lunes, 30 de diciembre de 2013

La derecha y la fragmentación de su campo político

Diciembre - 2013
La crisis de RN es una ramificación de la crisis de la derecha. Lo que ocurre en ambos partidos donde uno se desangra y otro ni se inmuta  es el resultado de una crisis profunda en la que las tensiones entre los dos partidos y al interior de los mismos han llegado a un punto de inflexión. De que el sector está en crisis no hay duda. Los datos y los hechos son elocuentes y contundentes. La crisis es múltiple: política, electoral, ideológica y cultura.

Ya lo he mencionado en otros artículos; es política porque ha perdido credibilidad, capacidad de articular y liderar un proyecto, es electoral porque ha perdido electoralmente de manera contundente desde octubre del 2012, es ideológica porque sus ideas se han debilitado y han perdido capacidad de convocar y cultural porque el Chile del nuevo ciclo quiere, piensa y siente en una clave que no ha sintonizado con la derecha actual.

Lo que ocurre hoy en la derecha se venía anunciando hace meses. De hecho, la primera alerta fue la baja en la aprobación del presidente y la derrota en las municipales. Luego, el espectáculo de la carrera presidencial. En definitiva, la derrota presidencial y parlamentaria, la “noche de los cuchillos largos” y el proceso de “refundación” que se instalaría post-presidenciales son hechos que se venían anunciando desde hace largo tiempo.

Sin entrar en lo grueso –análisis hecho en otros artículos- la derecha se confundió y debilito en su propio gobierno. Sin saberlo, ni imaginarlo el gobierno de Piñera y de la Alianza trae el germen de su destrucción. Pero, no por el hecho mismo de “ser gobierno”. Lo que, por tanto, genera la confusión y debilidad es la nueve fase política y social que se instala en el país desde el gobierno de Bachelet y que se consolida en el gobierno de la derecha.

En consecuencia, el problema y el desafío político de la derecha hoy es insertarse de manera competitiva en esta nueva fase socio-política. Los movimientos para este aterrizaje empezaron hace meses: a) lo que ocurre en torno a la bajada de Golborne, b) en torno a la nominación de Matthei y el rol jugado por Allamand, c) en torno a la propia campaña y d) en torno al “septiembre negro”, son sólo hitos de un proceso que tiene su propia dinámica desde hace varios meses.

Entonces, lo que ocurre hoy es también parte de esa historia y proceso. Lo interesante, es que lo que estaba en estado de latencia y que formaba parte de la tectónica del poder ha transitado y a comenzado a manifestarse y a perfilarse.  No hay mucha claridad si la derecha vive hoy un proceso de refundación, adaptación, re-formulación, re-articulación y/o re-estructuración.

Lo que está claro, no obstante, es que está inmersa en una “coyuntura de adaptación” a la nueva fase socio-política: la derecha va en camino hacia algo distinto a lo que ha sido hasta hoy.

No se trata de que renuncien a sus ideas rectoras, a su historia, a sus tradiciones, a sus complicidades, a su genealogía ni a sus compromisos de clase. La derecha seguirá siendo de derecha.

Aquí, está el nudo del problema político que tiene hoy: adaptarse al nuevo Chile para ser competitiva y seguir siendo de derecha.

En este proceso, se observa una tendencia clara y profunda: la fragmentación de su campo de acción política. Sin duda, un cambio revolucionario para el sector y para el sistema político. 

La derecha siempre ha competido en democracia dividida en dos grandes partidos: liberales y conservadores por un lado y Renovación Nacional y los gremialistas por otro. La excepción, no obstante, la encontramos con el Partidos Nacional que logra articular en un sólo partido a conservadores, liberales, nacionalistas, estanqueros de Prat Echaurren y proto-gremialistas. Sin duda, el objetivo de recuperar el poder como clase es el elemento de unidad y articulación. De hecho, una vez recuperado el poder con el “golpe militar” se disuelven rápidamente.

Por primera vez, la derecha tiene hoy tres actores políticos: dos partidos –RN y la UDI- y uno en vías de serlo –Evópoli-. La fragmentación del campo político se consolida cuando vemos emerger un cuarto grupo: el piñerismo. Sigamos. Hay un quinto actor: la generación de liberales que se articulan en torno a Red Liberal y cuadros profesionales de corte tecno-liberal. Son estos, cercanos a las propuestas de Velasco. Ha llegado la hora de la diversidad. Ha llegado el momento de la modernización política y cultural de la derecha. En eso están.

Aún más, al interior de ambos partidos hay fuertes pugnas internas que abren el abanico de la fragmentación. Las fugas y las amenazas de “renuncias”  que han ocurrido en RN son parte de este proceso. Aquí, podría surgir otro referente: “Renovación Liberal” se ha escuchado. O bien vincularse con el piñerismo y/o entrar a Evópoli. Por otro lado, la UDI, con una cultura política distinta, también tiene dos fracturas latentes: la generacional y la popular-social.

Es más, podemos encontrar otra derecha: la independiente y de centro que en esta oportunidad se articuló en torno a la figura de Parisi. Y finalmente, una derecha también de centro vinculada al regionalismo de un Horvath, de un Cantero, del PRI o de otras fuerzas locales.

La Alianza o la Coalición por Chile, por tanto, ya no se construirán sobre dos partidos. Los llamados a la unidad –de algunos sectores- son los últimos intentos de anular esa fragmentación.

Surge dos preguntas: ¿qué efectos tiene esta fragmentación sobre el sistema político? y ¿qué tipo de derecha que se va instalar desde marzo próximo?

Sobre el sistema político se insinúan tres tendencias: flexibilización de la política de alianza, mayor autonomía en el parlamento a la hora de los alineamientos y disputa por un espacio político de centro, de clase media, independiente, liberal, moderno y primo de los democratacristianos.  Desde marzo veremos qué tipo de oposición se comienza a diseñar y como se re-configura el mapa político del poder al interior de la derecha local.

