jueves, 21 de febrero de 2013

El agua: entre la escasez y la abundancia

Febrero-2013
Se ha mencionado en más una oportunidad no sólo que el agua es el oro del siglo XXI, sino también que las guerras del futuro tendrán como origen el control de este vital elemento. Se trata, por tanto, de un recurso estratégico fundamental para el planeta y sus habitantes. ¿De dónde proviene esta magna relevancia?

La respuesta es muy simple: sin agua no hay vida. Es tal su relevancia para la vida, que datos de la OMS muestran que más de dos millones de seres humanos mueren al año por causas asociadas a la “falta de agua” y a su contaminación. Se estima, que hoy el 20% de la humanidad padece “escasez hídrica” y que aumentará al 30% hacia el 2025.

Estas últimas semanas hemos visto como distintas comunas de la Región Metropolitana se han visto afectadas por problemas en el suministro de este vital elemento. Este hecho, no sólo genera alarma, preocupación y debate, sino también nos enfrenta a uno de los problemas más relevantes de los próximos años en materia de seguridad pública: la escasez de agua.

Si ampliamos la visión y salimos de esta coyuntura “de cortes temporales de agua” –derivados de la falta de inversión en infraestructura y de la mercantilización del recurso-, nos encontramos frente a un hecho más complejo a nivel país. En efecto, en Chile hay muchos más escenarios críticos en los que la falta de agua se convierte en un problema político de resolución pública. De hecho, en los últimos meses hemos visto como la “crisis hídrica” del Norte del país ha golpeado con mucha fuerzas el desempeño normal de las actividades humanas y productivas de la zona. Es más, la falta de agua genera condiciones para tener crisis energética y escasez de electricidad. 

El problema humano que genera un escenario de “escasez hídrica” no sólo tiene que ver con el abastecimiento para el consumo diario de los habitantes, sino también con las actividades productivas –agrícolas, industriales, mineras y energéticas- del país. Mientras el primer caso, se relaciona con la sobrevivencia y la salud de los seres vivos; el segundo, con el desarrollo, el crecimiento y el progreso. Esto último, es lo que más le preocupa a los que hacen apología de “la libertad de elegir”.

Las cifras muestran que sólo el 8% del consumo de agua disponible se destina para uso humano y doméstico. En Chile, el consumo promedio de agua es de 190 litros diarios por persona; superior, a las recomendaciones de la UNESCO que no deben superar los 100 litros por día; y muy superiores, a las recomendaciones de la OMS que es de 50 litros.

Si, el consumo diario lo consideramos estrictamente en “beber agua” la cifra oscila en torno a los dos litros por día. Esta última cifra, se ve aumentada cuando observamos que en promedio una ducha consume 20 litros de agua por minuto, tirar la cadena del WC 10 litros, en lavar un auto 400 litros y en usar una lavadora 300 litros por carga. De este modo, llegamos a la cifra anteriormente indicada.

Las diferencias son abrumadoras entre las distintas zonas y comunas del país. En efecto, una persona de una comuna del sector alto de Santiago consume en torno a los 1.100 litros por día; al contrario, hay sectores en que ese consumo baja a los once litros.

Son cifras, no obstante, muy inferiores a las que necesitan los procesos productivos para generar los millones de objetos y bienes que usamos a diario para configurar el orden moderno del cual formamos parte. El “bazar del mundo” y el prometido bienestar así lo exigen. De este modo vemos que una manzana ha sido posible luego de 70 litros de agua consumida; un litro de cerveza consume 300 litros de agua, un litro de leche mil litros, un kilo de vacuno, consume 15.000 litros, una hamburguesa 2.400 litros, un litro de Coca Cola 200 litros de agua y un kilo de oro requiere de 700 mil litros de agua. Datos del 2004 muestran que Coca Cola uso 283 mil millones de litros de agua para producir la felicidad que promete. La presión productiva, por tanto, es muy fuerte. El agua, por tanto, no sólo hace posible la vida como actividad bio-química, sino también como construcción histórica. Todo requiere agua, para ser posible.

¿Cómo equilibrar ambas demandas; la necesaria para vivir y la necesaria para producir? es una pregunta política que el país no ha logrado resolver desde la perspectiva de la “seguridad hídrica”. En rigor, el Chile neoliberal ha privilegiado la segunda alternativa; es decir, ha optado por entender el uso y consumo del agua desde un horizonte productivista y desde la ganancia rápida. Las cifras, muestran que las grandes presiones para el uso del agua provienen de la actividad agrícola y la minera.

