A
fines de Agosto, Lagos habló sobre la colaboración público-privada en Icare y
se instaló en la coyuntura con su relato generando gran impacto mediático;
sobre todo, por dos frases que fueron descontextualizadas: “aquí falta voluntad política… conducción política
y que todo lo concesionable” hay que entregárselo a los privados. La
aparición del ex mandatario no quedó ahí.
Luego,
de un vendaval de opiniones y disputas en torno a sus reflexiones, aparece una
entrevista en El Mercurio y pone en circulación una reflexión en La Tercera. Y
entre tanto, no asiste al acto de los “50
años del gobierno Frei Montalva” –lo que también generó debate-; y si,
asiste al acto –también en La Moneda- por la conmemoración del 11 de
septiembre. Frente a esta irrupción –que en otro contexto lo hubiese
posicionado como presidenciable- surge una pregunta: ¿qué tipo de socialismo connotan sus palabras?
La
primera afirmación que hace es que
la “colaboración público-privada ha
existido siempre…. desde tiempos inmemoriales”; y, por tanto, existe y
seguirá existiendo. De este modo, Estado y Mercado están obligados a coexistir
en un espacio común al interior de una sociedad concreta. En consecuencia, en el socialismo de Lagos el mercado debe existir y tener legitimidad.
Hay, por tanto, una re-valoración del
mercado, de la empresa, de la iniciativa individual, del capitalismo y del
capital: en definitiva del liberalismo económico.
El
segundo elemento, tiene que ver con
el tipo de relación que se establece
entre ambos: Estado y Mercado. Para Lagos, esta asociación depende de las “características de la sociedad… de la cual
se forma parte… el modo de relación va depender de las condiciones políticas… o
de las decisiones democráticas de la ciudadanía que se expresa y permite la
creación de instituciones para que el mercado funcione adecuadamente, para que en el mercado se de la legitimidad del
intercambio y para lo cual el apoyo del Estado es fundamental… mientras el
Estado se expresa en la decisión de la ciudadanía… el mercado se expresa en la
decisión de los consumidores”.
En
consecuencia, el segundo elemento del
socialismo de Lagos es que el régimen político del Estado debe ser una
democracia: en definitiva, una democracia liberal –representativa, clásica y de
políticos profesionales-. En una democracia, por tanto, los “ciudadanos le dicen al
Estado que quieren”. Insiste en este punto cuando en EL Mercurio afirma
que “en la relación público-privada, es el sector
público el llamado a definir cuáles con los propósitos finales... Porque
eso lo definen los ciudadanos”. Luego, en su documento de La Tercera vuelve
a insistir en que “seguiré pensando que
el rol irrenunciable de los ciudadanos
es ordenar al Estado lo que quieren”.
Por
tanto, para Lagos el Estado no es sólo un conjunto de instituciones que regulan
la vida de los ciudadanos y habitantes, sino también el espacio de deliberación
y decisión pública. El tipo de sociedad a construir colectiva y
democráticamente se hace, por tanto, desde la política y desde el Estado en
tanto, son los ciudadanos los que definen en el espacio público lo que se hace
o no se hace en un país.
En
consecuencia, es el Estado el que
tiene que tener la conducción y la
decisión política para liderar el desarrollo del país con una mirada de largo
plazo. Y, en ese proceso, incorporar a los privados, es decir, al capital a
las tareas del desarrollo. “Hay que
llamarlos, explicarles… y ponernos de acuerdo –con ellos-… en una mirada común de largo plazo”
sobre las metas y objetivos del país “qué
queremos para los próximos 15, 20, 30 años”.
Aquí,
por tanto, el tercer elemento del
socialismo de Lagos: la cuestión del
desarrollo. Lo primero que resalta es que el desarrollo debe entenderse no
sólo como un continuo planificado y consensuado –“la vida es un continuo y las sociedades también”- entre los que tienen la plata –los privados- y
los que dirigen el Estado –los políticos-, sino también debe ser una política
de largo plazo. Por tanto, no sólo “hay
que construir sobre los hombros de lo anterior… y sobre el consenso… sino
también… hay que pensar a largo plazo… Se
pueden discutir los detalles, pero el grueso es saber hacia dónde vamos”.
La
pregunta por el desarrollo es amplia, opinable
e ineludible. Además, tiene que ver en un sentido amplio con el tipo de
sociedad o de país que los ciudadanos quieren construir –por medio de la
decisión democrática-.
