domingo, 24 de noviembre de 2013

Las ¿dudas? de la derecha de los nuevo tiempos

Noviembre-2013
Tal como se venía pronosticando desde las municipales pasadas, la derecha ha sido nuevamente derrotada en las urnas. Sacar el 25% de votos en la presidencial es una debacle electoral para el oficialismo. No obstante, por pasar a la segunda vuelta trasforman la derrota en victoria. Ya sabemos: la segunda vuelta no es un “sí, se puede” –similar al “es posible” de Golborne- ni tampoco una nueva oportunidad. Acaso, ¿alguien puede pensar que el resultado presidencial será revertido?; ¿alguien puede pensar que el resultado de la “batalla final” será distinto a lo que dicen las encuestas hace más de dos años y que se ha ratificado en tres elecciones consecutivas?

En consecuencia, lo único que falta para coronar la crisis de la derecha es recibir en tres semanas más una paliza –goleada, si se quiere- electoral y política que la obligue a mirarse al espejo sin el velo autocomplaciente de la soberbia y de la arrogancia de “ser los mejores”. Ya será paliza si se repiten los resultados de la primera vuelta. En efecto, si en la presidencial pasada sólo consideramos los votos de Bachelet y Matthei el resultado sería 65.1% contra un 34.9%.

La derecha está inmersa en una crisis profunda de largo alcance: ¿cabe alguna duda? Los bajos niveles de aprobación presidencial, el fracaso de la “nueva forma de gobernar”, la conflictiva y dolorosa carrera presidencial, los permanentes cambios de gabinete, las tres derrotas electorales en tres elecciones y el debate en torno a la “nueva derecha” son señales de que las cosas no están bien en el oficialismo.

Hace cuatro años Piñera estaba a semanas de ganar la presidencial. En diciembre del 2009 ganó la primera vuelta con el 44% de los votos; y la segundo vuelta, la ganó un mes después con el 51.6% de las preferencias. Frente a esta coyuntura, ¿alguien podrá pensar y/o sugerir que la derecha estaba en crisis?  Son días de plétoras de poder y felicidad.

Pero, todo esto comienza a cambiar muy rápidamente. La máxima expresión de este hecho es la reciente derrota presidencial que muestra que en cuatro años la derecha bajo su votación presidencial en 21 porcentuales y su peso parlamentario se vio reducida de modo significativo.

En consecuencia, los datos muestran una certeza indesmentible: la derecha está en crisis. Hoy, esto es lo único claro. La segunda vuelta, por tanto, sólo viene a prolongar la agonía final y dilatar el proceso de “re-fundación”, “re-formulación”, “re-estructuración” y/o “adaptación” o como quieran llamarle.

Las dudas surgen, por tanto, cuando corresponde analizar y definir el tipo de coyuntura que se abrirá en el sector; en definitiva, el tipo de adaptación que se imponga. Pero, en el sub-suelo de la derecha ya hay movimientos pensando en el futuro: tipo de oposición a constituir, próximas definiciones internas de sus partidos, posicionamientos presidenciales y pulsiones generacionales.

Al entrar a esta nueva fase, la derecha deberá –en primer lugar- hacer un diagnóstico que explique ¿cómo en tan poco tiempo el oficialismo paso de la ilusión al pesimismo y del triunfo a la derrota?

Los mayores problemas del gobierno y la derecha han sido políticos –que durante mucho tiempo fueron confundidos con déficit comunicacional--. Comienzan desde el primer momento cuando Piñera diseña un gabinete técnico sin experiencia política.

Luego, la “nueva forma de gobernar” se vio debilitada por dos hechos más: los conflictos de interés y la actitud autocomplaciente de insistir y repetir hasta la saciedad el somos los mejores”.

Junto a esos problemas fundacionales de la gestión aparecen dos más que han sido decisivos y que va contribuir a debilitar la “nueva forma de gobernar” a mediano y largo plazo: su incapacidad para identificar y resolver conflictos y no haber estado a la altura de las expectativas.

Junto a estas áreas de tensión y debilidad surge una fundamental: llevar la disputa presidencial al interior del gabinete. Fue, por tanto, la coyuntura presidencial lo que terminó por consolidar y profundizar la crisis política del oficialismo.

En lo general, en estos cinco elementos encontramos las razones por la cuáles la derecha en cuatro años paso del éxito al fracaso. Hoy, la derecha es más débil que hace cuatro años. La derecha está en crisis. De esto no hay duda. Pero, ¿cómo salir de esta coyuntura? y volver a re-encantar a los ciudadanos, a su electores y a ser competitiva.