En nuestro país el agua es un “bien de uso público” de explotación económica que se ha privatizado en forma encubierta. Sin embargo, este modelo también ha entrado en crisis y las actividades productivas se ven amenazadas por la escasez de un recurso vital que no se puede inventar, crear ni producir. Del mismo modo, el modo privado de las sanitarias también manifiesta grietas que exigen un retorno a su control público.

El agua como recurso natural renovable no puede administrarse desde la lógica privada de la ganancia mercantil. El agua, no es ni debe ser una mercancía. El agua es un derecho humano.

Para entender la problemática del agua y sus efectos socio-políticos hay que partir del hecho de que el agua forma un ciclo que se repite no sólo desde hace millones de años, sino también que oferta o pone a disposición de la humanidad la misma cantidad de agua: No hay más agua, que la que tenemos y seguiremos teniendo. La oferta, por tanto, es constante y la demanda se expande de modo permanente. Aquí, una fuente de conflictos.

Chile, es un lugar en el que el agua es abundante. Aquí, la paradoja: ¿Por qué hay escasez de agua, si nuestro país es una potencia mundial en este recurso fundamental para la vida? 

En un primer nivel, la respuesta se encuentra en que no toda el agua existente está en condiciones de ser usada para el consumo. Al mismo tiempo, su disponibilidad se distribuye de manera desigual: de Norte a Sur, se transita de la escasez a la abundancia.

En efecto, el 70% del planeta está constituido por agua; de ese total, sólo el 3% es agua dulce –es decir, apta para el consumo humano-; y de esa cifra, sólo el 1% está disponible para su consumo inmediato. Del agua potencial -equivalente al 3%- el 87,3% corresponde a glaciares y nieve, el 12,3% a aguas subterráneas y el 0,4% a lagos, ríos y atmósfera. En Chile, estas cifras difieren de modo no muy significativo.


Tenemos mucha agua. Somos potencia mundial. Pero, no toda la tenemos en condiciones de usar. Mar, Ríos, Lagos, Acuíferos –agua subterránea-, Glaciares y lluvia cada vez más escaza es el inventario de las fuentes de agua que disponemos. Aún así, es suficiente para todos. Agua para todos y barata debería ser la consigna y el objetivo.

La escases, por tanto, no sólo surge de la presión productiva con objetivos mercantiles –ganar mucho a bajo costo-, sino también por los bajos niveles de conciencia colectiva que hay en torno a su uso. Revertir esta situación, implica, en primer lugar, asegurar el derecho constitucional del recurso y transitar del agua como mercancía al agua como derecho.

La élite local está al debe en estas materias. De hecho, ¿qué dijeron cuando la Foreing Office le regaló a la Reina Isabel 271.000 kilómetros cuadrados del territorio Antártico que hoy es de soberanía chileno-argentina?; ¿acaso, creyeron que era una broma?

jueves, 14 de febrero de 2013

¿Cómo ganarle a Bachelet?


Febrero-2013
¿Cómo ganarle a Bachelet?  es una pregunta que se viene haciendo el oficialismo desde su primer año de gestión. Es más, desde la oposición también es una interrogante que preocupa a los presidenciables. En efecto, mientras Gómez, Orrego, Velasco y MEO están convencidos de que disputan el segundo lugar y que se posicionan para el 2018; en el oficialismo se buscan todas la fórmulas para responder con éxito esa pregunta y darle continuidad al primer gobierno de la centro derecha en democracia luego de más de cincuenta años.

El asunto es relevante por el hecho de que la acción y el discurso político --que se pone en movimiento para buscar el mejor posicionamiento presidencial-- tiene como fundamento la respuesta a la pregunta de ¿cómo ganarle a Bachelet?  Por ello, las distintas estrategias políticas y tácticas de poder que se están desplegando en esta fase de la presidencial, responden de manera diversa y distinta esa interrogante. De algún modo, hoy ganar la presidencial equivale ganarle a Bachelet.  Para la derecha, es la llave para darle continuidad a su proyecto.

¿Cómo responde el oficialismo esta pregunta?

El escenario competitivo “de hoy” muestra que Bachelet --de no ocurrir un “accidente político”--será el próximo Presidente de Chile. Es decir, va ganar la presidencial en nueve meses más.  Esta afirmación no sólo se fundamenta en encuestas que muestran una tendencia bastante larga y sólida, sino también en bajos niveles de aprobación y en un resultado electoral en las municipales de Octubre que fue a todas luces malo.

