martes, 30 de julio de 2013

Las crisis de la derecha y el fin de ciclo

Julio 2013
El proceso que condujo a la nominación de Matthei como abanderada presidencial del gremialismo tiene como una de sus consecuencias más significativas haber sacado del baúl de los recuerdos hechos ocurridos en el pasado y que dan cuenta de las profundas diferencias y conflictos que hay en el sector. Esto, no ocurría desde el 2006 cuando Piñera mostraba reales posibilidades de llegar a La Moneda.

De hecho, todos los actores de la política –políticos, partidos, medios y analistas- han comparado esta “crisis” de la derecha con los hitos clásicos de conflicto que se han manifestado en el sector: las peleas fundacionales de fines de los ochenta, el Piñera Gate de 1992, el caso drogas en 1995, el caso Spiniak en el 2003 y la proclamación de Piñera en el 2005 son los hitos que dan cuenta de una historia cruzada de tensiones y diferencias.

¿Porqué este hecho ha actualizado los recuerdos de los grandes hitos que han tensionado al sector?   Sin duda, la respuesta se encuentra en que hay elementos comunes a todos estos eventos. Se identifican tres:

En primer lugar, se encuentra la profundidad del conflicto. En efecto, todas son coyunturas en que la tensión alcanza niveles superiores al punto de amenazar la unidad del sector; y, de ese modo, debilitar sus rendimientos electorales a nivel presidencial y parlamentario. La experiencia muestra que por medio de la unidad estuvieron a  treinta mil votos de ganarle a Lagos en 1999 y se convirtieron en gobierno en el 2010. Sin unidad perdieron en el ’89, en el ’93 y en el 2005.

En segundo lugar, todas estas coyunturas de una u otra manera se relacionan con la lucha por el posicionamiento presidencial. Se trata, en definitiva, de la competencia por la conducción y el liderazgo presidencial de la derecha política.

En tercer lugar, observamos que los involucrados en estos acontecimientos no sólo son los mismos, sino también son los principales liderazgos políticos del sector a los largo de 25 años: Piñera, Allamand, Novoa, Lavín, Longueira y Matthei.

Estos tres elementos muestran que en la derecha aumenta la tensión y la batalla se despliega cuando se ven enfrentados a coyunturas en las que deben definir la conducción y el liderazgo político del sector en un sentido doble: en relación al partido que asume el rol dominante y a los liderazgos presidenciales que “desean” representar al sector.

En función de esta historia se ha descrito que en la derecha chilena hay una fuerte tendencia a la auto-destrucción y a una fagocitosis política que se expresa en la frase típica de que la derecha chilena es “chaquetera, pesimista y autodestructiva”. Los hechos son elocuentes. Los sucesos están a la vista y han sido actualizados. No obstante, esta tendencia negativa convive  con otra positiva; que se relaciona con el sentido de supervivencia, la voluntad y la vocación de poder. La experiencia, muestra que siempre termina imponiéndose el cálculo político, el rendimiento electoral y la racionalidad de clase. 

De este modo, Eros y Tánatos se suceden en una interminable dialéctica en la que ninguno es el ganador definitivo. Las crisis emergen y se neutralizan. Las crisis aparecen y desaparecen. El problema no es lo uno ni lo otro.

El problema, por tanto, es que las variables que hacen que emerjan escenarios de crisis no desaparecen ni se resuelven. Al contrario, las crisis se superan cuando estas variables vuelven –por distintas razones y operaciones- a su estado de latencia. La “paz”, por tanto, retorna al sector hasta el momento en que aparece una coyuntura que determina nuevamente que se visibilicen las variables que tensionan y han tensionado al sector históricamente.

En la derecha las coyunturas presidenciales han sido y son caldo de cultivo para la crisis y el enfrentamiento. Esta oportunidad no ha sido la excepción. En efecto, el tema presidencial y la competencia por la conducción política del sector, nuevamente abre una coyuntura de crisis: la “crisis Matthei”.

No obstante, va ocurrir lo mismo que ha sucedido en otras coyunturas; se va superar no porque las fracturas estructurales del sector se sinceren y resuelvan; sino, porque la demanda de la política es intensa y requiere una diaria actualización. En definitiva, no hay tiempo. La competencia por el poder es voraz. Hay que seguir en la lucha y dar vuelta la página. Y hoy, la derecha debe seguir en la carrera presidencial y parlamentaria.

Pero, esta crisis es distinta a las anteriores en el sentido de que el contexto dentro del cual se inserta es otro. En consecuencia, el problema político de mediano y largo plazo para la derecha es que la “crisis presidencial” que se ha evidenciado se inserta en un sistema social y político que ha entrado a una fase de reformulación y transformación; que conduce “inevitablemente” no sólo a un nuevo modelo de convivencia política –nueva constitución y fin al binominal-, sino también a un modelo de desarrollo socio-económico más regulado en el que el Estado asume un rol activo y protector.

Por ello, para el sector es mucho lo que está en juego: gobierno y modelo en jaque. ¿Jaque mate?

La “orden del día”, por tanto,  para la derecha es doble: defender y proyectar el gobierno y mantener el modelo neoliberal. La tarea es compleja cuando observamos que el sector enfrenta esta coyuntura en un contexto de “crisis de conducción” y de debilidad social, política y electoral.

En consecuencia, no se avecinan buenos momentos para el sector. De hecho, la “paz aparente” volverá en noviembre; sobre todo, si la derrota presidencial es contundente y la lista parlamentaria es doblada, a lo menos, en doce distritos y en cuatro circunscripciones. La crisis será más intensa no sólo porque desde ese mismo momento empezará de nuevo la carrera presidencial del sector, sino también porque se comenzará a impulsar el programa de la igualdad.


Y finalmente, en este escenario la derecha deberá adaptarse y refundarse para ajustar sus prácticas, ideas, proyectos y liderazgos a las nuevas condiciones del ciclo político y social. Entre ellas, deberá aprender a competir sin subsidio político.  Se vienen días y jornadas intensas.