Marzo-2013
Este
año se estrena una de las reformas políticas más esperadas del último tiempo:
las primarias. La élite política pone sus fichas en esta reforma con la
esperanza de revertir la “crisis en la política” que se empieza a profundizar
desde las movilizaciones social-ciudadanas del 2011.
El
gobierno, en el contexto del diagnóstico que hace de la democracia -“enferma y sin vitalidad”- ha impulsado
y ha logrado la aprobación de la Ley de Primarias. Con ello, buscan revertir
una de las aristas de la “crisis en la política” asociada con la participación.
Se trata, por tanto, de un dispositivo que junto a la inscripción automática y
el voto voluntario tienen como horizonte sacar del estancamiento y debilitamiento
la democracia chilena. Incluso, dicha Ley se instala como un lubricante para el
binominal y la férrea defensa que hace del mismo el oficialismo. La Primaria,
no tiene sentido en un sistema electoral proporcional.
No
obstante, la historia política de los últimos años muestra que la realización
de elecciones primarias no es algo nuevo en el país. En efecto, ha sido el
mecanismo que usó la Concertación para definir su abanderado presidencial de
Frei a Frei. En efecto, en 1993 la dupla Lagos-Frei compite de modo muy
desigual para lograr la nominación y convertirse en abanderado del conglomerado
oficialista de la época. En el ’99 realizan una segunda primara en la que
compiten Lagos y Zaldívar –esta vez en igualdad de condiciones-. En el 2005 la
primaria se suspenda ante la renuncia de Alvear. Y en el 2009, Frei vence a
Gómez en unas primarias con más vicios que virtudes.
Nuevamente,
la definición presidencial de la Concertación –y sus nuevos aliados- tiene en
el horizonte una primaria. Nada nuevo. La experiencia ya la tienen. Lo novedoso
de esta coyuntura en que no sólo hay una ley que define el marco institucional
dentro del cual se va desarrollar la competencia, sino también la derecha
incursiona en este mecanismo. Pero, hay más. En efecto, la Ley también
contempla la realización de primarias para la definición los candidatos al
parlamento.
La
moda de las primarias –sí, la “moda”- y su institucionalización comienza con un
diagnóstico doble; el que hace la Concertación a propósito de la derrota
electoral y política que sufre el 2009 y el que hace el oficialismo en particular
y la clase política en general de que ante la “crisis en la política” hay que
fomentar y estimular la participación. De hecho, la agenda política del
gobierno actual esta centrada en la participación.
Todos
los sectores políticos preparan elecciones primarias. La Concertación lo
prometió desde su derrota. De ese modo, realizaron primarias municipales, la DC
ha puesto en marcha primaras pre-presidenciales y pre-parlamentarias y se
preparan para la final de fines de Junio. La fiebre por las primaras invade
Chile.
Surge,
una primera pregunta: ¿son primarias
competitivas con resultado incierto?; ¿habrá alguna sorpresa?
Todo
indica que a nivel presidencial no habrá sorpresas: Golborne le gana a Allamand
y Bachelet a “los otros”. No obstante, el panorama en la oposición parece más
interesante no sólo por la competencia a
cuatro o cinco bandas que se va instalar, sino también porque hay
negociaciones y potenciales acuerdos que apuntan a construir una mayoría social
y política de mediano y largo plazo que impulse un conjunto de trasformaciones
cuyo relato tiene como eje el tema de la igualdad. Y en esa línea no sólo hay
que elegir el abandero para el 2014, sino también para el 2018. En este hecho,
está la clave de la actual primaria opositora.
Sobre este escenario surge una pregunta: ¿qué define y caracteriza la primaria presidencial al interior de la oposición?
Lo
que define esta contienda es el “factor Bachelet”. De este modo, se abren dos
escenarios probables: con Bachelet y sin Bachelet. De hecho, el naipe
presidencial de la oposición se baraja de modo distinto según la presencia o no
de la ex mandataria. Es más, sin Bachelet las posibilidades de que la oposición
vuelva a La Moneda se reducen de modo considerable. Sin Bachelet, emerge un
terremoto y un tsunami político de largo alcance.
Por
compromiso y responsabilidad política, por los tiempos involucrados, porque no
hay plan B, porque su silencio se convierte en un valor ético y porque “la
gente lo pide”, la ex mandataria
competirá en la primaria opositora. Es más, la va ganar y se convertirá
nuevamente en Presidenta de Chile en nueve meses más. A estas alturas, sólo un
“accidente político” puede evitar su postulación y su triunfo en Noviembre.
La
primaria opositora tiene a la fecha tres competidores oficiales: el DC, Claudio
Orrego, el Radical, José Antonio Gómez y el independiente y tecno-liberal Andrés
Velasco. Se espera para Marzo la incorporación de Bachelet que tiene el apoyo
del PS-PPD. En este contexto: ¿qué rol
jugara el PC y el progresismo de MEO?
Mientras
el PC terminará apoyando la opción Bachelet, los progresistas siguen
conversado, negociando y evaluando la posibilidad de participar en la primaria
opositora sobre la bases de algunas condiciones. Hasta el momento, para MEO la “primera vuelta es la primaria”.
Las
conversaciones para la convergencia opositora en términos presidenciales,
parlamentarios y programáticos tiene un dato esencial y fundacional: que
Bachelet gana la primaria y la presidencial. Todos tiene claridad –incluso, el
duelo ya hecho- que van perder en Junio. Pero, del mismo modo cada uno tiene
sus objetivos políticos y un futuro por delante. Justamente, esto es lo que se
juegan en la primaria opositora: su futuro político; en rigor, su futuro
presidencial.
Por
ello, salir segundo es la consigna y el objetivo. Entonces, ¿primaria o secundaria?
En
este contexto, la decisión de MEO de competir o no en la primaria opositora,
resulta relevante y significativa no sólo para su posicionamiento presidencial
futuro, sino también para la “mayoría progresista” del país y las
transformaciones socio-políticas asociadas.
Si
MEO no va a la primaria, competirá en Noviembre. Pero, saldrá tercero –con
menos votos que el 2009-, se quedará sin representación parlamentaria –o
mínima-, las desconfianzas con la Concertación 2.0 y el otro progresismo seguirán dañadas y su
rol para una segunda vuelta se verá debilitado. En este cuadro, lo mejor
políticamente para MEO es competir en la primaria.
Si
compite en la primaria tiene buenas posibilidades de salir segundo. De hecho,
hoy es el postulante más competitivo de la oposición después de Bachelet. Es
más, si ocurre el “accidente político” y la “santa del silencio” decide no ir,
sin duda, MEO puede ganar esa primaria.
En
definitiva, si MEO quiere salir segundo en la primaria y no tercero en la
primera vuelta debe considerar muy en serio y con mucha humildad su
participación en la primaria opositora a nivel presidencial y parlamentario.
Con ese segundo lugar se posiciona, sin duda, como la mejor opción presidencial
para el 2018. Con MEO compitiendo en la primaria opositora, se cierra el naipe
presidencial de la Concertación 2.0.
En
fin, con MEO o sin MEO la competencia por el sillón presidencial de la
oposición ha dejado de ser una primaria y ha pasado a convertirse en una
secundaria. La competencia será de “guante blanco”. Todos saben que van a
perder frente a la “santa del silencio”.
Por ello, competirán por salir segundo y asegurar el mejor posicionamiento
presidencial para el 2018.