La campaña del oficialismo se desenvuelve en este contexto competitivo: “está perdiendo”. Al analizar todas las encuestas presidenciales desde la elección de Aylwin, se observa que los posicionamientos pueden cambiar a lo largo de la competencia. El caso más característico es cuando Piñera desplaza a Lavín y Bachelet  a Alvear en la presidencial del 2005. No obstante, hay que recordar que en esa ocasión a menos de un año de la elección ya estaba claro que Piñera y Bachelet pasarían a segunda vuelta. Sólo un terremoto político podría hacer variar esta correlación de fuerzas.

Siempre que se parte perdiendo, se termina perdiendo; ocurrió, con todos los presidentes de la Concertación. De hecho, Piñera –cuando ganó la presidencial- partió desde el primero momento como el mejor posicionado.

En el escenario de la “crónica de una derrota anunciada” el oficialismo debe resolver su candidato presidencial. En ese contexto, también uno va ganando: Golborne. En efecto, el aspirante de la UDI sólo debe preocuparse de “vencer a Bachelet”. Al contrario, Allamand no sólo debe doblegar a su rival de la primaria, sino también a Bachelet y a otros aspirantes de la oposición. No hay que olvidar que los datos muestran que Allamand tampoco le gana a otras alternativas opositoras.

Por tanto, el rival  a vencer para el oficialismo se llama Bachelet.  Aquí, en consecuencia, encontramos el primer eje de la estrategia presidencial que busca responder la pregunta de ¿cómo ganarle a Bachelet?

En efecto, debilitar su posicionamiento ganador es la primera táctica. En el oficialismo hay cierre de filas absoluto en torno a este objetivo: hay que debilitarla; es decir, romper los apoyos presidenciales que hoy manifiesta. El diagnóstico que el sector hace, es que en los hechos y en las cifras su gobierno fue malo. Por tanto, no puede volver a gobernar. No sabe gobernar. Transantiago, crisis pingüina, estancamiento económico, 27F y fragmentación de la Concertación son hechos que dan cuenta de una gestión que fue negativa.

Asociado a este “mal gobierno” surge la Concertación como sustento social y político de esa gestión. Para el oficialismo ha surgido un triángulo que es malo para Chile: Bachelet, la Concertación y el PC. No pueden gobernar los mismos que en el pasado lo hicieron mal: “¿Qué le pueden ofrecer a Chile? se pregunta el oficialismo y “¿qué tienen común un DC con un comunista?” se pregunta Melero.

Información negativa del adversario es lo que va circular de manera recurrente en el debate presidencial. Hasta el momento ha sido una estrategia que no ha rendido. El posicionamiento de Bachelet sólo se ha ido consolidando. Cada vez, queda menos tiempo.

Frente al “mal gobierno” surge, obviamente, “el buen gobierno”. Para la derecha, en su conjunto, su gobierno es y será exitoso. Las cifras económicas –crecimiento, empleo y remuneraciones, etc.-- son la estrella de la gestión. “El gobierno lo ha hecho bien… y no podemos volver a los gobiernos del pasado” afirma Allamand.

Junto a las tácticas que buscan debilitar el posicionamiento de la ex mandataria, surge la táctica que tiene como objetivo posicionar el modelo como la forma exitosa de alcanzar el desarrollo. Aquí, el segundo eje de la estrategia presidencial del oficialismo: apología y defensa del modelo.

La “defensa del modelo” surge porque desde la movilización social-ciudadana del 2011 se han ido generando condiciones socio-políticas para impulsar una agenda de reformas profundas que ponga en jaque el modelo neoliberal que se instauró en Chile desde mediados de los setenta. La defensa se logra por medio de interpelar en la dirección de que el modelo ha sido exitoso en todos los países que lo han aplicado.

De este modo, surge la “apología del modelo”. El Chile de hoy y sus éxitos es consecuencia de la aplicación del modelo. Es más, es la fórmula que han usado los países exitosos para lograr el desarrollo. En consecuencia, la pobreza y el atraso económico son el resultado de la no aplicación de la “receta neoliberal”. La “guinda de la torta” la ponen cuando afirman que el hecho más evidente de las bondades del modelo es el fracaso del socialismo y del Estado de Bienestar. 

Vinculado con el modelo, surge el tercer eje discursivo de la presidencial: el proyecto. La expresión del modelo en el contexto de las condiciones políticas, sociales, económicas y culturales del país se expresa en el largo plazo en un proyecto y en el corto en un programa.