Sobre la propia derecha se observan cuatro tendencias en ascenso: fuerte disputa por la hegemonía del sector –lo que los termina desangrando siempre-, mayor autonomía política y legislativa de cada partido, amplio panorama presidencial y cambio generacional.


Veremos, cómo se desencadenan estos procesos en los escenarios del futuro. Por ahora, a esperar los consejos de enero, el fin del gobierno  y las elecciones internas de sus partidos. Por mientras, Piñera sigue siendo el personaje más fuerte en la derecha hoy. 

domingo, 22 de diciembre de 2013

Las presidenciales 2017 ya están en marcha

Diciembre 2013
Ha terminada otra elección presidencial. El resultado ha sido el esperado. En efecto, hace dos años que las encuestas y el “sentido común” daban a Bachelet como la ganadora. En definitiva, “no, se pudo” ni fue “posible”.

Pero, de inmediato se abre otro ciclo electoral-presidencial en que ya hay algunos –más bien, varios-- en la línea de largada. Es cierto, es un poco extemporáneo pensar en candidaturas presidenciales cuando ni siquiera asume la presidenta electa y cuando el futuro político es siempre incierto, sobre todo, cuando no se administran sus tiempos y ritmos de manera eficiente.

Lo cierto y concreto, por tanto, es que las presidenciales 2017 están en marcha. De hecho, lo están desde hace varios meses. No hay que olvidar las palabras de Matthei en el debate de ANATEL en el que mencionó que le parecía bien que las posiciones presidenciales se sinceraran y que no era extraño pensar que hay muchos ya pensando en la próxima presidencial, incluso, habían algunos pensando en el 2022. En consecuencia, el tema presidencial es contradictorio: ya está en marcha, pero no es el momento.

La cuestión presidencial es fundamental y permanente en las democracias. De hecho, las aspiraciones presidenciales siempre están presentes y oscilan entre la latencia de la política y la oportunidad de la coyuntura. Del mismo modo, no hay que olvidar que los liderazgos presidenciales son constructos políticos y vocacionales de largo plazo; por lo que, siempre sus acciones políticas tienen como horizonte el “sillón presidencial”. De hecho, de todos los presidentes de la post-dictadura sólo la Bachelet 1.0 se aleja de ese patrón. Al contrario, el caso más extremo es el del propio Piñera que entró a la política hace 25 años sólo para ser Presidente de Chile.

Entonces, ¿quiénes son hoy los presidenciables que empiezan la carrera por La Moneda 2018?

Lo primero que se observa es que la lista es larga. Muchos quedaran en el camino y pocos aparecerán en el escenario como cartas emergentes.

En la derecha el panorama es de confusión, tensión y reformulación. En RN es donde se observan los mayores problemas y el mayor abanico de opciones: Allamand, Ossandón y Espina son las cartas presidenciales del partido. Lily Pérez podría ser una alternativa interesante dadas ciertas características de la coyuntura. 

En el gremialismo se observa en primer término un vacío de opciones. Las hay; pero, muy debilitadas. Melero ha mencionado que Matthei se ha posicionado para una eventual re-postulación. Como una manera de fortalecer internamente la UDI Popular y mantener la idea de un partido grande y masivo surge la figura de Moreira cuya personalidad podría ser interesante para una contienda presidencial. Incluso, de la UDI joven –las llamadas nuevas generaciones- se posicionan los diputados Silva y Hasbún.

La emergencia de Evópoli traerá aire fresco al sector; sobre todo, si logra incorporar figuras descolgadas de RN y posicionar un discurso más liberal en lo político y cultural y menos ideológico en lo económico. Entre sus presidenciables surgen los nombres de Felipe Kast y de Cruz Coke.

¿Y qué pasa con Piñera? Para nadie es desconocido que el presidente actual quiere volver a La Moneda. Del mismo modo, es evidente que ha ido construyendo sigilosamente una “nueva derecha” que sirva de plataforma para sus aspiraciones presidenciales. Se trata, a lo menos, de una derecha distinta a lo que ha sido hasta hoy RN y la UDI. Una derecha que rompa con Pinochet y su legado. Una derecha que busque posicionarse en un espacio político vació y que  muchos definen domicilio: el centro liberal. Es decir, ubicarse a la izquierda de la derecha actual.

Hoy, es prematuro observar con claridad estos movimientos de la tectónica del poder. Sin embargo, lo que parece claro es que Piñera no vuelve a RN, que desde su fundación buscara los primeros posicionamientos para su apuesta política, que muchos le han comenzado a “pegar políticamente” para debilitarlo, que tiene amplias coincidencias y complicidades con Evópoli y que es el personaje político más fuerte de la derecha chilena de hoy.

Piñera, no necesita a nadie para ser candidato presidencial. Tiene dinero suficiente para financiar lo que quiera, tiene vocación de poder –el sentido de su vida pública-, tiene experiencia política y tiene redes de apoyo y contactos. Es más, independizarse de sus socios históricos le abre un abanico de posibilidades no sólo de diseñar un proyecto político y social que se cristaliza en lo que se conoce como “piñerismo”, son también de articular otras alianzas políticas.

¿Qué pasa en la Nueva Mayoría?  La DC es la que mayores urgencias tiene. No sólo su problema es de nombres y opciones, sino también de sintonizar con el Chile del nuevo ciclo político en el que se abren paso fuertemente nuevas generaciones. De hecho, la derrota de Orrego en las primarias ha dejado una gran lección para la Falange. Incluso, muchas dudas.

Entre los presidenciables se observan cuatro: Orrego, Walker, Rincón y el Senador Pizarro. Hay que esperar, no obstante, que pasa con el rol que el “Gute” pretende jugar en la DC y en cómo se posiciona su sector. Hay que estar muy atentos a lo que sucede en este partido. Se viene un período muy complejo para la Falange.

Para la “Nueva Mayoría” hay un hecho determinante y fundamental que va tener gran incidencia en la sucesión presidencial. Se trata, de que el proyecto de “transformaciones estructurales” no se agota en cuatro años. En consecuencia, ¿quién esta política y electoralmente en mejores condiciones para darle continuidad al proceso de cambio? Es una variable fundamental para la definición presidencial del sector. Y del mismo modo, será muy relevante el rol que jugara Bachelet en esta decisión.