Mucho se ha escrito y debatido sobre la refundación del sector y la manoseada “nueva derecha”. Lo que va suceder en esta perspectiva desde la derrota definitiva es incierto: ¿alguien sabe que va pasar con el sector?; ¿alguien tiene claro los caminos que va seguir la derecha?

Lo único que me parece evidente hoy, es que la derecha se debe “adaptar” si quiere ser competitiva a las condiciones y rasgos del nuevo ciclo social y político. La derecha no captó que el “Chile político” había cambiado. Debió, en consecuencia, gobernar en un terreno pantanoso. Por ello, a medida que se iba consolidando la nueva fase política, la derecha se iba debilitando a nivel político, electoral e ideológico: político, porque ha perdido credibilidad y capacidad de articular; electoral, porque ha sufrido tres derrotas contundentes; e ideológica, porque sus ideas fundacionales están fuertemente cuestionadas.

En la coyuntura actual la derecha se ha quedado sin fuerzas para defender el modelo económico, político y cultural instaurado en el gobierno de Pinochet y consolidado en los gobiernos de la Concertación. Este es, en consecuencia, el principal problema político que la derecha debe enfrentar y resolver: adaptarse y defender el modelo en una situación de debilidad. La derecha ha entrado a una fase defensiva de acción política.

Vendrán días complejos. Los caminos que tome esta crisis no están muy nítidos. Mucho depende de lo que ocurra en la segunda vuelta. Las preguntas decisivas ya están planteadas: ¿cómo adaptarse?, ¿en qué dirección hacerlo?, ¿quién y quienes van liderar este proceso?, ¿qué ideas fuerza van a defender y/o promover?, ¿qué tipo de relación van a establecer con el nuevo oficialismo?, ¿qué articulaciones de poder de va a imponer?, ¿qué tipo de oposiciones se van a desarrollar en su interior?, ¿cómo se va desarrollar la pugna generacional que se da en el sector? son algunas de las preguntas que se tendrán que dilucidar en la coyuntura  post presidenciales.

Hoy, hay más dudas que certezas. El tipo de respuesta que se dé a cada una de las interrogantes anteriores va definir el tipo de adaptación que se ponga en marcha. Para esto, la derecha debe saber, entender y aceptar que en el nuevo ciclo político va tener que competir sin subsidio político. Toda adaptación se hace sobre este contexto y fundamento.

La derecha deberá entender, en consecuencia, que en la nueva fase política el proyecto de “la sociedad chilena” se definirá de manera colectiva con las reglas de la democracia. El nuevo Chile, por tanto, no será el resultado de la imposición militar de un tipo de sociedad de unos por sobre otros; ni tampoco la defensa binominal de ese modelo, sino al contrario, el resultado de la competencia democrática.


Esto recién comienza. Por ahora, seguimos en esta inútil y agónica segunda vuelta. No estaba equivocado el presidente del PS, Andrade, de que lo mejor era “hacerla cortita”. Sin duda, era lo mejor para todos. "Caminante, se hace camino al andar".

martes, 19 de noviembre de 2013

La CEP y las presidenciales

Noviembre-2013
Las encuestas de opinión nuevamente han errado en sus proyecciones. No obstante, esta afirmación –política y mediática— hay que relativizarla y entenderla en el marco de las tendencias que sugieren y no en el contexto de la cifra exacta que nos muestra. El nuevo padrón electoral y el voto voluntario, sin duda, es el principal problema que enfrentan los distintos estudios que tratan de conocer la intención de voto de los potenciales electores. En este artículo quiero poner atención en lo que paso con la CEP en sus dos últimos trabajos y contrastarlo con el resultado de la presidencial.

En septiembre apareció un estudio que fue duramente castigado y vilipendiado por la derecha. Mientras Lavín afirmaba que los resultados de “la CEP tiene validez cero”, Coloma decía que la encuesta y sus resultados no tienen “merito predictivo”. A su vez, Lily Pérez reforzaba lo anterior al afirmar que la CEP “no ha sido eficiente en la toma de la muestra”. Sin embargo, la vocera de Matthei destacaba lo más relevante de las cifras entregadas y que apuntaban a que “habrá segunda vuelta y que en ella estarán dos mujeres”.

Al conocerse los resultados presidenciales la noche del pasado domingo la candidata Matthei afirmaba que pasar a la segunda vuelta era “un triunfo”. Cada cual con sus expectativas. Al parecer no esta tan errada la “proyección indirecta” que hace la CEP en septiembre.

