martes, 25 de agosto de 2015

Sabat: Auge y caída de un cacique urbano

Agosto-2015

La decisión del Alcalde Sabat de no competir en las próximas municipales es un hecho político de alto impacto. No sólo se va producir una re-definición de los equilibrios político-electorales en la comuna de Ñuñoa, sino también va terminar una conducción que se prolonga por muchos años -20 años- y que está asociada a prácticas autoritarias de corte cacical.

Sin embargo, a partir de este hecho surge un conjunto de interrogantes: ¿será capaz el progresismo local de enfrentar con unidad la elección de Alcalde?; ¿qué rol va jugar Sabat en dicha elección?; ¿podrá endosar votos como lo hace todo cacique?; ¿tendrá algún daño político la derecha local por la cuestión de la sucesión?

Sabat llegó al municipio como funcionario hace alrededor de 35 años. Posteriormente, a fines de los ochenta es designado Alcalde por Pinochet. Luego, renuncia a su cargo para competir por un escaño por el distrito # 21 en las parlamentarias de 1989. En esa ocasión va como independiente y obtiene casi 15 mil votos y alcanza el 12% de las preferencias de la comuna. En esa elección es la tercera mayoría individual detrás de Gutenberg Martínez (DC) y Alberto Espina (RN).

Vuelve a la competencia electoral para las municipales del 1992. Como militante RN obtiene la primera mayoría al subir su votación a 25 mil preferencias y lograr el 24%. Desde entonces sigue su ascenso. En el ’96, sube al 31% con un poco más de 28 mil votos y se convierte en Alcalde. En el 2000, hay un alza significativa al subir a 58 mil votos (59%). No hay duda, sus números son espectaculares.

Desde el 2004, la votación de Alcaldes y de Concejales se separa definitivamente. Mientras por un lado, la votación de la derecha y de su partido a nivel de Concejales se debilita; por otro, Sabat consolida su votación con cifras similares a las de la elección anterior: 57 mil votos y el 61% de las preferencias. En la elección del 2008 hay una baja leve: 55 mil votos y el 57% de las preferencias.

Y llegó la elección del 2012. Sin duda, una sorpresa. Sabat estuvo a 30 votos de perder la elección. Su votación bajo al 45% al perder 21 mil votos. ¿Qué explica esta situación?

La explicación se encuentra –a modo de hipótesis- en que sus electores no fueron a las urnas en el marco del agotamiento del gobierno de Piñera y de un desgaste en su gestión asociada a los problemas de la clínica inconclusa, a los problemas que tuvo con la reconstrucción y por la movilización estudiantil-ciudadana ocurrida en la comuna en el 2011.

Por tanto, estos resultados no se explican por el alza de la oposición local. En las elecciones del  2004 hay tres listas para Alcaldes: la derecha –con Sabat-, la Concertación –con la DC, Jaqueline Saintard- y el Juntos Podemos -con el Humanista Bustamante. Saintard obtiene 29.681 votos (32%) y Bustamante 6.815 votos (7.3%). En consecuencia, el progresismo local –DC incluida- es derrotado por Sabat por 20.500 votos.

En el 2008, la situación es similar; Sabat nuevamente vence a las fuerzas progresistas de la comuna. La elección es a tres bandas: la derecha, la Concertación y la fuerzas no duopolicas. Sabat baja levemente su votación a 55 mil votos (59%). La Concertación con la socialista Danae Mlynarz sube su votación en 2.600 votos al llegar a las 32.279 preferencias (34.3%). A su vez, Sobarzo obtiene 6.726 votos (7.1%). En conjunto, las fuerzas “no Sabat” logran 39.000 votos equivalente al 41.4%. El cacique de Ñuñoa vuelve a imponerse ampliamente; no obstante, la distancia se reduce a 16 mil votos.