Este sólo hecho, por tanto, deja fuera de carrera a los comunistas y a la DC. Sin duda, es una afirmación apresurada y distante de los tempos políticos reales en que todas estas dinámicas se desencadenen. Pero, es evidente que la DC no puede encabezar un proceso de cambio de tales magnitudes, sobre todo, teniendo en cuenta las actuales condiciones internas de la Falange. Por su parte, a los comunistas les interesa más el programa que la figura presidencial.

En consecuencia, hay que poner las miradas en el PS-PPD. Sin embargo, resulta evidente observar que en el PS con Bachelet en La Moneda se produce un vacío de liderazgo presidencial. Por tanto, ha llegado la hora del PPD. En efecto, hay tres figuras que tienen posicionamiento presidencial: Lagos Weber, Carolina Tohá y Girardi. Curiosamente, los dos primeros muy cercanos a Bachelet y fuertemente comprometidos con el “programa de la inclusión”.

Finalmente, surgen las preguntas en torno a Gómez y Velasco. El primero, ya ha tenido incursiones presidenciales fallidas. Hoy, no hay claridad sobre su futuro político y sus proyecciones. Al contrario, todo indica que Velasco irá nuevamente por el “sillón presidencial”. Sin embargo, las probabilidades de que pueda liderar a la “Nueva Mayoría” es muy baja; por no decir nula.

¿Qué pasa con los no duopolios?  Entre los no duopolicos hay dos figuras que tienen buenas perspectivas no sólo para su posicionamiento presidencial, sino también para mejorarlo: Parisi y MEO. Es difícil saber qué pasará con el economista. Pero, es evidente que MEO sigue en carrera.

De hecho, MEO en las próximas encuestas de posicionamiento presidencial deberá aparecer entre los que tienen hoy mayores opciones y en un expectante y privilegiado lugar. Perfectamente, MEO podría liderar la segunda fase de las “transformaciones estructurales”, sobre todo, si hay que profundizar el proceso. El problema político es que para ello, debe recomponer confianzas con un conglomerado en el cuál se formó y con el que se distanció. Necesariamente, para crecer electoralmente MEO necesita puentes con sus primos políticos.

Por ahora, hay que esperar el desenlace de todos estos procesos. Hoy, el tiempo político es otro y mucho queda por suceder. Muchos son los presidenciables; unos mejor posicionados que otros. Sin embargo, hay algunos que tienen mejores opciones: Allamand, Ossandón, Piñera, Lagos Weber y Marco.

Los dos primeros años de la nueva gestión será el primer tiempo del ciclo presidencial. Veremos cómo va esta carrera hacia marzo del 2016. Partieron.





lunes, 9 de diciembre de 2013

Longueira y el futuro de la UDI

Diciembre 2013
La renuncia de Longueira a la política es un hecho político con efectos de corto y largo plazo no sólo para el gremialismo, sino también para el sistema político en su conjunto. Longueira es, y ha sido un actor fundamental de la política de los últimos 35 años.  A pesar de su “alejamiento” seguirá jugando un rol decisivo.

El retiro, lo  había mencionado en el último tiempo en varias ocasiones. Pero, el mismo había dicho que se había “re-encantado” con la política desde el ministerio de Economía. Luego, entro a la carrera presidencial obligado por las circunstancias: “lo que llegó sólo… ya que no lo busque” fueron sus palabras. Finalmente, gana la primaria y un mes y medios después renuncia a la candidatura presidencial aduciendo razones de salud: “depresión severa” fue el diagnóstico que circulo públicamente. Luego, cincos meses después anuncia su retiro de la política contingente: “he cumplido una etapa” fueron sus palabras.

Hay tres preguntas fundamentales: ¿por qué se retira de la política?, ¿por qué hace el anuncio antes de la segunda vuelta? y ¿qué efectos políticos tiene la decisión de Longueira? 

¿Por qué se retira de la política?
Dos son las razones del retiro de Pablo: personales y políticas. Las personales tienen que ver con el cansancio, con su “depresión” y con la re-valorización de otros aspectos de la vida. Sin duda, un Longueira cansado y enfermo no está en condiciones de competir, negociar ni articular. Las razones políticas que explican su “retiro” son tres:

1. Su salud y cansancio no le permiten competir en términos políticos por lo menos, a corto plazo. Pablo, se ha debilitado y eso ha repercutido en sus posiciones de poder: no está en condiciones de competir en la primera línea de la contingencia política.

2. Longueira ha llegado al convencimiento de que Chile está cerrando un largo ciclo político que se ha extendido por más de 30 años. Este hecho, implica que la derecha en general y el gremialismo en particular se debe “adaptar” a un nuevo Chile. Para Longueira, la adaptación a la nueva fase implica tres cosas: renovación generacional, pragmatismo político-ideológico y recuperar las formas originarias de hacer política según la doctrina “Guzmán”.

Longueira, no está en condiciones de liderar este proceso. Hay que abrir, por tanto, cauces a nuevas generaciones. Longueira, ha declarado por agotada a su generación. Es la hora, del relevo. Novoa, también hace un diagnóstico en esa dirección: “hay un ciclo que está llegando a su término” ha dicho el doctrinario.

El cambio –la adaptación- también debe ser ideológica; en el sentido, de abrirse a una visión no ortodoxa de los enclaves del modelo de desarrollo chileno. Desde el ministerio y desde la campaña para la primaria ya había insinuado algunos ajustes al modelo: más justicia social y terminar con los abusos en la relación capital-consumidores. Finalmente, en el plano de la acción política Longueira ha insistido al interior del gremialismo en volver al “estilo Guzmán”; es decir, privilegiar el sacrificio –“dejar la comodidad” se ha insistido desde el gremialismo-, los acuerdos internos sobre la competencia y pensar siempre en primer lugar en Chile.

