Junio-2012
Desde la derrota política y electoral de la Concertación en las últimas presidenciales las condiciones para el término de la alianza de centro-izquierda aumentaron de manera considerable; no sólo se trataba de un proceso de fragmentación, de crisis de liderazgos, de agotamiento, expectativas y de proyectos, sino también de una baja electoral muy significativa.
Desde la derrota política y electoral de la Concertación en las últimas presidenciales las condiciones para el término de la alianza de centro-izquierda aumentaron de manera considerable; no sólo se trataba de un proceso de fragmentación, de crisis de liderazgos, de agotamiento, expectativas y de proyectos, sino también de una baja electoral muy significativa.
Sin
embargo, lentamente se fue produciendo un ordenamiento que la ha mantenido en
una “frágil unidad”; a pesar, de muchos –desde su interior y exterior- que
anuncian su muerte a cada amanecer. Hay dos hechos que generan las condiciones
para frenar la “crisis terminal”: la posibilidad cada vez más real de volver a
La Moneda y la lógica binominal que los obliga a mantener mínimos niveles de
unidad.
Dadas
las condiciones de la coyuntura actual un futuro gobierno de la Concertación es
imposible y potencialmente caótico si por un lado sigue quebrada en su interior
en términos políticos, y por otro no hay acuerdo con las otras oposiciones –la
política y la social-.
¿Cómo ordenar estas tensiones, avanzar
hacia la unidad opositora y hacia La Moneda? Evidentemente,
tomando decisiones, “sincerando posiciones” y disposiciones.
La
carta de Bachelet a la Junta de la Dc no sólo es el hecho político más
importante del evento partidario de la Falange, sino también el hecho político
más relevante del último tiempo. ¿Porqué?
En
primer lugar, la misiva Bachelet hay que leerla en clave presidencial. En esa
dirección la ex mandataria dice –en un nivel de connotación- que a) va ser candidata, b) que el eje de gobierno será la
igualdad y c) que la Dc es y debe
ser parte de ese proyecto.
En
segundo lugar, este hecho político va terminar ordenando el panorama político
para el gobierno y la oposición. Por el
lado del gobierno y del oficialismo este hecho genera condiciones para apurar
su agenda presidencial –mecanismo, programa y “distancia amigable” con el
ejecutivo”- y para la Concertación en particular y oposiciones en general se
producirá un ordenamiento político y programático.
La
carta de Bachelet es la hoja de ruta que viene a ordenar y a definir el futuro
político de la alianza de centro-izquierda. Este es, el hecho político que
refunda la Concertación desde el punto de vista del pacto político,
electoral y programático. La carta, por
tanto, se convierte en la base de un nuevo relato. En todo caso, esto recién
empieza y sólo el tiempo dará su veredicto.
¿Las bases del nuevo relato?
El eje programático de la potencial segunda administración Bachelet tiene como
elemento articulador la igualdad y el fortalecimiento de un Estado Protector
que asegure la protección social de cada habitante de Chile.
La
carta comienza con un diagnóstico. En ella se lee que “las manifestaciones, el
descontento y la creciente demanda ciudadana, son la expresión de justos
reclamos por más equidad, democracia y ciudadanía”.
La
incertidumbre que esta situación genera debe ser resuelta por medio de la
igualdad social, económica y política. A su vez, la base del relato igualitario
se sustenta en la demanda ciudadana y se funda en un “Estado Protector”.
La igualdad económica
se funda en una “verdadera reforma tributaria para así ampliar las
oportunidades de todos… y consolidar un sistema de protección social que
responda a las necesidades de nuestra gente”. Esta Reforma “deberá contribuir a
fortalecer la educación pública en todos sus niveles, aumentar la inversión en
salud y mejorar las condiciones del empleo especialmente para mujeres y
jóvenes”.
La igualdad Política.
Los cambios políticos requieren “máxima urgencia”. De ese modo, se buscar
responder a la actual crisis de “legitimidad y representatividad”. La agenda
política que funda el nuevo relato es el cambio del binominal, una ley de
partidos políticos, el voto de los chilenos en el exterior, la elección
democrática de los gobierno regionales, la ley de primarias, la promoción de
nuevos liderazgos y la ley de cuotas.
La igualdad social se
refiere básicamente a generar las condiciones para una sociedad tolerante,
dialogante e inclusiva. De hecho, hay que avanzar en el plano social hacia la
igualdad de género y generacional.
En
base a estos ejes del nuevo relato se invita a la DC a participar de este
esfuerzo progresista. Para esto, Bachelet los interpela de dos maneras. Como
amigos y como progresistas y humanistas. En efecto, al empezar la misiva afirma
que a la DC “me unen fuertes lazos de amistad, de trabajo conjunto, de
esperanzas, sueños compartidos y de tareas realizadas…y que aún desde la
distancia por mi trabajo en ONU Mujer, se mantienen vigentes y fortalecidos”. Y
al finalizar la carta, afirma que la DC “ha sido una fuerza política
fundamental para la representación amplia de un mundo progresista, abierto,
tolerante y comprometido con los valores del humanismo”. La invitación está
hecha.
En
esa dirección resulta interesante constatar el punto cuatro del voto político
de la última Junta Nacional. Se afirma que “el PDC para el próximo tiempo está
marcada por una agenda social contra la desigualdad y el abuso, un nuevo pacto
fiscal y un nuevo pacto constitucional. Estamos respondiendo a la interpelación
de que hemos sido objeto por la sociedad chilena en el último tiempo. Debemos
transformar las estructuras injustas que aún subsisten en nuestro país, en el
ámbito económico, social y político”.
La
carta de Bachelet es, sin duda, una hoja de ruta que tiene como misión no sólo
ordenar política y programáticamente a la oposición –principalmente, a la
Concertación-, sino también sentar las bases de un nuevo proyecto país. No
obstante, las ideas fuerza deben materializarse con proyectos y acciones
concretas que hagan posible y motiven el desplieguen de las voluntades. Por
ello, es clave el “sincerar posiciones” y disposiciones.
Una
pregunta final, ¿qué rol juega Escalona
en este nuevo relato? Para responder esa pregunta, lo primero a constar es
la transición que el Senador ha tenido desde que dejo la dirección –formal- del
partido hasta su llegada a la presidencia del Senado. En ese lapso paso de ser
un hombre de partido a un hombre de Estado. Y como tal, ha generado las
condiciones para convertirse en un hombre de gobierno. De hecho, al seguir sus
escritos del último año la sintonía con la ex mandataria es muy fina y
profunda.
Mientras
tanto, el oficialismo en este segundo tiempo ha recibido un gol de contragolpe.
Un golazo. Nuevamente, la pelota está en la mitad de la cancha.