Así, llegamos a la épica del 2012. En esta elección, los progresistas de la comuna van en tres listas –y no, en dos como había sido la costumbre-. La Concertación con la socialista Maya Fernández, los humanistas con Gálvez, el Partido Igualdad con Matías Mlynarz y la derecha con Sabat. Las fuerzas progresistas logran 42.083 votos (55%) y la derecha al bajar de manera significativa su votación llega a 34.247 preferencias (45%).

La Concertación con el PC incluido –lo que podríamos llamar Nueva Mayoría- obtiene 34.217 votos; superior en 1.938 y en 4.536 votos al 2008 y al 2004 respectivamente. Un alza muy leve. De hecho, la “vieja concertación” en esta elección sólo logra sostener su votación debido al apoyo de los comunistas. A su vez, los no duopolicos –sin la votación del PC- suben un poco más de mil votos al llegar a 7.866 preferencias. En rigor, son los únicos ganadores.

La salida de Sabat del municipio es la expresión de una debilidad múltiple: física, mental, electoral y política; física, porque está enfermo; mental, porque está cansado y necesita nuevos aires; electoral, porque ha perdido votos; y política, porque ya no puedo convencer ni articular.

Este hecho, sin duda, va impactar de manera significativa a la derecha de ñuñoa –y en la correlación local de fuerzas-. Por tanto, su resultado a nivel de alcalde es incierto no sólo porque no se sabe si podrá recuperar votación, sino también porque Sabat concentraba una importante cantidad de votos del sector y estimulaba mucho voto cruzado.

La derecha local no sabe si podrá recuperar votación. En la última elección –como hemos visto- la derecha con Sabat perdió 21 mil votos. En Concejales tuvo una baja similar. A nivel de Alcaldes la derecha está abajo del progresismo local en 8 mil votos y empatada con la Nueva Mayoría. ¿Quién está en condiciones de revertir esta situación: Benavides, Zarhi, una figura nacional potente?; ¿qué rol va jugar el cacique de Ñuñoa en la próxima elección; más allá, de influir en el sucesor de corto plazo?

Sabat concentraba votos de la derecha. En efecto, en el ’92 capta el 55% de la votación; en el ’96 sube al 73% y en el 2000 al 96%. En consecuencia, sin Sabat ¿qué hará la derecha local?; ¿podrá endosar votos y transferir votación como todo cacique clásico?

Con Sabat hay voto cruzado. Desde el 2004 la elección de Concejales y Alcaldes se separa. Se observa, por tanto, que siempre la votación a nivel de Alcaldes fue mayor que la que obtiene la derecha a nivel de los concejales. En el 2004, la diferencia es de 12 mil votos; en el 2008, de 10 mil votos y en el 2012 de 5 mil votos. Este hecho, implica que hay voto progresista –principalmente, Concertación- a nivel de los concejales que vota por Sabat. Esto, ya no va ocurrir.

En consecuencia, la elección del 2012 marca un punto de inflexión: Sabat y la derecha a la baja y el progresismo local al alza. Es más, la emergencia de la plataforma social y política del 123, la fuerza del mundo ciudadano de Ñuñoa, el trabajo político y social de Maya Fernández desde la diputación y el vínculo de algunos concejales con el mundo social, generan las condiciones políticas, sociales y electorales para derrotar a la derecha en el control que tiene hace décadas del municipio.


No hay que olvidar, finalmente, que la próxima municipal no se da en el vació. Hay un contexto político y económico que define de manera importante sus rasgos y sus resultados. Así, ocurrió en el 2000 y en el 2012.

Es evidente, que no será un escenario favorable para las fuerzas progresistas. De hecho, esto podría anular las debilidades que presenta hoy la derecha local; y, a su vez, frenar las positivas perspectivas para el progresismo local. Por ello, la unidad asegura el triunfo; la dispersión, lo pone en duda.

viernes, 21 de agosto de 2015

El actual panorama presidencial de la Nueva Mayoría

Agosto-2013

El cónclave y la “sobre mesa” con la visita de Lagos a La Moneda y el “amo a Chile” no sólo generó una “ruptura” definitiva entre “puristas” y “gradualistas” –entiendo que siempre hay matices- debido a que Bachelet optó por la interpretación “continuista” de la tesis del “realismo sin renuncia”, sino también desencadenó la competencia por el posicionamiento presidencial al interior del oficialismo.