3. Este proceso de “cambio” y de adaptación hay que iniciarlo ahora. Hoy, es el ahora y no después de la segunda vuelta. Renunciar a la política refuerza al interior del partido este proceso que ya se venía manifestando.

Este aspecto se relaciona con la segunda pregunta planteada: ¿por qué hace el anuncio antes de la segunda vuelta?

Longueira, en primer lugar, ha dado por perdida la elección presidencial. En consecuencia, ha decidido poner en marcha con mayor intensidad y actualidad la adaptación y la renovación del gremialismo en particular y la derecha en general. No se puede seguir postergando “lo urgente”.

Pero, no sólo ha querido apurar y decantar las tensiones internas del gremialismo, sino también señalar distancia con lo que ocurre en el sector hoy y con lo que pasara después del domingo quince. Ha señalado, en consecuencia, que no está disponible para el diagnóstico y juicio público. La pregunta no puede dejar de hacerse: ¿qué responsabilidad tiene Longueira en la crisis actual de la derecha en general y de la UDI en particular?

Y, en consecuencia, surge la tercera pregunta: ¿qué efectos políticos tiene la decisión de Longueira?

Los mayores efectos se producen al interior del gremialismo. El remezón es fuerte. Longueira con su decisión ha sido un catalizador para apurar el proceso de adaptación de la UDI  a los nuevos tiempos. Una primera fase de este proceso se abre con la renuncia de Longueira y termina con la instalación de la nueva directiva en abril del próximo año. Y entre medio, el consejo de enero.

El partido con la debilidad y renuncia de Longueira visibiliza fuertemente su fractura interna: sus “dos almas”. Un proceso que es consecuencia de un partido que por su crecimiento –para convertirse en el partido más grande del país-  “ha perdido cohesión” y ha ganado en “diversidad”. Un partido –que para algunos- ha perdido su “ideario original”. Un partido que se ha ido fragmentando lentamente y que en las dos últimas elecciones –la municipal y la parlamentaria- ha quebrado su tendencia sistemática a la expansión electoral.

Todo esto, se expresa, en los pragmáticos, longueristas y populares y los doctrinarios, novoistas y clasistas. Ambos grupos tienen visiones distintas en relación a Pinochet y su obra, en torno al rol del partido en los nuevos escenarios, en la relación del partido con la sociedad, con los empresarios y con los sectores populares, en relación al papel de la UDI en el gobierno de Piñera,  en la composición de clase de sus integrantes y en los vínculos y lealtades con el piñerismo.

Ahora, ambos sectores deberán enfrentarse por la conducción del partido y desde esa posición ejercer –más bien, tratar de mantener- la hegemonía al interior del sector. La definiciones son variadas: ¿tipo de oposición que harán al programa de la igualdad?, ¿quiénes serán los interlocutores con el bacheletismo?, ¿cómo defenderán el modelo?, ¿qué estarán dispuestos a negociar?, ¿qué definiciones presidenciales tomaran?, ¿apoyaran a Piñera en su nueva aventura presidencial?, ¿cómo relacionarse con RN?, son alguna de las preguntas que el gremialismo deberá resolver.

Y finalmente, ¿qué rol jugara Longueira en todas estas definiciones? es una pregunta que tiene plena valides. La respuesta la podemos encontrar a partir de dos preguntas que el propio Longueira se ha hecho: ¿qué rol voy a jugar en este nuevo escenario? Y al mismo tiempo: ¿qué rol jugara la UDI en este nuevo ciclo; sobre todo, en el tipo de oposición que activara?  La pregunta ya la había hecho en Enero cuando se peguntaba por la UDI que había que construir para los “próximos 30 años”. Hablaba, entonces, de “refundar el partido y recuperar la mística y la épica”. Por ahora, sólo sabemos que no estará en la primera contingencia. Estamos a la espera de sus próximos movimientos.

Longueira ha renunciado a la política. En rigor, ha renunciado a la competencia contingente de corto plazo. Y con ello, busca un nuevo y estratégico lugar desde donde “ejercer el poder”.  Pero, no ha renunciado al partido. Lo ha dicho Melero: “se aleja de la política, pero no renuncia a la UDI…  es una persona cuya opinión y consejo van a ser muy tomados en cuenta”.


La política continúa con sus ritmos extenuantes. Por ahora, hay que esperar el desenlace de los proceso de la tectónica del poder que ya están en movimiento. La UDI se enfrenta a una coyuntura en que no sólo deberá adaptarse a los nuevos tiempos de Chile y el mundo, sino también –y sobre todo- empezar a construir partido y hacer política sin los fundadores ni los herederos de Guzmán. Ya se fueron del congreso y empiezan a dar los primeros pasos al costado. El gran desafío de los gremialistas es seguir “sorprendiendo a Chile”. El problemas, es que no es sólo cuestión de rostros.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Los miedos de la derecha: a propósito del Socialismo

Diciembre - 2013
Días atrás, Lucia Santa Cruz expuso en un “seminario de coyuntura” en el Instituto Libertad y Desarrollo sobre el Programa de Bachelet. Sus palabras emitidas ante “empresarios, altos ejecutivos y líderes de opinión” en un contexto privado como ella misma dijo días después se convirtieron en un hecho político que se instaló en la agenda mediática local. Desde todos los sectores se escucharon réplicas. Aún se sienten.

Pero, lo relevante y simbólico del hecho es que su exposición da cuenta del estado de ánimo en la derecha chilena que se puede describir como de pesimismo, temor –por no decir, miedo- y preocupación. ¿Por qué?

El asunto comenzó cuando El Mercurio publico una nota sobre sus palabras el día 27 de noviembre con una titular que decía que “el programa de Bachelet es el primer escalón en el establecimiento del Socialismo en Chile”. Días después, la propia Santa Cruz en una carta al mismo medio afirmaba que dicha frase “como les debería haber quedado claro en una lectura atenta, es simplemente una cita de lo expresado hace unos días en un programa de televisión” por Karol Kariola. “Llama la atención –continúa- que cuando lo dice ella no produce efecto, pero si lo dice alguien ajeno a esa coalición es campaña del terror”.

