación política que busca no sólo  desestabilizar a Bachelet, sino también ganar tiempo para esperar el devenir de los acontecimientos sin atreverse a torcer la historia. Todo, finalmente, termina formando parte de la política defensiva y confusa en la que cayó la derecha desde el primer día de su tan esperado gobierno.