En esta línea argumentativa se presentan como un sector y una alianza política que tiene ideas comunes en torno al proyecto de sociedad que es bueno para Chile. Para la derecha, la aplicación de las ideas matrices del modelo neoliberal son el camino correcto para alcanzar el reino de los cielos en la tierra: el desarrollo.

La unidad ideológica es fundamental para seguir impulsado el modelo y su expresión en un proyecto y en un programa. La derecha tiene la “misión” de neutralizar el avance de la nacionalización de los recursos naturales, de la modificación del Código Laboral, de la Asamblea Constituyente, de las reformas políticas y de toda transformación “sustancial” del modelo.

Cómo cuarto eje, surge el programa presidencial que busca darle continuidad a la obra. En términos programáticos, el sector como pacto político no tiene mucho que ofrecer hoy. Lo que vemos, sin embargo, son proto-programas que surgen de la primaria en la que cada sector busca diferenciarse y ganar posiciones. Entre Allamand y Golborne, sólo hay matices. El escenario programático se abre de manera más intensa y definitiva desde Junio.

No obstante, es un programa que se construye no sólo sobre los ajustes que hay que hacerle al modelo y a la “obra Piñera”, sino también sobre los éxitos de este primer gobierno de centro derecha. Un programa que debe articular cambio y continuidad. Veremos, en los próximos meses como hacen el despliegue para decirle a la Opinión Pública que sus ideas de futuro y su programa son mejores que la de sus adversarios. Responde a las demandas del Chile de hoy será clave para ganar la batalla del programa.

Dirán, por tanto, que el programa y las ideas de futuro de la “Concertación y el PC” no sólo son malas, sino también han fracasado en todo el mundo; y que, por tanto, el “programa por la igualdad” no es bueno para Chile.

Hemos visto, por tanto, que el oficialismo –independientemente, de que este inserta en una primaria de “guante blanco”-- ha diseñado una estrategia para “intentar” ganarle a Bachelet centrada en cuatro ejes: a) debilitar el posicionamiento presidencial de Bachelet por medio de la tesis “del mal gobierno” y de que su base de apoyo político –la Concertación y el PC-  no tiene  para ofrecer al país un proyecto coherente y exitoso, b) fortalecer la idea de que el modelo ha sido exitoso y que es la mejor alternativa para lograr el desarrollo y reducir la pobreza, c) instalar la idea de que en el sector hay unidad ideológica en torno a la implementación del modelo –lo que, no ocurre con Bachelet y sus apoyos-- y d) que el programa de gobierno se sustenta en los cambios que hay que hacerle al modelo sobre el supuesto de que sus ideas de futuro son mejores que la de Bachelet y sus escuderos.

El discurso presidencial del oficialismo que he identificado, está en pleno despliegue y ejecución. Su resultado político ha sido neutro; es decir, no ha debilitado el posicionamiento de Bachelet. Pasan los días y sólo se ha consolidado.  En definitiva, la manera que encontraron para ganarle a Bachelet ha sido ineficiente.

Y ello, se explica por tres razones; porque no tiene interpreté legítimo ni claro, porque apela a la razón y porque el gobierno de Piñera es percibido por los electores y los ciudadanos de manera negativa. La tarea esta difícil; muy difícil. Todo será más fácil cuando definan su abanderado oficial. Pero, ¿no será demasiado tarde para seguir descontando?  Por ahora, se viene Marzo. 

domingo, 3 de febrero de 2013

La UDI, Von Baer y el Binominal


Febrero-2013
Nuevamente el Binominal en el debate político- legislativo de Chile. A fines de Enero ha sido derrotada otra iniciativa para modificar el régimen electoral. Ahora, fue el Senado el que enterró las aspiraciones opositoras. Los intentos ya superan más de veinte.

La iniciativa derrotada –por segunda vez- buscaba modificar el binominal por medio de tres artículos. El primero, establece que “en las elecciones de diputados y senadores se empleará un procedimiento que dé por resultado una efectiva proporcionalidad en la representación popular, así como una adecuada representación de las regiones del país.” Luego,  suprime la expresión “120”; y finalmente, agrega una disposición transitoria que indica que la nueva normativa “deberá dictarse en el plazo de un año a contar de su publicación en el Diario Oficial”.