Santa Cruz, por tanto, plantea que ella no ha dicho tal afirmación y que no han leído bien su intervención. Pero, como dice Silvio en una de sus creaciones: “no es lo mismo, pero es igual”. Al finalizar su exposición y detallar los aspectos “medulares” del programa de Bachelet plantea que “en suma, como afirmaba la dirigente comunista Karol Kariola, el programa es el primer escalón en el establecimiento del socialismo en Chile”.

Su exposición comienza con algunas preguntas: “¿estamos en un punto de inflexión… en el término de un ciclo económico y político?, ¿se trata del fin de la democracia liberal representativa y su reemplazo por formas de democracia directa de tipo plebiscitario y frente a la sustitución de la economía de mercado?, ¿ha llegado el fin del modelo”?

Sin duda, preguntas de gran impacto político. De hecho, la actual elección presidencial es “la más importante desde el retorno a la democracia y la que presenta más incertidumbre… en relación al rumbo posible que tomará el próximo gobierno de la Concertación y el PC.  Su propuesta…  es más de cambio radical que de continuidad como fueron todas las anteriores”.

Y agrega que “todo parece estar en cuestionamiento y discusión… y cabe preguntar: ¿es viable un país donde nada es inamovible? Los cuestionamientos se refieren a lo fundamental: las discrepancias no son en el margen, como en una democracia desarrollada, sino medulares”.

Hasta aquí, Santa Cruz ha caracterizado la coyuntura política: inflexión, incertidumbre, cuestionamiento radical a lo existente y potencial inviabilidad del país.

Luego, este análisis lo complementa con los resultados de la jornada electoral del pasado domingo 17. Cuatro son las conclusiones que saca. En primer lugar, que Bachelet no era el “fenómeno electoral” que se creía. En segundo lugar, que la abstención se debe principalmente a que “los ciudadanos que no votan no creen que haya algo particularmente decisivo en juego”. En tercer lugar, que “la derecha no fue arrasada en las parlamentarias… como algunos pronosticaban” y en cuarto lugar que el “dato político más relevante es el triunfo de la Nueva Mayoría en el Congreso”.

En este último punto está el problema político para el sector. En efecto, “esto podría perfectamente permitirle en alianza con independientes y/o díscolos de RN o UDI, llevar a cabo la totalidad de las transformaciones estructurales profundas medulares del programa de Michelle Bachelet”.

Luego, entra al análisis del programa. Para Santa Cruz, la igualdad es “la idea rectora” del programa. Afirma que “desde el punto de vista conceptual se postula la reconstrucción de la sociedad, del sistema político y económico, a partir de una idea rectora única: la igualdad… en aras de la cual se sacrifican todas las otras aspiraciones legítimas existentes en una sociedad diversa y plural”. 

Lo relevante y esto si lo dijo directamente es que esta reconstrucción sobre la base de la igualdad es una “característica principal de los totalitarismo”. Incluso, mas adelante plantea que el proyecto político constitucional de la “Nueva Mayoría” es pariente cercano de los “populismos y democracias populares”.

Para Santa Cruz hay tres propuestas medulares del programa que “implican un cambio permanente y fundamental del sistema político y económico: educación, derecho de propiedad y democracia”. Son ellas, las que “deben suscitar una verdadera preocupación porque crean situaciones muy difíciles de revertir”.

Repitiendo las afirmaciones de Kariola plantea que “según ella… se intenta crear un Estado social y democrático de derecho”. En consecuencia, “ningún aspecto de la institucionalidad económica, social y política escapa al intento de reforma radical basada en la expansión de la esfera del Estado: la previsión, la salud, las isapres, la legislación laboral, la operación de los mercados, etc.”

Y luego, se hace “una pregunta clave: ¿cuál es la viabilidad de estas reformas entendiendo que ellas han sido suscritas por todos los partidos de la Nueva Mayoría y que existe la posibilidad cierta de tener las mayorías necesarias para implementar más del 70% del programa sin requerir votos de la Alianza”.

Para Lucia Santa Cruz –un referente ideológico e intelectual en la derecha local y conservadora- “el modelo de desarrollo está hoy gravemente amenazado”. De hecho, Bachelet “no ha dejado de insistir que estamos frente al fin de un ciclo económico y político; que hay dos visiones de país en pugna; que la igualdad es el eje rector de su proyecto, y que su propósito… es llevar a cabo reformas estructurales radicales”.

Santa Cruz, sólo ha planteado lo que muchos en el sector han identificado, a lo menos, desde hace un año. El inventario de este tipo de afirmaciones es abundante. En efecto, para la derecha el modelo de desarrollo social, político y económico vigente en el Chile de hoy que se diseño e implemento bajo el régimen militar de Pinochet está fuertemente cuestionado y potencialmente desmantelado.

El problema político para la derecha es que debe enfrentar este escenario en una situación de debilidad política, electoral e ideológica. Política, porque ha perdido capacidad de articular, de generar certezas y liderar un país; electoral, porque ha perdido las últimas cinco elecciones –municipal, primaria, consejeros regionales, parlamentarias y presidenciales-; e ideológica, porque sus ideas materializadas en un modelo de desarrollo están siendo fuertemente cuestionadas.

En definitiva, ¿cómo defender el tipo de sociedad que fundaron hace más de tres décadas?, ¿cómo neutralizar las favorables condiciones políticas, electorales y sociales existentes hoy para desmantelar el modelo?,  ¿cómo re-formular su proyecto de sociedad y legitimarlo socialmente?, ¿cómo competir en el nuevo ciclo político sin subsidio político en el marco de una democracia sin restricciones y sin binominal? son algunas preguntas que el sector deberá resolver a mediano plazo.


