Abril 2013
El
aterrizaje de Bachelet a fines de Marzo y la aceptación de su candidatura abre
otra fase en la lucha presidencial del país. En efecto, con este hecho se da
inicio “formal” a la competencia por La Moneda. Sin embargo, la carrera ya
estaba lanzada hace muchos meses. No obstante, el 27-M marca un antes y un después en la dinámica presidencial
del país.
En
materia presidencial el “antes” está
definido por seis elementos; por el lento y débil
posicionamiento de las candidaturas del oficialismo, por los silencios de
Bachelet, por el bajo perfil e influencia de los presidenciables opositores, por
la conformación de los equipos de campaña y las definiciones estratégicas, por la
puesta en escena de tenues relatos programáticos y por un incipiente debate
político-presidencial entre los distintos candidatos.
A
su vez, el “después” abre una nueva
fase en la presidencial en la que estos seis elementos se han consolidado. En
general, los nudos y los amarres de la campaña se han desatado. Los actores,
sus equipos, sus estrategias y sus ideas fuerza están en acción. El tono sube.
Las interpelaciones se intensifican y el debate comienza a dominar la agenda y
los medios.
Sin
embargo, en ambas fases hay un hecho
político dominante que no ha variado. En efecto, no
sólo sigue vigente y determinando la coyuntura política del país, sino también amenaza
–fuertemente- en consolidarse y terminar por decidir de manera anticipada el
resultado presidencial de Noviembre.
¿Cuál es este hecho político?
La
respuesta se encuentra en que en ambas
fases “el factor Bachelet” es el que
impone las formas, los tiempos, los
ritmos y los ejes de la agenda presidencial, política y mediática del país.
En efecto, todo sigue girando en torno a lo que “Bachelet” diga o haga.
Es
tan fuerte y dominante el “factor Bachelet” que no sólo controla la agenda
presidencial, sino también la agenda política de todos los actores, incluido el
gobierno. Los esfuerzos de este último por destacar hasta la saciedad sus
logros económicos, el bono marzo, el proyecto para aumentar el salario mínimo,
los ataques “corporativos” a Bachelet y
la inyección de recursos a la educación municipal, no han logrado opacar ni
debilitar el “factor Bachelet”.
Los
otros actores tampoco han despertado ni despegado. Golborne, habla poco, repite
lo que dice la dupla Melero-Coloma y lo
que plantea es rápidamente rechazado; Allamand, no ha podido instalar la
campaña en el terreno de la razón y de la alta política; Orrego, vive atrapado
en el “guante blanco”, en los buenos modales y en los compromisos políticos de
su partido; Velasco, ¿a quién le importa lo que diga?; Gómez juega su propio
partido y Parisi, Jocelyn-Holt y Claude no existen. Finalmente, MEO ha perdido novedad y también termina
doblegado ante el “embrujo” de la ex ONU. Sólo el debate en torno a la acusación constitucional contra Beyer ha podido –de modo breve- opacar la luz
de Bachelet.
Antes
de que aceptara –públicamente- la candidatura, todos especulaban en torno a ese
hecho. El “hablemos en marzo” le puso
fecha y certeza a la campaña: todos a esperar. Luego, pasamos al “cuando llega”. Y siguen las
especulaciones. Llegó Marzo y aceptó la candidatura; La prensa se moviliza y
los actores políticos se inquietan. Dijo “paso”
y nuevamente todos caen a sus pies. Todo, gira en torno la “factor Bachelet”.
Vemos,
por tanto, que su presencia no sólo es el elemento rector para el despliegue de
los competidores, sino también el sentido de sus campañas. En este escenario la
visibilidad política y la apuesta electoral de los postulantes dependen de modo
directo de las polémicas, discusiones, enfrentamientos y referencias a
Bachelet. Este hecho, por tanto, determina, condiciona y obliga a que cada
candidato ponga en marcha estrategias
defensivas que, en definitiva, se construyen en función del “factor
Bachelet”.
Al
contrario, “Michelle” construye relato y política presidencial no mirando “para atrás, para abajo ni para arriba”.
Su mirada esta puesta en los ciudadanos y en sus demandas. Su candidatura no se
empantana en el “pasado ni en la
coyuntura”.
Los
distintos candidatos, que llevan muchos tiempo en la cancha, han puesto muchos
temas en la agenda de la presidencial. En rigor, todas las problemáticas del
país han formado parte del debate; energía, educación, Bolivia, valóricos,
reformas políticas, etc. De hecho, cada uno tiene opinión y respuesta para cada
temática. Sin embargo, no ha sido suficiente.
En
ese camino, Bachelet empezó más tarde. No obstante, es sólo cuando la ex mandataria entra a escena que el debate presidencial
adquiere “visibilidad real”. De hecho, a la fecha sus planteamientos
programáticos han sido generales y carentes de profundidad técnica y sustento
político. No obstante, no sólo han logrado la atención de los medios y la
respuesta de sus contenedores, sino también un fuerte posicionamiento
ciudadano.
Sus
planteamientos políticos y programáticos han sido –a la fecha- “fin al lucro… reforma tributaria y nueva
Constitución”. Tres ideas, que en pocos días no sólo han revolucionado el
ambiente –todos responden, critican y dan sus recetas-, sino también han
re-definido las prioridades de la agenda y del nuevo período presidencial.
Para
la opinión pública se ha producido una fuerte asociación entre Bachelet y el “fin al lucro”. La misma relación se va
generar con las otras temáticas; con las que están en la mesa y en las que se
van a instalar en las próximas semanas. ¿Con quién está asociada la agenda de
la igualdad?
Mientras
los distintos candidatos miran a Bachelet para orientar sus relatos y acciones;
la ex mandataria mira la demanda ciudadana y la hace suya. Aquí, esta la
potencia de su liderazgo: articular demanda y valoración. En efecto, la fuerza
del “factor Bachelet” surge desde abajo: de ciudadanos que “la quieren” y de ciudadanos que
demandan.
La
próxima proclamación de su candidatura, sus primeras apariciones en los medios
y los anuncios que se van a suceder en los días siguientes no sólo van a seguir
opacando a sus competidores, sino también van a seguir mostrando que controla
la agenda.