La historia de este proyecto muestra que fue derrotado –la primera vez- en la Cámara de diputados en Diciembre del 2005. La iniciativa fue rechazada por 59 votos a favor –se necesitaban 69-, 1 voto en contra, y 39 abstenciones. Ante estos hechos, el Presidente hace uso de la insistencia y vuelve a enviar el proyecto al Senado. Luego de un debate sobre la constitucionalidad de la insistencia en temas constitucionales y la resolución del Tribunal Constitucional se procede a votar la reposición de la iniciativa y su posterior discusión en la Cámara de diputados.

Este hecho, ocurre el 22 de Enero del 2013. Ocho años después de su primera derrota. La votación de los Senadores es de 23 votos a favor –se necesitaban 25-, 13 en contra y dos abstenciones. Nuevamente no había quórum y el proyecto había sido derrotado.

¿No será el diseño de negociación que se ha usado para avanzar en esta reforma política, lo que está impidiendo llegar a los acuerdos necesarios para su modificación? Es evidente, que se trata de un tema estrictamente político y que define los equilibrios de poder al interior del Estado; pero, también resulta evidente observar que las maneras de abordar el tema no han sido las adecuadas.

Hay que poner atención, por tanto, en los “diseños de negociación” que hagan posible un diálogo eficiente que genere las condiciones para modificar el binominal. Las primeras pistas para avanzar en esa perspectiva se encuentran en “lo que dicen” los actores involucrados. Por ello, los discursos de los senadores el día de la votación son una buena referencia para identificar las vías y los caminos más despejados para avanzar y desbloquear las inercias y tensiones que se manifiestan en torno al binominal.

Las reflexiones de la senadora Von Baer son fundamentales para entender la postura que la UDI tiene en materia de cambio electoral. De hecho, su discurso logra articular política y teoría de modo que sus análisis y definiciones político-ideológicas son un referente para el gremialismo en materia electoral.

Para Von Baer, la discusión sobre el régimen electoral deber ser en “serio y de verdad”; y, sobre aspectos de fondo. ¿Cuáles son los argumentos de fondo? Para Von Baer, son tres: el objetivo de la reforma, el sistema electoral a implementar y el proyecto a debatir. Veamos.

¿Qué sistema electoral va reemplazar al actual? Esta, es la primera pregunta que hace Von Baer. “Algunos Senadores dicen que quieren cambiar el binominal… les digo okay, pero debemos sustituirlo por algo… ¿cuál es la alternativa?”

La respuesta política se encuentra en la teoría de los sistemas electorales. En ese contexto, afirma que “hay dos tipos: el mayoritario, que postula que gana aquel que obtenga un voto más… lo que se busca con él, es generar mayorías. Y el segundo tipo son los sistemas proporcionales”.

Por tanto, hay dos opciones: ¿proporcional o mayoritaria?  Aquí, surgen no sólo las primeras diferencias entre los actores políticos del país, sino también uno de los elementos principales a resolver para avanzar. No sólo hay visiones distintas, sino también propuestas diversas que han comenzado a circular desde el 2005.

Cómo una forma de debilitar las argumentaciones en favor de un sistema proporcional, Von Baer afirma que los que prefieren un sistema proporcional buscan “representar proporcionalmente a la población”. Para luego, mencionar que “resulta imposible en una democracia tener a todas las personas en un Congreso, porque son muchas”. Seamos serios y digamos la verdad: lo que para la senadora no es posible, en rigor, si lo es.  

Interesante: para la senadora “resulta imposible… representar proporcionalmente a la población”; es decir, la proporcionalidad efectiva no es posible. Por tanto, sólo sería realizable un sistema proporcional con grados de proporcionalidad: más y/o menos proporcionales.

Esta referencia no sólo es relevante para rechazar el proyecto en votación, sino también para poner una cuña político-teórica al afirmar que “el sistema binominal es proporcional, porque entrega los escaños por proporción… cuando aquí se plantea: Cambiemos el sistema binominal por uno proporcional, yo lo encuentro raro, porque estamos cambiando un sistema proporcional por uno proporcional... podríamos hacer una cosa muy divertida: seguir con el binominal, porque es un sistema proporcional”.

Por tanto, “cuando hablamos de reemplazar el binominal… debemos saber por cuál lo vamos a reemplazar”.

Todos lo saben: Von Baer y la UDI son partidarios de un sistema mayoritario. Si bien, algunos se han declarado defensores de un sistema uninominal, saben que en ese esquema la derecha perdería mucho poder parlamentario. No sólo el gremialismo es partidario de la fórmula mayoritaria, sino también los dos presidenciales del sector; mientras, Golborne afirma que “no me gusta el proporcional… y que el binominal no es su problema”, Allamand ha insistido en que es partidario de fórmulas mayoritarias.