La señora Lucia, en consecuencia, sólo ha manifestado desde las profundidades de la derecha local sus miedos y preocupaciones. Por ahora, la derecha debe entender que en el nuevo ciclo social y político su proyecto de sociedad debe validarse y legitimarse en el contexto de la competencia democrática sin subsidio militar, constitucional ni electoral. El desafío no es menor. Los miedos sólo neutralizan, distorsionan y debilitan.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Las ¿dudas? de la derecha de los nuevo tiempos

Noviembre-2013
Tal como se venía pronosticando desde las municipales pasadas, la derecha ha sido nuevamente derrotada en las urnas. Sacar el 25% de votos en la presidencial es una debacle electoral para el oficialismo. No obstante, por pasar a la segunda vuelta trasforman la derrota en victoria. Ya sabemos: la segunda vuelta no es un “sí, se puede” –similar al “es posible” de Golborne- ni tampoco una nueva oportunidad. Acaso, ¿alguien puede pensar que el resultado presidencial será revertido?; ¿alguien puede pensar que el resultado de la “batalla final” será distinto a lo que dicen las encuestas hace más de dos años y que se ha ratificado en tres elecciones consecutivas?

En consecuencia, lo único que falta para coronar la crisis de la derecha es recibir en tres semanas más una paliza –goleada, si se quiere- electoral y política que la obligue a mirarse al espejo sin el velo autocomplaciente de la soberbia y de la arrogancia de “ser los mejores”. Ya será paliza si se repiten los resultados de la primera vuelta. En efecto, si en la presidencial pasada sólo consideramos los votos de Bachelet y Matthei el resultado sería 65.1% contra un 34.9%.

La derecha está inmersa en una crisis profunda de largo alcance: ¿cabe alguna duda? Los bajos niveles de aprobación presidencial, el fracaso de la “nueva forma de gobernar”, la conflictiva y dolorosa carrera presidencial, los permanentes cambios de gabinete, las tres derrotas electorales en tres elecciones y el debate en torno a la “nueva derecha” son señales de que las cosas no están bien en el oficialismo.

Hace cuatro años Piñera estaba a semanas de ganar la presidencial. En diciembre del 2009 ganó la primera vuelta con el 44% de los votos; y la segundo vuelta, la ganó un mes después con el 51.6% de las preferencias. Frente a esta coyuntura, ¿alguien podrá pensar y/o sugerir que la derecha estaba en crisis?  Son días de plétoras de poder y felicidad.

Pero, todo esto comienza a cambiar muy rápidamente. La máxima expresión de este hecho es la reciente derrota presidencial que muestra que en cuatro años la derecha bajo su votación presidencial en 21 porcentuales y su peso parlamentario se vio reducida de modo significativo.

En consecuencia, los datos muestran una certeza indesmentible: la derecha está en crisis. Hoy, esto es lo único claro. La segunda vuelta, por tanto, sólo viene a prolongar la agonía final y dilatar el proceso de “re-fundación”, “re-formulación”, “re-estructuración” y/o “adaptación” o como quieran llamarle.

Las dudas surgen, por tanto, cuando corresponde analizar y definir el tipo de coyuntura que se abrirá en el sector; en definitiva, el tipo de adaptación que se imponga. Pero, en el sub-suelo de la derecha ya hay movimientos pensando en el futuro: tipo de oposición a constituir, próximas definiciones internas de sus partidos, posicionamientos presidenciales y pulsiones generacionales.

Al entrar a esta nueva fase, la derecha deberá –en primer lugar- hacer un diagnóstico que explique ¿cómo en tan poco tiempo el oficialismo paso de la ilusión al pesimismo y del triunfo a la derrota?

Los mayores problemas del gobierno y la derecha han sido políticos –que durante mucho tiempo fueron confundidos con déficit comunicacional--. Comienzan desde el primer momento cuando Piñera diseña un gabinete técnico sin experiencia política.

Luego, la “nueva forma de gobernar” se vio debilitada por dos hechos más: los conflictos de interés y la actitud autocomplaciente de insistir y repetir hasta la saciedad el somos los mejores”.

Junto a esos problemas fundacionales de la gestión aparecen dos más que han sido decisivos y que va contribuir a debilitar la “nueva forma de gobernar” a mediano y largo plazo: su incapacidad para identificar y resolver conflictos y no haber estado a la altura de las expectativas.

Junto a estas áreas de tensión y debilidad surge una fundamental: llevar la disputa presidencial al interior del gabinete. Fue, por tanto, la coyuntura presidencial lo que terminó por consolidar y profundizar la crisis política del oficialismo.

En lo general, en estos cinco elementos encontramos las razones por la cuáles la derecha en cuatro años paso del éxito al fracaso. Hoy, la derecha es más débil que hace cuatro años. La derecha está en crisis. De esto no hay duda. Pero, ¿cómo salir de esta coyuntura? y volver a re-encantar a los ciudadanos, a su electores y a ser competitiva.

Mucho se ha escrito y debatido sobre la refundación del sector y la manoseada “nueva derecha”. Lo que va suceder en esta perspectiva desde la derrota definitiva es incierto: ¿alguien sabe que va pasar con el sector?; ¿alguien tiene claro los caminos que va seguir la derecha?

Lo único que me parece evidente hoy, es que la derecha se debe “adaptar” si quiere ser competitiva a las condiciones y rasgos del nuevo ciclo social y político. La derecha no captó que el “Chile político” había cambiado. Debió, en consecuencia, gobernar en un terreno pantanoso. Por ello, a medida que se iba consolidando la nueva fase política, la derecha se iba debilitando a nivel político, electoral e ideológico: político, porque ha perdido credibilidad y capacidad de articular; electoral, porque ha sufrido tres derrotas contundentes; e ideológica, porque sus ideas fundacionales están fuertemente cuestionadas.

En la coyuntura actual la derecha se ha quedado sin fuerzas para defender el modelo económico, político y cultural instaurado en el gobierno de Pinochet y consolidado en los gobiernos de la Concertación. Este es, en consecuencia, el principal problema político que la derecha debe enfrentar y resolver: adaptarse y defender el modelo en una situación de debilidad. La derecha ha entrado a una fase defensiva de acción política.

