Noviembre-2012
La
dinámica presidencial del oficialismo ha entrado a una nueva fase con la salida
de los presidenciables del gabinete. La
carrera por La Moneda no ha empezado a partir de este hecho –como ha circulado
en algunos sectores-; al contrario, lleva mucho tiempo disputándose. En sentido
estricto desde el mismo día en que asumió Piñera se dio inicio al
posicionamiento presidencial del oficialismo. Lentamente, se fueron manifestando coyunturas que generaron
las condiciones para llegar a la actual situación en la que hay dos
pre-candidatos. El rescate de los mineros en Octubre del 2010 posiciono a
Golborne como un potencial aspirante que luego de dos años logró mantener y
consolidar esa posición. La entrada al gabinete de Allamand y Matthei en Enero
del 2011 y de Longueira meses después configura un escenario en el que la lucha
presidencial del oficialismo se manifiesta en una primera fase al interior del
Gabinete.
En
Marzo del 2012, hay tres Ministros posicionados como presidenciables: Allamand,
Golborne y Longueira. A fines de ese mes, el estratega de la UDI lanza la tesis
de que los tres deben ir a una primera vuelta. La táctica presidencial de
Longueira es rápidamente derrotada. Es más, días después el Consejo de la UDI
le da un voto político a Golborne en el que lo reconocen como un independiente
que puede representar al partido en materia presidencial. Desde entonces,
Longueira comienza lentamente a salir del escenario presidencial.
La
tesis Longueira, por tanto, abre una nueva fase en la que no sólo aumenta la
intensidad de la carrera, sino también las confusiones que en materia
presidencial al interior del sector. A la fecha, existían varias situaciones
que debían resolver: mecanismo para elegir el abanderado, quienes serían los
pre-candidatos, la carta Gantt presidencial, el relato que se iba a instalar y
los equipos que se iban a conformar para la competencia interna.
Hasta
las municipales –Octubre 2012- las confusiones seguían dominando la carrera
presidencial; sobre todo, en lo referente al momento en que debían los
presidenciables salir del Gabinete y dar inicio formal a la lucha por ser el
abanderado de la derecha. En efecto, estaba relativamente claro que la primaria
sería el mecanismo y que los que iban a competir eran dos –Allamand /Golborne-.
Es más, ya se había empezado a trabajar en los lineamientos programáticos.
Sin
embargo, la derrota municipal del
gobierno modificó de modo radical el cronograma presidencial del oficialismo.
Se puede afirmar, que la derrota electoral contribuyó a ordenar al sector; en
definitiva, a despejar las confusiones y generar certezas. Del mismo modo, las
municipales –a pesar de la debacle electoral- no sólo convirtieron el pesimismo
que reinaba en el oficialismo en optimismo, sino también motivaron un cambio de
gabinete que va en la dirección correcta que conjuga política y comunicación. El diseño tecnocrático inicial ha sido
enterrado de manera definitiva.
El
cambio de planes no sólo implicó la salida inmediata de los presidenciables
para empezar a “recorrer Chile con humildad”, sino también modificar su mayor convicción: que saldrían del Gabinete entre Enero y
Marzo. Salieron antes y de urgencia con el fin de transformar la derrota en
victoria. En ese escenario, se vieron obligados a proclamar a sus abanderados
de urgencia en las respectivas comisiones políticas.
Este
hecho, da cuenta, gráfica y evidencia de modo contundente una de las mayores
debilidades del gobierno y de la coalición que
lo sustenta. En efecto, se trata
de una gestión que al estar desprovista de política se convierte en defensiva y
reactiva. Es un gobierno que no anticipa ni lee bien las coyunturas. Para
que vamos a insistir en la improvisación que hay frente a cada evento
conflictivo. Han llegado tarde a todos los acontecimientos; el listado es
largo. Por tanto, lo que ocurre a partir de la derrota municipal es otra muestra del carácter reactivo de la
gestión del gobierno. Incluso, el anunciado cambio de Gabinete para mediados de
Noviembre –por efecto, de que sus ministros y otros irán a competir por un cupo
parlamentario- terminó siendo un fracaso.