No hay que olvidar que esta encuesta no hace ninguna pregunta directa de “intención de voto”. Por razones que se dieron en su oportunidad esta fue eliminada. En consecuencia, fueron dos las preguntas que usaron con efectos políticos y que generaron la guerrilla de declaraciones en uno u otro sentido. Las preguntas que se hicieron pueden ser caracterizadas como “indirectas de intención de voto”. Ellas fueron: “¿quién cree Ud. que será el próximo Presidente de Chile y ¿quién le gustaría a Ud. que fuera la o el próximo Presidente de Chile?”.

En un artículo que escribí en esa coyuntura destaque cuatro certezas que se podían inferir a partir de estos resultados. Sin modificación alguna ellas son:

“En primer lugar, que Bachelet va ganar la presidencial de noviembre y que la derecha va llegar segunda.

En segundo lugar, que hay  “altas probabilidades” de ganar en primera vuelta. Sin embargo, los datos que entrega la CEP no permiten confirmar ni rechazar esa posibilidad.

En tercer lugar, los datos muestran de modo indirecto que Bachelet gana la segunda vuelta. La distancia entre el primero y el segundo en la primera vuelta, será irremontable.

En cuarto lugar, que el rendimiento de los candidatos no duopolicos está lejos de acercarse a lo que fue la presidencial anterior en la que a la misma fecha –3 a 4 meses, antes de la presidencial—  mostraban cifras muy superiores a lo que se observa hoy. Ningún no duopolico va llegar segundo”.

En definitiva, resulta evidente observar que un análisis profundo de esa encuesta muestra que no estaba tan errada como se dijo en su momento. Sólo puede haber cierta distorsión con lo que marcan los no duopolicos. No obstante, Parisi y MEO marcan un empate técnico con una leve ventaja del primero sobre el segundo.

La última CEP del año aparece en octubre. Sus resultados fueron tan polémicos como los de la anterior. Sin embargo, es relevante destacar que desde el punto de vista metodológico y sus potenciales efectos políticos en esta ocasión no sólo se repitieron las dos preguntas anteriores que miden “intención de voto” de manera indirecta, sino también se agregó la clásica pregunta en dos modalidades –urna y cuestionario--: “si las elecciones presidenciales fueran el próximo domingo, y los candidatos fueran los siguientes… ¿por quién votaría Ud.?”

En consecuencia, en las dos últimas mediciones sólo es posible comparar las preguntas indirectas. En esa perspectiva, los datos muestran que las certezas anteriormente identificadas se ratifican y consolidan: que gana Bachelet por una gran diferencia, que Matthei sale segunda, que ganar en primera vuelta es probable –mas no, seguro— y que MEO y Parisi se disputan el tercer lugar con una leve diferencia a favor del segundo.

Pero, en la última medición la discordia surge a partir de la pregunta directa de “intención de voto”. De hecho, la mayor disputa surge de la baja votación que recibe Matthei que alcanza al 14%; once puntos menos que su votación real. Sin duda, una mala estimación. Pero, a la vez una lectura errónea del dato. Tienen que pedir “perdón por el daño” que causaron ha dicho el senador Espina luego de las elecciones.

La estimación a partir del “voto en urna” muestra lo siguiente: Bachelet un 47%, Matthei un 14%, Parisi un 10%, MEO un 7%, Claude un 3% y los otros cinco un 0%. Los indecisos, los nulos, los blancos y los que se abstienen marcan un 19% de la muestra.

Contrastemos. Bachelet obtuvo el 46,7% de los votos en la elección del pasado domingo. Podríamos decir que se trata de un dato perfectamente captado. Pero, se trata de una cifra que no distingue entre votos válidos, votos no válidos y abstención. Por ello, al considerar sólo los válidamente emitidos Bachelet supera el umbral del 50% y ganaría en primera vuelta. Incluso, el 47% inicial esta dentro del error estimado del 3%; por lo que también habrían posibilidades de ganar en primera vuelta. Ya sabemos que eso no ocurrió.

De aquí, por tanto, surge la tesis de que ganaría en primera vuelta. Sin duda, el dato fue usado políticamente. De hecho, no es posible hacer esa inferencia desde esos datos. Y si se hace, no se podía ser tan determinante e instalar una “verdad” sin base ni fundamento sólido. El problema no es de la encuesta ni de la metodología que la funda, sino de los que usan e interpretan ese dato; es decir, de los medios y de los actores de la política.