Que esto ocurra no debe extrañarnos. De hecho, toda democracia está sometida a las dinámicas electorales; sobre todo, cuando se trata de mandatos de cuatro años; y, más aún, cuando muchos dan por terminado el ciclo reformistas.

Hay dos ejes que van a definir el contexto político de la próxima presidencial. El primero, será el dilema por el destino de la fase reformista. Para unos, va girar en torno a más reformas, menos reformas, consolidación de las reformas;  para otros, en torno a reformar las reformas. Y, finalmente, aparecerán los que plantearan la profundización de las reformas. La Nueva Mayoría se ubica en el primer grupo.

El segundo eje –y muy vinculado con el anterior- será la cuestión de la reactivación económica y la re-inserción del país en la senda del desarrollo. La coyuntura económica de la campaña electoral será decisiva.

Las encuestas de posicionamiento presidencial muestran básicamente que hoy no hay liderazgos presidenciales consolidados con opciones reales de ganar la elección. De hecho, al mirar lo que ocurre en esta dimensión desde Aylwin se observa que a la fecha el próximo presidente estaba ya definido a la mitad del ciclo presidencial. A si ocurrió, cuando Frei sucedió a Aylwin, cuando Lagos sucedió a Frei, cuando Bachelet sucedió a Lagos, cuando Piñera sucedió a Bachelet y cuando Bachelet sucedió a Piñera. Y hoy, a mitad del período presidencial –en realidad faltan seis meses- ¿quién va suceder a Bachelet?

La respuesta no es clara ni definitiva. Piñera y ME-O que son los que tienen mejor posicionamiento están estancados. Isabel Allende no logra despegar; la DC sigue marcando nada y la dupla Lagos-Insulza no está en las mediciones. Ni siquiera populistas ni anti sistema aparecen en el horizonte. No sólo en la medida en que nos acerquemos a la fecha el panorama será más visible, sino también cuando los interesados instalen hechos políticos de efectos presidenciales.

En consecuencia, ¿cuál es el panorama presidencial de la Nueva Mayoría hoy?

La respuesta requiere considerar no sólo los dos ejes mencionados anteriormente –rumbo de las reformas y recuperación económica- y la situación de debilidad en los liderazgos presidenciales, sino también otras tres variables: la profundización del malestar ciudadano con la política, los bajos niveles de aprobación del gobierno y las tensiones internas del oficialismo. Todas, en definitiva, variables y situaciones negativas para el oficialismo. Lo bueno, es que tampoco se ven figuras con opción presidencial fuera de la desgastada Nueva Mayoría; que hoy, no es nueva ni mayoría.

Ahora, proyectar el estado de estas 5 variables que definen el contexto de la coyuntura presidencial al momento mismo de la campaña durante el 2017 –es decir, hacia un poco más de dos años- no es fácil. Sin embargo, se espera que las reformas gocen de mejor salud debido a que se van a comenzar a ver sus frutos y sus efectos negativos sobre la política serán menores –de hecho, nada relevante se va debatir en ese período-, que Bachelet mejore sus niveles de aprobación, que la economía muestre signos de recuperación y que la Nueva Mayoría haya reducido –o escondido- sus diferencias. No obstante, la distancia con la política y el clima de desconfianza van a seguir generando ruido.

En consecuencia, el panorama del oficialismo debería mejorar a medida en que se acerca la coyuntura presidencial. No hay que olvidar, que el tiempo político que está por delante es un espacio en el que los hechos que van a emerger y las coyunturas que se van a desencadenar pueden generar condiciones distintas a las identificadas hoy.