Se
abre, por tanto, una nueva fase en la lucha presidencial en el oficialismo. ¿Qué escenarios surgen potencialmente en esta nueva
coyuntura?
Lo
primero que se observa es que hay dos
derecha en competencia; una política y liberal y otra técnica y
conservadora. Cada pre-candidato encarna de modo muy evidente esta tensión. Un
Allamand con experiencia y trayectoria
política y un Golborne sin experiencia ni trayectoria política. Un Allamand
centrado en la gestión política y un Golborne en la gestión técnica. Un hombre
de partido y un hombre de empresa. Un estadista y un gerente. Un Allamand que
se vincula con los ciudadanos y un Golborne que lo hace con los consumidores. Un
candidato racional y uno emotivo.
En
definitiva, dos derechas en competencia. Este hecho no había ocurrido nunca
desde la re-democratización. En este escenario, fue la UDI la que siempre
impuso sus términos; lo hizo con Buchi en el ’89, con Alessandri en el ’93 y
con Lavín en el ’99 y en el 2005. Solo la ambición de Piñera le pone atajo a
este hecho cuando se lanza a la carrera presidencial en el 2005 y se convierte
en Presidente cuatro años después. Por tanto, cuando estas derechas compiten en el escenario de los votos es la
corriente liberal y política la que ha salido vencedora. ¿Se repetirá la
historia?
En
segundo lugar, emerge un escenario en el que el enfrentamiento entre ambos pre-candidatos irá en aumento a medida
que nos acerquemos a la fecha de la primaria -30 de Junio-. No olvidemos que faltan ocho meses de competencia. ¿En qué término se dará la competencia?,
¿será de guante blanco? En fin, ¿quién dará el primer golpe? No olvidemos, que
este juego de fuego cruzado ya ha empezado –claro, de manera tenue-.
Un
tercer escenario que se abre es la distancia
que cada uno tome con el gobierno es otra dimensión que se irá resolviendo
en la campaña. Más distancia o menos distancia serán tácticas que se pondrán en
marcha en función de las necesidades de cada coyuntura.
Este
hecho es suma importancia para el futuro político del sector. Una de las
razones para mantener a los presidenciables en el Gabinete era no dejar en la
orfandad al gobierno ni menos comenzar a recibir críticas políticas desde el
propio sector. Por algo, el gobierno los quería adentro el mayor tiempo
posible. El problema es que “lo posible” nunca se pudo conciliar con “lo
deseable y necesario”. Hay lealtades y compromisos en juego. ¿Quién le dará el primer golpe al gobierno
o al Presidente?
El
cuarto escenario que se abre se relaciona con las diferencias que cada pre-candidato marque. No sólo es una cuestión
de estilos y vínculos con los ciudadanos, sino también en el plano de las
ideas. Hay una demanda social manifiesta que estará fuertemente vinculada con
este debate intra-alianza. Los presidenciables del oficialismo deber responder
frente a ese escenario: ¿cómo se van a conectar con esta demanda? De hecho, no
sólo debatirán entre ellos, sino también con la ciudadanía y con la oposición.
En este aspecto se juegan –en gran medida- el resultado de la primaria y de la
batalla final en Noviembre del próximo año. ¿Qué tienen para ofrecerle al país?
En
quinto lugar, surge el hecho –evidente- que la competencia no sólo será entre ellos, sino también habrá fuego
cruzado con los candidatos opositores y sus coaliciones, sobre todo, con el
“factor Bachelet”; la principal amenaza para sus aspiraciones de seguir en La
Moneda. Este hecho, sin duda, va tensionar la competencia interna del
oficialismo al enfrentarse a una competencia doble entre ellos y con la
oposición.
La
competencia será larga, muy larga; a pesar de todo, quizás no era mala idea
seguir en el gabinete.