Septiembre 2012
Las
fiestas del 18 nuevamente dieron la impresión de que el país vive en
tranquilidad política y que las tensiones son de otra época o lugar. Las
autoridades y los medios sólo estaban preocupados de que los ciudadanos y los
consumidores lo pasaran bien y no subieran de peso. Imágenes, sin duda, del
Chile que muchos quieren y que no existe.
El
año pasado, la movilización social-ciudadana encontró en las fiestas patrias –y
en el accidente de Juan Fernández- un punto de inflexión. Desde ese momento
todo fue debilidad y retroceso. No es casualidad, por tanto, que los
estudiantes no quieran repetir la historia y han convocado a una nueva jornada
de movilización.
Sin
embargo, en este 2012 el espontaneo y casi natural “enfriamiento político” post
18 no se volverá a repetir. Y ello, no sólo porque la iglesia –nuevamente
atrasada- ha mencionado la crisis de confianza, porque los estudiantes no se
van a desmovilizar, porque se vienen las municipales y el cambio de gabinete
“anunciado”, por los eventos partidarios de fin de año y las definiciones
presidenciales, sino también porque el malestar social –interpretado como
escenario de crisis- está instalado en el centro de nuestra sociedad.
¿Qué
explica el actual malestar social-ciudadano?; ¿ha hecho crisis el modelo?, ¿la
crisis es política, económica, social, cultural?
Desde
el año pasado se viene discutiendo sobre la profundidad de la crisis y del
modelo. Se ha escrito mucho y desde todos los ángulos políticos, teóricos e
ideológicos. Libros, seminarios, entrevistas de prensa, declaraciones, columnas
y editoriales dan cuenta de un debate que no sólo no está cerrado ni enterrado,
sino que sus diagnósticos y soluciones son parte de la misma situación de
crisis. Las evidencias de la crisis son múltiples; y sus respuestas variadas e
ineficientes. A veces, los analistas confunden la realidad con la ficción, la
voluntad con posibilidad, la militancia con el análisis y la política con la
ciencia.
Si
los ciudadanos ¿quieren más modelo o
menos modelo? es una pregunta que a la fecha encuentra respuestas
políticamente diferentes. Pero, ¿de qué modelo hablan?; obviamente, que para la
mayoría se trata de neoliberalismo. En esa línea, ¿la gente quiere menos
neoliberalismo o más neoliberalismo?; también, puede formularse ¿más Estado o
menos Estado? Incluso, ¿qué entienden por neoliberalismo? Las interrogantes son múltiples.
Chile, ¿es una sociedad en crisis? Si
comparamos escenarios de crisis entre países o entre distintas época por la que
ha pasado el país, la respuesta es No. Hay problemas, sin duda. Pero crisis
como lo que se ve hoy en Siria, en Europa, o lo que fue la crisis del ’73 y la
de los ochenta es algo muy distinto. Sólo los que fueron testigos y víctimas de
esos escenarios saben perfectamente que estamos lejos de ese tipo de
escenarios. A veces, da la impresión que los políticos y los analistas no
pueden vivir ni entender las dinámicas sociales sin crisis ni potenciales
rupturas.
En
estas líneas, quiero plantear de manera breve que la actual situación no es una
crisis “del modelo, sino en el modelo” y que ellas es triple; social, económica
y política. No obstante, el movimiento está desplegado y de no mediar respuestas de corto y mediano
plazo la situación de ajuste se va transformar en estructural. Voy a poner atención en “lo político”.
¿Está en crisis la política o si se
quiere el modelo político? Ya indique, que me parece exagerado
usar la palabra crisis para describir la coyuntura. Por ello, distingo entre crisis “de la política” de crisis “en la
política”. Planteo, por tanto, que lo que se percibe como situación crítica
y que amerita una Asamblea Constituyente es una “crisis en la política”; no, por ello, menos importante y urgente.
Los tres compontes que configuran la crisis actual es triple; de legitimidad,
participación y representación. En términos generales, la crisis de “legitimidad en la política” se expresa
en el desprestigio y en la falta de confianza; la crisis de “participación en la política” se
manifiesta en que la gente –los ciudadanos- no les interesa la política ni
menos formar parte de su institucionalidad y la crisis de “representación en la política” se expresa en que los políticos no
tienen la capacidad de representar e intermediar los intereses de grupos y de
clase.
Las
razones que explican esta triple crisis son variadas. No obstante, quiero poner
atención en un hecho que se encuentra en la raíz de la actual “crisis en la política”; y que, por
tanto, la explica en términos generales: la relación entre política y economía.
En
efecto, la explicación general se encuentra en la debilidad de la actividad política
frente al capital y la economía. Mientras por un lado el capital no tiene contrapeso
político ni social; por otro, la esfera de la política y su
institucionalidad se ha debilitado frente al poder económico. La
debilidad de la política es la debilidad de los políticos; la debilidad del
Estado es la fortaleza del mercado; la apatía de los ciudadanos es la ansiedad
de los consumidores.
La
política y los políticos han perdido la confianza de los ciudadanos por el
hecho de que la política ya no es vista como la instancia desde donde se
construye el proyecto colectivo y se transforma la sociedad; y los políticos ya
no son vistos como líderes que proponen, orientan y dirigen el proyecto; “el no sirven para nada” no es una frase
que surge de la calle de modo gratuito.
El
ciclo de movilización social que se abre el año pasado le ha dado a la política
y a los políticos la oportunidad de recuperar su rol y re-encantar a los
ciudadanos; de romper su impotencia.
Este
hecho, nos lleva a otra mirada sobre las soluciones a la actual “crisis en la política”: se necesita un
cambio de actitud –de los políticos de profesión y vocación- que ponga acento
en las convicciones, ideas y proyectos; y no, en la lógica del poder por el
poder. Este giro, por tanto, es más relevante que las reformas políticas que se
están impulsando.
Aquí,
está la primera solución a la crisis. Hay que pasar de las agendas individuales
–cargadas de narcisismo y hedonismo- a las agendas colectivas. El futuro de la
política y la posibilidad de recuperar su capacidad de transformación depende de
los ciudadanos y de los políticos. No hay que olvidar, que de todos modos, la
última palabra la tiene la política.