Es una pregunta por el futuro. Para Lagos, los países y las sociedades deben y tienen
que desarrollarse. Por tanto, si el capital privado juega un rol central en el
desarrollo, hay, por tanto, que crecer. La economía debe crecer. Los privados
deben ganar plata y poner en marcha la acumulación capitalista. Y al reverso,
el Estado debe recaudar impuestos para implementar las políticas públicas.
Y
tal como lo planteó en su documento del 2011 -“Chile 2030”- el crecimiento
económico por sí mismo no genera condiciones de igualdad ni inclusión social.
Aquí, surge el cuarto elemento.
Un
cuarto elemento del socialismo de Lagos
tiene que ver con la inclusión y la igualdad. Esto, sin duda, lo vincula con un
rasgo clásico del socialismo. Cómo hoy estamos en un nuevo ciclo socio-político
hay espacio y voluntad para avanzar en esta dirección: “en los noventa o había consenso o no había ley…porque teníamos minoría
en el Congreso... hoy, si no llegó a acuerdo impongo mi punto de vista”. En
esa dirección, afirma que la presidenta Bachelet “ha sido tremendamente exitosa en plantearle al país tres temas
centrales: reforma tributaria… educacional y los cambios políticos a la
Constitución, que son cosas muy
fundamentales que hay que hacer”. Se quiere, por tanto, “tener
una sociedad mejor, más inclusiva, donde todos tengan las mismas oportunidades”.
Los
cuatro pilares del socialismo de Lagos articulan, por tanto, liberalismo
económico, democracia representativa que define el tipo y el rol del Estado en
la sociedad, desarrollo de largo plazo con crecimiento económico e inclusión
social.
No
voy a poner atención si esto es, o no socialismo. Claramente, no tiene nada que ver con los “socialismos reales” ni con
los manuales clásicos del marxismo en relación a cómo sería o debería ser el
“orden socialista”. Tampoco, corresponde criticar su relato –en el que nunca se
menciona la palabra “socialismo”; para unos estos no es socialismo; para otros,
si lo es.
Lo
relevante, en consecuencia, es que el socialismo es un proceso en construcción
que apenas lleva 100 años, contado desde la revolución Rusa. Cada país ha hecho
su propia historia –los rusos, los chinos, los coreanos, los cubanos, los
chilenos, etc-.
Destaco,
por tanto, que la propuesta de Lagos es
una posibilidad dentro de otras experiencias y/o reflexiones. ¿Es posible
pensar, inventar y ejecutar un socialismo sin mercado?; ¿es real históricamente
una sociedad sin mercado?; ¿es posible o viable el socialismo sin propiedad
privada?; ¿es posible, el socialismo sin democracia ni ciudadanos?; ¿es
posible, una sociedad sin Estado?; ¿qué rol debe jugar el Estado en un proyecto
de construcción socialista?; ¿se puede construir modernidad sin desarrollo?;
¿se puede construir socialismo sin desarrollo?; ¿es necesario el consenso para
fundar un nuevo orden?; ¿es posible, el socialismo sin inclusión e igualdad?;
¿es lo mismo inclusión que igualdad?
La
construcción del socialismo es, por tanto, un proceso abierto lleno de
interrogantes. Sin duda, más incertidumbres que certezas: ¿cómo construir el
socialismo chileno?; ¿qué tipo de socialismo es posible hoy, o acaso, no es posible? Lo único concreto es que hemos transitado de los
“socialismos reales” –incluida, “la vía chilena”- al socialismo posible. Y digo
“posible” porque es lo que permite el contexto dentro del cual se piensa y se pone
en marcha el orden socialista.
El
socialismo de Lagos, en consecuencia, esta atrapado no sólo en el contexto de
la globalización neoliberal, sino también es resultado de muchos errores,
derrotas y fracasos. También, del pragmatismo político y de la famosa frase: “cada día tiene su afán” o si se quiere “cada contexto tiene sus límites”.
Mover,
por tanto, la barrera de lo posible es tarea del presente y de la política. Para
empezar a moverla no hay que confundir socialismo –que en rigor, no sabemos lo
que es- con capitalismo social. Tampoco hay que conformarse y perpetuar la
derrota. ¿Por dónde empezar?