jueves, 22 de enero de 2015

Política, Empresa y Poder: A propósito del caso Penta

Enero 2015

La arista política de caso Penta ha actualizado dos situaciones relevantes para la calidad de la democracia y su profundización: el financiamiento de la política y la relación entre empresa y poder.  En ambos casos, el dinero, el capital y la empresa juegan un rol decisivo.

El financiamiento de la política con dinero privado genera tres efectos negativos para la democracia: condiciones desiguales de competencia democrática, “sospechas” de que el dinero que llega a la política desde la empresa incide en las decisiones de los “políticos” y fisuras en el sistema político. El caso Penta no sólo ha puesto en evidencia estas tres “enfermedades” de la democracia, sino también ha generado las condiciones políticas para volver a preguntarse acerca de ¿quién y cómo se financia la política y la democracia?

En este contexto, la élite avanza hacia una nueva fórmula de financiamiento que genere una democracia más competitiva, sin influencia del dinero y un sistema político con mayor prestigio y credibilidad.

El caso Penta, también puso en la coyuntura la relación existente entre empresa y poder. Se podrá eliminar la influencia del dinero privado en la política, en la toma de decisiones y en la competencia electoral; pero, la empresa y el capital seguirán siendo relevantes, fundamentales  y decisivos en la configuración del orden existente, es decir, en el tipo de sociedad y de país que estamos construyendo. La empresa y el capital podrán dejar de tener influencia sobre los “políticos” por la vía del financiamiento directo e indirecto de la actividad; pero, seguirán disponiendo de un conjunto de otros dispositivos por medio de los cuales van a seguir siendo un actor influyente en el orden moderno y capitalista.

En el orden neoliberal la política está subordinada al mercado y al capital. Esto ocurre, porque la política ha perdido su capacidad de transformar el mundo y articular proyectos colectivos. La política ha sido derrotada por el mercado y los políticos por los empresarios; el Estado por la empresa y lo colectivo por el individualismo; en definitiva, el ciudadano por el consumidor.

El mecanismo que usa la empresa y el capital para configurar un mundo a su “imagen y semejanza” es el discurso publicitario. La publicidad tiene la función no sólo de interpelar para que los productos se vendan y consuman, sino también transporta contenido ideológico con el objetivo de comunicar el discurso de la modernidad expresado en estilos de vida, modas, gustos, deseos y tendencias de consumo. La publicidad, por tanto, es el dispositivo estratégico que usa el capitalismo para transitar de la necesidad al deseo. Es un dispositivo de poder que busca interpelar, seducir y modelar.

En ese camino, el discurso de la publicidad se convierte en ideológico. Las interpelaciones ideológicas del discurso publicitario se presentan de tres modos: la interpelación que define lo que es, de lo que no es; lo deseable, de lo no deseable y lo posible, de lo imposible. Es un discurso que, en definitiva, articula tres dimensiones: visión de mundo, deseos-necesidades y esperanzas-proyectos.

En definitiva, aunque el capital y los grandes grupos económicos no financien la política seguirán siendo el centro neurálgico desde donde se construye sociedad. La política, los políticos y las instituciones de la democracia han perdido esa capacidad. La debilidad y el desprestigio de la actividad política residen en que el “proyecto” de país que queremos no se construye desde el espacio público democrático, sino desde el mundo privado de la empresa. Por lo menos, así  ha sido durante los últimos 40 años.


Uno de los rasgos del nuevo ciclo político es que la democracia ha comenzado a recuperar soberanía. Para fortalecer esa tendencia es de máxima necesidad –aunque no suficiente- financiar la política con recursos públicos de manera equitativa y proporcional. Lo relevante, sin embargo, es que el proyecto colectivo del país se defina y construya desde y con las instituciones de la democracia y no por medio de las instituciones del mercado. 

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