El proyecto de Ley. ¿Qué es lo concreto que se discute en la ocasión? Para Von Baer, la iniciativa dispone que el binominal “lo estamos cambiando por lo que dispone este proyecto… en el que se sostiene que: se empleará un procedimiento que dé por resultado una efectiva proporcionalidad en la representación popular".

Acá, esta la esencia de su rechazo. A la UDI no le gustan los sistemas proporcionales; menos, si son de una proporcionalidad efectiva. Por ello, interpela a los senadores –sobre todo, a los de regiones- a que tengan claro que “cuando se vota un proyecto se hace no respecto de algo general ("cambiemos el binominal"), sino sobre una iniciativa específica. Y quienes votan hoy a favor le dan curso a la tramitación de este proyecto, y no de otro”.

La principal consecuencia de este proyecto la ubica en la regionalización; es decir, en los efectos negativos que tendrá sobre la representación de las regiones en el Congreso. En efecto, “una representación más efectiva de la población” va generar una fuerte concentración de la representación en torno a la Región Metropolitana, de Valparaíso y del Bio-Bio. Según Von Baer, el proyecto va en contra de la regionalización: “tenemos que romper con el centralismo… debemos avanzar en la regionalización. Por lo tanto, no considero adecuado votar a favor de un proyecto que plantea que la representación de las otras Regiones será menor”.

El planteamiento de Von Baer en torno a la regionalización es sólo aparente. En rigor, son otros los aspectos de fondo que conducen a su defensa del binominal. De hecho, si se quiere poder político para las regiones, los caminos comienzan con la elección directa de los Intendentes.

Aquí, surge una tercera variable a tener en cuenta a la hora de definir y tramitar una reforma electoral. En efecto, todo cambio electoral debe tener claridad sobre los objetivos de la reforma.  Por ello, la senadora hace un llamado a ponerse “de acuerdo acerca del efecto que queremos generar”.

Por tanto, hay que definir y consensuar el objetivo de la reforma electoral: ¿qué se busca?; ¿mayor representatividad y/o mayor estabilidad-gobernabilidad?, ¿muchos partidos o poco partidos?, ¿partidos grandes o partidos chicos?, ¿partidos más ideológicos o pragmáticos?, ¿resolver los problemas actuales de la democracia?, ¿hacer real un hombre, un voto?, ¿lograr la igualdad política del voto para cada ciudadano?, ¿representar a las regiones?, ¿generar empate legislativo perpetuo?

¿Qué podemos destacar de este discurso para un debate “efectivo y eficiente” para modificar el binominal?

En primer lugar, hay que saber ¿cuál es la disposición para dialogar y avanzar hacia una reforma electoral en la UDI en general y en Von Baer en particular?

Para la senadora siempre el gremialismo ha estado dispuesto a dialogar y discutir. En efecto, “debemos debatir acerca de ello cuantas veces los distintos sectores políticos lo estimen conveniente. ¡Discutámoslo!".

Pero, ese diálogo se debe fundar en tres condiciones: identificar y consensuar los objetivos de la reforma, definir, en consecuencia, el tipo de modelo electoral que se ajusta a esos principios, y redactar un proyecto de ley que materialice objetivo político y fórmula electoral.

Las dificultades y el futuro del debate. Avanzar hacia un cambio electoral en perspectiva proporcional parece algo complejo y difícil de lograr en el actual escenario político del país. ¿Qué fórmula en términos políticos dejará contentos a todos o a los más?; ¿quién ganará o perderá?;  No se ve, buen pronóstico. Ya lo hemos dicho; no hay cambio al binominal en este gobierno ni en esta legislatura. Si ocurre, no será para usarlo como mecanismo para definir el próximo parlamento.

Las fuerzas políticas son diversas; y, por tanto, sus intereses. Y, por ello, estas definiciones se van a tensar –necesariamente- con las convicciones y objetivos de los otros actores. Hay divergencia en todo: los objetivos de la reforma, la fórmula concreta y su expresión en un proyecto de ley. Más de veinte años de discusión e intentos frustrados para estar en el mismo lugar que en Marzo de 1990.

Seamos optimistas: estamos mejor. En efecto, hoy es más posible que antes, avanzar en una reforma electoral; aun cuando, muchos ya no le creen a la derecha.

Una comisión transversal y una especie de híbrido que combine lógica proporcional y mayoritaria, parecen ser hoy las claves para una salida al impasse que enfrenta hoy la reforma electoral.