Vendrán días complejos. Los caminos que tome esta crisis no están muy nítidos. Mucho depende de lo que ocurra en la segunda vuelta. Las preguntas decisivas ya están planteadas: ¿cómo adaptarse?, ¿en qué dirección hacerlo?, ¿quién y quienes van liderar este proceso?, ¿qué ideas fuerza van a defender y/o promover?, ¿qué tipo de relación van a establecer con el nuevo oficialismo?, ¿qué articulaciones de poder de va a imponer?, ¿qué tipo de oposiciones se van a desarrollar en su interior?, ¿cómo se va desarrollar la pugna generacional que se da en el sector? son algunas de las preguntas que se tendrán que dilucidar en la coyuntura  post presidenciales.

Hoy, hay más dudas que certezas. El tipo de respuesta que se dé a cada una de las interrogantes anteriores va definir el tipo de adaptación que se ponga en marcha. Para esto, la derecha debe saber, entender y aceptar que en el nuevo ciclo político va tener que competir sin subsidio político. Toda adaptación se hace sobre este contexto y fundamento.

La derecha deberá entender, en consecuencia, que en la nueva fase política el proyecto de “la sociedad chilena” se definirá de manera colectiva con las reglas de la democracia. El nuevo Chile, por tanto, no será el resultado de la imposición militar de un tipo de sociedad de unos por sobre otros; ni tampoco la defensa binominal de ese modelo, sino al contrario, el resultado de la competencia democrática.


Esto recién comienza. Por ahora, seguimos en esta inútil y agónica segunda vuelta. No estaba equivocado el presidente del PS, Andrade, de que lo mejor era “hacerla cortita”. Sin duda, era lo mejor para todos. "Caminante, se hace camino al andar".

martes, 19 de noviembre de 2013

La CEP y las presidenciales

Noviembre-2013
Las encuestas de opinión nuevamente han errado en sus proyecciones. No obstante, esta afirmación –política y mediática— hay que relativizarla y entenderla en el marco de las tendencias que sugieren y no en el contexto de la cifra exacta que nos muestra. El nuevo padrón electoral y el voto voluntario, sin duda, es el principal problema que enfrentan los distintos estudios que tratan de conocer la intención de voto de los potenciales electores. En este artículo quiero poner atención en lo que paso con la CEP en sus dos últimos trabajos y contrastarlo con el resultado de la presidencial.

En septiembre apareció un estudio que fue duramente castigado y vilipendiado por la derecha. Mientras Lavín afirmaba que los resultados de “la CEP tiene validez cero”, Coloma decía que la encuesta y sus resultados no tienen “merito predictivo”. A su vez, Lily Pérez reforzaba lo anterior al afirmar que la CEP “no ha sido eficiente en la toma de la muestra”. Sin embargo, la vocera de Matthei destacaba lo más relevante de las cifras entregadas y que apuntaban a que “habrá segunda vuelta y que en ella estarán dos mujeres”.

Al conocerse los resultados presidenciales la noche del pasado domingo la candidata Matthei afirmaba que pasar a la segunda vuelta era “un triunfo”. Cada cual con sus expectativas. Al parecer no esta tan errada la “proyección indirecta” que hace la CEP en septiembre.

No hay que olvidar que esta encuesta no hace ninguna pregunta directa de “intención de voto”. Por razones que se dieron en su oportunidad esta fue eliminada. En consecuencia, fueron dos las preguntas que usaron con efectos políticos y que generaron la guerrilla de declaraciones en uno u otro sentido. Las preguntas que se hicieron pueden ser caracterizadas como “indirectas de intención de voto”. Ellas fueron: “¿quién cree Ud. que será el próximo Presidente de Chile y ¿quién le gustaría a Ud. que fuera la o el próximo Presidente de Chile?”.

En un artículo que escribí en esa coyuntura destaque cuatro certezas que se podían inferir a partir de estos resultados. Sin modificación alguna ellas son:

“En primer lugar, que Bachelet va ganar la presidencial de noviembre y que la derecha va llegar segunda.

En segundo lugar, que hay  “altas probabilidades” de ganar en primera vuelta. Sin embargo, los datos que entrega la CEP no permiten confirmar ni rechazar esa posibilidad.

En tercer lugar, los datos muestran de modo indirecto que Bachelet gana la segunda vuelta. La distancia entre el primero y el segundo en la primera vuelta, será irremontable.

En cuarto lugar, que el rendimiento de los candidatos no duopolicos está lejos de acercarse a lo que fue la presidencial anterior en la que a la misma fecha –3 a 4 meses, antes de la presidencial—  mostraban cifras muy superiores a lo que se observa hoy. Ningún no duopolico va llegar segundo”.

En definitiva, resulta evidente observar que un análisis profundo de esa encuesta muestra que no estaba tan errada como se dijo en su momento. Sólo puede haber cierta distorsión con lo que marcan los no duopolicos. No obstante, Parisi y MEO marcan un empate técnico con una leve ventaja del primero sobre el segundo.

La última CEP del año aparece en octubre. Sus resultados fueron tan polémicos como los de la anterior. Sin embargo, es relevante destacar que desde el punto de vista metodológico y sus potenciales efectos políticos en esta ocasión no sólo se repitieron las dos preguntas anteriores que miden “intención de voto” de manera indirecta, sino también se agregó la clásica pregunta en dos modalidades –urna y cuestionario--: “si las elecciones presidenciales fueran el próximo domingo, y los candidatos fueran los siguientes… ¿por quién votaría Ud.?”

En consecuencia, en las dos últimas mediciones sólo es posible comparar las preguntas indirectas. En esa perspectiva, los datos muestran que las certezas anteriormente identificadas se ratifican y consolidan: que gana Bachelet por una gran diferencia, que Matthei sale segunda, que ganar en primera vuelta es probable –mas no, seguro— y que MEO y Parisi se disputan el tercer lugar con una leve diferencia a favor del segundo.

