Mayo-2013
La
“operación Longueira” ha planteado
una serie de preguntas; ¿cuáles fueron
las condiciones políticas que hicieron que todo esto fuera posible?, ¿qué
sucedió para el desenlace de uno de los episodios más interesantes, oscuros y
llenos de aristas de los últimos años?, ¿porqué emerge en el terreno de la
coyuntura un hecho político como el que estamos presenciando?, ¿qué objetivos
de poder hay detrás de esta operación?, ¿qué efectos tendrá esta coyuntura
sobre el futuro político y electoral del oficialismo?, ¿a qué responde la
bajada de Golborne; a hechos fortuitos o a una operación política que se venía
fraguando?
El
“misil” que disparo Allamand no sólo destruyó la opción presidencial de
Golborne, sino también la del gremialismo. Desde ese momento, la opción del
hijo de Maipú pasó a ser “in viable”.
El candidato había quedado mortalmente herido.
Hasta
ese momento, en la UDI y en sectores del oficialismo circulaba el diagnóstico
de que Golborne se estaba desinflando. Durante los días previos se habló
ampliamente sobre las encuestas privadas que mostraban esa realidad. Golborne,
estaba perdiendo su ventaja inicial y su principal activo. Sin embargo, a la
UDI no sólo le inquietaba ese hecho, sino también que la “performance” de su
candidato estaba dañando de manera importante su capital político y electoral; en
definitiva, su peso parlamentario.
Por
ello, la “bajada” del ex Cencosud debe
entenderse en dos dimensiones; en el corto y largo plazo. En efecto, en el
corto plazo está el caso de los “abusos y
de los paraísos fiscales” y en el largo
plazo, una candidatura débil y sin liderazgo político que cada día perdía
fuerza electoral.
Junto
a la “debilidad estructural” de la candidatura de Golborne y al “misil” que
mando Allamand, hay un tercer elemento
que contribuye a configurar las condiciones socio-políticas que hacen posible
la “operación Longueira”. Se trata,
de que la coyuntura presidencial tiene como eje central del debate
programático, político y electoral la
cuestión del modelo. Lo que está en juego en esta coyuntura, por tanto, es
el tipo de sociedad y de desarrollo que se va comenzar a construir.
Finalmente,
a estos tres elementos se agrega uno más. Se trata, de que en el país se han
generado condiciones políticas, electorales, económicas y sociales para impulsar una amplia agenda de
transformaciones; que está orientada a desmantelar el neoliberalismo local.
¿Es
casualidad, que justo en esta coyuntura estén defendiendo el modelo dos de sus
arquitectos políticos: Allamand y Longueira?, ¿es casualidad, que sean ellos
los que están negociando –o lo van hacer- los ajustes que se le pueden hacer la
modelo?
Había llegado el momento de cambiar
los objetivos de la fase. El nuevo ciclo es ideológico y
político; y por tanto, se requería una política de “shock”. Y para ello, lo
primero que había que hacer era
“despedir” a Golborne. El gremialismo no se podía hundir con el ex Cencosud.
Sin embargo, no sólo bastaba con bajar a Laurence; había, que controlar el
partido y evitar que la directiva siguiera cometiendo errores. Para ello,
Longueira debía reemplazar a Golborne en la candidatura presidencial. La “operación Longueira”, por tanto, no solo
implica suceder a Golborne, sino también controlar e incidir en la directiva
del partido. Melero, Novoa y Coloma también han quedado heridos.
Las
prioridades han cambiado. ¿Cuáles son
los nuevos objetivos de la “operación Longueira? Podemos identificar cuatro:
1. Fortalecer a la
UDI y defender sus posiciones en el parlamento.
Golborne estaba debilitando el área de influencia de la UDI y poniendo en
riesgo su futuro político y parlamentario. En esa perspectiva, la llegada de
Longueira y el control que va tener sobre la lista parlamentaria puede leerse
como un golpe de timón a la directiva de Melero. Desde el “golpe blanco” que se
ha dado al interior del gremialismo se comienza a recuperar la mística, la
capacidad de trabajo y el proyecto de la UDI-Popular.
Longueira,
tiene la misión de fortalecer la lista parlamentaria del gremialismo no sólo
para evitar los doblajes potenciales que rondan en el ambiente –y que le quitan
el sueño a Carlos Larraín-, sino también para no perder posiciones de poder
frente a RN y al interior del Congreso. De
hecho, en estas parlamentarias la UDI es el partido que más arriesga. De
este modo, la mejor lista –sobre todo, a nivel senatorial- no debe estar
sometida a los vaivenes de mayorías desconocidas y circunstanciales. Por ello,
la primera decisión es no hacer primarias parlamentarias y ubicar las fichas
donde sea más rentable.
2. Defender el
modelo. La fase que se abre desde la irrupción del
malestar ciudadano es política e ideológica. Lo que está en juego son los
principales enclaves económicos, políticos y simbólicos del neoliberalismo
chileno. Los arquitectos del modelo, tienen la misión moral y política de
defender la obra.
La
defensa surge cuando se observa que en el debate político-público se ha
instalado con mucha fuerza la idea de que el modelo debe ser transformado de
manera “estructural”. La preocupación es evidente.
3. Legitimarse como
interlocutor del gremialismo y del sector ante la “agenda de la igualdad”.
Las palabras de “buen vecino” que ha emitido en sus primeras entrevistas y
discursos hacia la izquierda, hacia Bachelet y hacia la Concertación y sus
candidatos son señales de que no sólo buscan reducir el enfrentamiento en la
coyuntura presidencial, sino también generar condiciones políticas para negociar los cambios al modelo que se
van a impulsar en la próxima administración: ¿con quién –de la futura oposición-
va articular consensos y acuerdos el gobierno de la “Nueva Mayoría”?
El
hecho de haber mencionado su rol en haber ayudado a la DC para inscribir sus
candidatos y haber estabilizado el gobierno de Lagos, son señales que me llevan
a levantar esta hipótesis. En este escenario no sólo el “ingeniero de la
política” asume un rol articulador, sino también el gremialismo. Ya veremos,
como se desarrolla esta dimensión.
“Crecimiento con inclusión” es el relato
que se ha instalado, al menos, en el gremialismo. Lo afirmaba Golborne y hoy lo
repite Longueira. Están dispuestos a que se instale y opere la agenda de la
inclusión; pero, también que se siga en la senda del crecimiento y sus pilares
básicos. Por tanto, la nueva fase debe fundarse en un nuevo pacto. Longueira,
viene a jugar ese rol.
4. Generar
condiciones para un segundo gobierno de la alianza.
Este objetivo es complejo y contradictorio. Hay que entenderlo en dos planos;
el primero, en que no se puede hacer pública la percepción de que la
presidencial está perdida y que se buscan otros objetivos; menos aún, cuando no
se han contado los votos. Y en segundo lugar, hay que competir y llegar a “cada rincón de Chile” con el mensaje de
que es bueno para el país que haya un segundo gobierno de la Alianza y que no
se pierda la oportunidad histórica de alcanzar el desarrollo.
De
este modo, Longueira no sólo viene a fortalecer el rol político del gremialismo
a corto y largo plazo, sino también a potenciar la opción presidencial del
oficialismo como una forma de lograr su objetivo principal.
Pero,
en ese tránsito la derecha ha ganado en
tonelaje político; pero, ha perdido en votos, en credibilidad y en confianza. Igual
que los otros aspirantes al gobierno, comienzan a mirar en el horizonte el 2018.