El debate presidencial que
viene va girar en torno a una coyuntura en que los ciudadanos se van a
pronunciar sobre la profundización,
consolidación o retroceso de las reformas. Más reformas o menos reformas será
la disyuntiva. En este contexto, ¿qué
rol juega y que perspectivas se abren para Marco?
El posicionamiento de Marco
Enríquez está directamente vinculado a
la reformas y a la transformación social. Por ello, sus probabilidades
presidenciales aumentan en la medida en que las reformas sociales y políticas
que dominan la coyuntura gocen de “buena
salud” y la ciudadanía este mayoritariamente por profundizarlas, al menos,
estabilizarlas.
No podemos olvidar, sin
embargo, otras dos condiciones para que Marco se convierta en Presidente de
Chile: consolidar y aumentar su posicionamiento presidencial en las encuestas y
resolver sus tensiones favorablemente con la Nueva Mayoría. Respecto de las
encuestas, hemos observado en otros análisis, que está muy bien posicionado.
Cómo la política es muy dinámica y las coyunturas cambian hay que seguir
observando lo que dicen y reflejan las encuestas futuras. En esta ocasión, voy
a poner atención en la “salud de la
reformas” y de ahí proyectar las posibilidades presidenciales de Marco.
El tema de las reformas y su
impacto en la opción presidencial de los progresistas no sólo se remite al apoyo ciudadano de las reformas
–expresado en las encuestas-, sino también al espacio político para seguir instalado y profundizando la “era de
las reformas”.
El Bacheletismo y la Nueva
Mayoría instalaron la tesis de que el arrollador triunfo de Bachelet en la
primaria y en la presidencial era un respaldo político a las “reformas estructurales” que el gobierno
iba a impulsar. Lo mismo se hizo extensivo al triunfo parlamentario. Sin
embargo, a medida que empezaba la
gestión política de la nueva administración ese apoyo se iba diluyendo de
manera paralela a cómo caía la aprobación presidencial, del gobierno y de los
Ministros asociados a los proyectos emblemáticos.
La reforma tributaria. La medición de Plaza Pública-Cadem muestra que a
comienzos de abril del 2014 el acuerdo con la reforma llegaba al 52%. Un año
después la baja de 30 puntos porcentuales es muy significativa al llegar al
32%. A su vez, las cifras de Adimark muestran que el acuerdo con esta reforma
baja seis puntos entre mayo del año pasado (51%) y febrero de este año (45%).
La reforma educacional. La medición de Plaza Pública-Cadem muestra que a fines
de abril del 2014 el acuerdo con la reforma llegaba al 60%. Un año después la
baja de 25 puntos porcentuales es muy significativa al llegar al 35%. A su vez,
las cifras de Adimark muestran que el acuerdo con esta reforma baja 11 puntos
entre mayo y febrero al bajar del 58% al 47%.
La reforma laboral. La medición de Plaza Pública-Cadem muestra que a fines de diciembre
del 2014 el acuerdo con la reforma llegaba al 41%. Tres meses después a fines
de marzo llegaba al 32%. No obstante, hacia mediados del 2014 esta reforma
según a CEP gozaba de muy buena salud.
La reforma constitucional. A la fecha no hay mediciones que den cuanta del
impacto que va teniendo su tramitación. No obstante, a fines del 2013 el 45%
-según la CEP- estaba de acuerdo con una Asamblea Constituyente. Del mismo
modo, en Enero del 2014, la encuesta del Cerc mostraba que el 71% estaba de
acuerdo con una nueva constitución. La misma encuestadora muestra que en julio
del 2013 el 37% considera que Chile “necesita
una nueva constitución” y el 46% que sólo hay que “reformar” la actual constitución. En octubre del 2014 hay una baja
en ambas respuestas; al 34% y 42% respectivamente. Lo más probable, es que al
comenzar la tramitación de la nueva constitución el apoyo ciudadano disminuya
del mismo modo como ha ocurrido con las otras reformas.