Pero, en la última medición la discordia surge a partir de la pregunta directa de “intención de voto”. De hecho, la mayor disputa surge de la baja votación que recibe Matthei que alcanza al 14%; once puntos menos que su votación real. Sin duda, una mala estimación. Pero, a la vez una lectura errónea del dato. Tienen que pedir “perdón por el daño” que causaron ha dicho el senador Espina luego de las elecciones.

La estimación a partir del “voto en urna” muestra lo siguiente: Bachelet un 47%, Matthei un 14%, Parisi un 10%, MEO un 7%, Claude un 3% y los otros cinco un 0%. Los indecisos, los nulos, los blancos y los que se abstienen marcan un 19% de la muestra.

Contrastemos. Bachelet obtuvo el 46,7% de los votos en la elección del pasado domingo. Podríamos decir que se trata de un dato perfectamente captado. Pero, se trata de una cifra que no distingue entre votos válidos, votos no válidos y abstención. Por ello, al considerar sólo los válidamente emitidos Bachelet supera el umbral del 50% y ganaría en primera vuelta. Incluso, el 47% inicial esta dentro del error estimado del 3%; por lo que también habrían posibilidades de ganar en primera vuelta. Ya sabemos que eso no ocurrió.

De aquí, por tanto, surge la tesis de que ganaría en primera vuelta. Sin duda, el dato fue usado políticamente. De hecho, no es posible hacer esa inferencia desde esos datos. Y si se hace, no se podía ser tan determinante e instalar una “verdad” sin base ni fundamento sólido. El problema no es de la encuesta ni de la metodología que la funda, sino de los que usan e interpretan ese dato; es decir, de los medios y de los actores de la política.

La estimación que la CEP hace de Bachelet independientemente de la cifra, muestra que ganará la presidencial de noviembre por una amplia ventaja. Y al mismo tiempo, que hay buenas probabilidades de ganar en primera vuelta –no que va ganar en primera vuelta--. Con Bachelet, por tanto, esta proyección no sólo es lo que se dio en la elección del domingo, sino también es lo que mostraban la encuesta de septiembre con dos preguntas “indirectas de intención de voto” y que identifique como una de las certezas de la CEP. Nadie puede decir que  la encuesta no capto que habían condiciones políticas y electorales para ganar en primera vuelta. De hecho, otras encuestas también captaron esta posibilidad.

La votación de Matthei fue subestimada. Del propio comando se insistió en que en esta encuesta era habitual ver a la derecha subestimada. Algo de cierto hay en ello. Pero, lo relevante no es ese 14%, sino que esta a mucha distancia del ganador y que va en un sólido segundo lugar. De hecho, esta encuesta no muestra que Parisi podría desplazar a Matthei del segundo lugar. Al parecer había otras encuestas que si lo indicaban. Seguramente, esos datos fueron el origen de la fuerte y decisiva disputa Matthei-Parisi. 

Las estimaciones de Parisi y MEO fueron mejores. Para el total de la muestra Parisi obtiene el 10% y MEO el 7%. La CEP nos muestra un “empate técnico” con una leve ventaja de Parisi y con una diferencia de tres puntos. ¿Qué ocurrió en la elección?

La elección ratificó que había un escenario de “empate técnico” entre ambos. Pero, erró en la diferencia que había –era menor a la estimada—y en que Parisi salía tercero. Lo interesante, es que esto ya lo habíamos visto en la encuesta de agosto por medio de preguntas indirectas.

Finalmente, la estimación de Claude fue bastante certera. Con el 2.8% de los votos y llegar en quinto lugar se ratifica la estimación de la CEP de agosto y de octubre.

Al contrario, en los otros cinco su proyección estuvo errada. En las preguntas de “intención de voto indirectas” en agosto y en octubre se encuentran ocultos en la categoría “otros” en la que cada uno marca menos del uno por ciento. La mayor distorsión ocurre con Esfeir que llega al 2.2% de los votos. En conjunto estos cinco candidatos suman el 4.4% de las preferencias. Sin duda, una errada proyección.

En definitiva, la pregunta de intención de voto que se hace en octubre por la modalidad de urna ratifica en las grandes tendencias de la elección lo que ya mostraba en la encuesta de agosto/septiembre y que identifique como “certezas de la CEP”. Es más, en esta última encuesta –la de octubre— se repite la misma pregunta directa de intención de voto; con la diferencia que ahora hay que responder en el cuestionario. 

Las cifras muestran los mismos datos y las mismas tendencias que hemos venido identificando: que gana Bachelet con una amplia ventaja -22 puntos sobre el segundo y 36 puntos sobre el tercero--, que ganar en primera vuelta es posible, que Matthei sale segunda, que Parisi está empatado técnicamente con MEO, que la ventaja es leve a favor de Parisi, que Claude sale quinto y que los otros cinco marcan muy poco.

No hay duda de que hay errores en las estimaciones. Para unos más y para otros menos. No obstante, la CEP ha estimado y captado con alta certeza las grandes tendencias de las presidenciales. Si bien la CEP tiene falencias metodológicas –que se profundizan en la actual coyuntura— tiene más validez y relevancia de lo que se ha querido instalar. Es evidente, que no resulto un tan mal predictor del pulso electoral.

Es cierto; las encuestas no gozan de buena salud en el Chile de hoy. El problema es metodológico y político. Metodológico porque hay que adaptar el instrumental para captar no sólo el Chile del nuevo ciclo político, sino también para aislar los que votan de los que no votan. Las encuestas están en una etapa de transición.

Finalmente, el problema es político porque los actores de la política y los medios de comunicación –que también son actores de la política— usan los datos que producen las encuestas de opinión con fines de poder. En esta operación se olvidan de las consideraciones metodológicas que toda encuesta tiene. De este modo las encuestas y sus datos se convierten en hechos políticos de alto impacto e influencia.


La CEP ha sido el emblema del uso político de las encuestas. Probablemente los mismos que instalaron a la CEP en un lugar de privilegio y oráculo, son los que hoy la quieren aniquilar y desprestigiar. Después de todo, no estaba tan errada.