La estimación que la CEP hace de Bachelet independientemente de la cifra, muestra que ganará la presidencial de noviembre por una amplia ventaja. Y al mismo tiempo, que hay buenas probabilidades de ganar en primera vuelta –no que va ganar en primera vuelta--. Con Bachelet, por tanto, esta proyección no sólo es lo que se dio en la elección del domingo, sino también es lo que mostraban la encuesta de septiembre con dos preguntas “indirectas de intención de voto” y que identifique como una de las certezas de la CEP. Nadie puede decir que  la encuesta no capto que habían condiciones políticas y electorales para ganar en primera vuelta. De hecho, otras encuestas también captaron esta posibilidad.

La votación de Matthei fue subestimada. Del propio comando se insistió en que en esta encuesta era habitual ver a la derecha subestimada. Algo de cierto hay en ello. Pero, lo relevante no es ese 14%, sino que esta a mucha distancia del ganador y que va en un sólido segundo lugar. De hecho, esta encuesta no muestra que Parisi podría desplazar a Matthei del segundo lugar. Al parecer había otras encuestas que si lo indicaban. Seguramente, esos datos fueron el origen de la fuerte y decisiva disputa Matthei-Parisi. 

Las estimaciones de Parisi y MEO fueron mejores. Para el total de la muestra Parisi obtiene el 10% y MEO el 7%. La CEP nos muestra un “empate técnico” con una leve ventaja de Parisi y con una diferencia de tres puntos. ¿Qué ocurrió en la elección?

La elección ratificó que había un escenario de “empate técnico” entre ambos. Pero, erró en la diferencia que había –era menor a la estimada—y en que Parisi salía tercero. Lo interesante, es que esto ya lo habíamos visto en la encuesta de agosto por medio de preguntas indirectas.

Finalmente, la estimación de Claude fue bastante certera. Con el 2.8% de los votos y llegar en quinto lugar se ratifica la estimación de la CEP de agosto y de octubre.

Al contrario, en los otros cinco su proyección estuvo errada. En las preguntas de “intención de voto indirectas” en agosto y en octubre se encuentran ocultos en la categoría “otros” en la que cada uno marca menos del uno por ciento. La mayor distorsión ocurre con Esfeir que llega al 2.2% de los votos. En conjunto estos cinco candidatos suman el 4.4% de las preferencias. Sin duda, una errada proyección.

En definitiva, la pregunta de intención de voto que se hace en octubre por la modalidad de urna ratifica en las grandes tendencias de la elección lo que ya mostraba en la encuesta de agosto/septiembre y que identifique como “certezas de la CEP”. Es más, en esta última encuesta –la de octubre— se repite la misma pregunta directa de intención de voto; con la diferencia que ahora hay que responder en el cuestionario. 

Las cifras muestran los mismos datos y las mismas tendencias que hemos venido identificando: que gana Bachelet con una amplia ventaja -22 puntos sobre el segundo y 36 puntos sobre el tercero--, que ganar en primera vuelta es posible, que Matthei sale segunda, que Parisi está empatado técnicamente con MEO, que la ventaja es leve a favor de Parisi, que Claude sale quinto y que los otros cinco marcan muy poco.

No hay duda de que hay errores en las estimaciones. Para unos más y para otros menos. No obstante, la CEP ha estimado y captado con alta certeza las grandes tendencias de las presidenciales. Si bien la CEP tiene falencias metodológicas –que se profundizan en la actual coyuntura— tiene más validez y relevancia de lo que se ha querido instalar. Es evidente, que no resulto un tan mal predictor del pulso electoral.

Es cierto; las encuestas no gozan de buena salud en el Chile de hoy. El problema es metodológico y político. Metodológico porque hay que adaptar el instrumental para captar no sólo el Chile del nuevo ciclo político, sino también para aislar los que votan de los que no votan. Las encuestas están en una etapa de transición.

Finalmente, el problema es político porque los actores de la política y los medios de comunicación –que también son actores de la política— usan los datos que producen las encuestas de opinión con fines de poder. En esta operación se olvidan de las consideraciones metodológicas que toda encuesta tiene. De este modo las encuestas y sus datos se convierten en hechos políticos de alto impacto e influencia.


La CEP ha sido el emblema del uso político de las encuestas. Probablemente los mismos que instalaron a la CEP en un lugar de privilegio y oráculo, son los que hoy la quieren aniquilar y desprestigiar. Después de todo, no estaba tan errada.