Por último, es interesante
el dato de la CERC-MORI de enero de este año en el que el 47% de los
encuestados afirma que “los cambios van
en la dirección equivocada”. A su vez, el 41% considera que van “en la dirección correcta”. La pregunta de
la CEP de mediados del año pasado acerca de “¿por
qué cree que la gente escogió a Bachelet?” muestra que para el 54% fue “por la confianza en ella como persona”;
sólo para el 26% fue por “su programa de
gobierno”, es decir, por las reformas.
Los datos muestran, por
tanto, que la “salud de las reformas” se
comienza a deteriorar. El gobierno comprometido con la ciudadanía y con un
programa que se le han atribuido características “religiosas” ha llevado
adelante su ambicioso proyecto pagando altos costos políticos no sólo por
problemas internos de gestión, comunicación y coordinación, sino también por la
magnitud de los intereses en juego.
De hecho, al terminar este
gobierno e iniciar la nueva administración –y con ello, el nuevo ciclo
político- serán muchas las reformas significativas aprobadas e implementadas: tributaria,
educacional, laboral, políticas y valóricas.
En este contexto: ¿qué reformas y en qué áreas se podrá
seguir profundizando las reformas “contra-neoliberales?
Marco Enríquez inicio su proyecto
presidencial en el 2009 con una intensa y potente agenda de transformaciones en
el contexto de una sociedad que clamaba por cambios desde fines de los noventa.
Sin embargo, fue la derecha con Piñera y la tesis del “cambio” y del “desalojo” los que llegaron a La Moneda. No obstante, el
20% obtenido por Marco no sólo fue un gran resultado político y electoral, sino
también un piso sobre el cual se levantaban grandes esperanzas para la
siguiente elección. Luego, en las presidenciales del 2013 la oferta de cambio
estuvo asociada a la imagen “religiosa” de Bachelet y la oferta de los
progresistas fue anulada al bajar su votación de manera muy significativa.
Marco y los progresistas se
enfrentan a una nueva competencia presidencial. Hemos visto y justificado que
en las encuestas está en un lugar de privilegio. Sin embargo, esta posición se puede debilitar en la medida en que las
reformas pierdan “aprobación ciudadana” y disminuya el espacio político para
más reformas y cambios.
De algún modo, Marco está
enfrentado a la necesidad política de “re-inventarse” e instalar un relato que
por un lado de continuidad a los cambios y por otro “re-encante” a los
ciudadanos con una agenda de cambio que al parecer se va diluyendo. No hay que
olvidar que muchas de las propuestas de Marco y los progresistas ya forman
parte del Chile actual o lo van a ser a fines de la actual administración: fin
binominal, elección directa Cores e Intendentes, Voto chilenos en el exterior, fin
lucro en educación, reforma tributaria, temas valóricos, etc.
Sin duda, quedaran aspectos prioritarios pendientes;
sobre todo, si en esta fase no se avanza en reformas políticas y se ralentiza
el cambio constitucional. Ellos se relacionan, principalmente, con profundizar
la democracia para transitar de una democracia representativa, liberal y
clásica hacia una democracia participativa, ciudadana y más directa. En esa
dirección, hay un amplio espacio para instalar reformas políticas como:
referéndum revocatorio, límites a la re-elección, plebiscitos vinculantes a
todos nivel, reducción dieta parlamentaria, iniciativa popular de ley,
rendición de cuentas, congreso unicameral, régimen de gobierno
semi-presidencial, federalismo atenuado, fomento de una democracia electrónica,
etc.
En el plano de las
libertades civiles e individuales siempre habrá espacio para avanzar en sentido
progresista. Del mismo modo, hay espacio para profundizar la “era de las
reformas” y transitar de una economía desregulada y especulativa a una economía
regulada y productivista. En relación a los recursos naturales también hay
espacio para re-inventar la agenda progresista; sobre todo, en relación al
agua, los recursos pesqueros, forestales y mineros que, sin duda, serán los
grandes pendientes de los próximos años.
En definitiva, las
aspiraciones presidenciales de Marco y los progresistas son directamente
proporcionales a la demanda ciudadana por cambios. Si estas últimas se
debilitan, lo hará irremediablemente también la opción de Marco Enríquez. En
consecuencia, el desafío político es mayor; sobre todo, en momentos en que las
fuerzas conservadores de izquierda, de centro y derecha no están dispuestas a
seguir perdiendo cuotas de poder.