La próxima municipal va definir el rumbo de las reformas, de las primarias presidenciales del oficialismo y de la Nueva Mayoría. Si bien habrá unidad para los alcaldes, en los concejales habrá competencia. De hecho, es probable que se imponga la tesis de los tres pactos: a la izquierda, el PC, el MÁS y la IC, al centro el pacto PS-PPD, y a la derecha la DC con los radicales.

Lo interesante de un esquema a tres bandas en la Nueva Mayoría es que nos permite visualizar de manera clara una primaria y su proyección presidencial. En consecuencia, el presidenciable de la izquierda del oficialismo es el senador del MAS, Alejandro Navarro; y, de la derecha del sector, el senador Ignacio Walker. A su vez, el pacto de los socialistas con el PPD hay tres figuras: Isabel Allende, José Miguel Insulza y Ricardo Lagos. El otro escenario de las primarias es a dos bandas: la DC contra los progresistas del bloque. En este caso, la competencia es entre Walker y Allende, Lagos o Insulza.

No obstante, en ambos escenario la DC es derrotada. En consecuencia, el próximo abanderado del oficialismo saldrá entre el trio anteriormente identificado. La forma en que el progresismo definirá esta opción es parte de otra historia: primarias, nominación por los consejos partidarios o ausencia de competidores. Lo claro, es que esta situación debe estar resuelta el primer trimestre del 2017. Por ello, el próximo año será decisivo en materia presidencial; sobre todo, lo que ocurra en materia municipal.

Hay otra pregunta relevante: ¿quién tiene mejores opciones de asegurar la sucesión del oficialismo?

En todos los escenarios, sin duda, la sucesión la asegura Lagos o Insulza. No es casualidad que el ex mandatario haya dicho que no volvería a La Moneda a manos de la derecha. Como tampoco, que es “amado” por lo empresarios que hace un año lo aplaudieron largamente de pie en Icare. Por otro lado, la preocupación de Allamand es evidente; sólo esta semana afirmo que Lagos nunca sería candidato de la Nueva Mayoría y que –al contrario-, ME-O es la única opción para seguir en el poder.

Para ser presidente hay que tener vocación de poder. Del mismo modo, hay que ir instalando hechos políticos que vayan configurando un escenario favorable a la opción buscada.  Pero, también hay que administrar los tiempos y la experiencia.

De todos los presidenciales identificados hoy, el más silencioso y prudente ha sido Insulza. La experiencia del 2009 debe haber dejado algo. Navarro y Walker están en campaña; Lagos, ya dijo que “amaba a Chile” y que la gente “en la calle le pedía volver” e Isabel Allende responde afirmando que a ella también la calle se lo pide. 

Ahora, sólo falta que “todos” estén dispuestos ir a una primaria. Parece, que sólo falta que uno diga sí. Lo relevante, sin embargo, es que esta carrera ya empezó y el tablero comenzó a ver como las piezas se mueven en el campo de batalla. La política siempre da sorpresas y giros. La política no ocurre en el vació.

lunes, 17 de agosto de 2015

¿Esta quebrada la Nueva Mayoría?

Agosto-2015

El cambio de gabinete de mayo fue un hecho político de gran alcance para el oficialismo a corto y largo plazo. Incluso, tendrá efectos relevantes sobre el sistema político en general. A corto plazo, porque hay un cambio del equipo político en forma y fondo; y, a largo plazo, porque modifica la correlación interna de fuerzas de la coalición con su correlativo impacto sobre los futuros procesos electorales y el destino de la Nueva Mayoría. Finalmente, sobre el sistema político en su conjunto porque redefine la política de alianzas y pone en jaque –o en punto de inflexión- el proceso reformista.

El nuevo gabinete abre una segunda etapa –el “segundo tiempo”- e inaugura una nueva hoja de ruta que se expresa en la tesis del “realismo sin renuncia”. Se trata de seguir implementando las reformas -en el contexto de una realidad política y económica compleja- y de cambiar los estilos y las formas de la conducción política. En consecuencia, por un lado se instala necesidad de priorizar las reformas y darle gradualidad; y, por otro, se inaugura -o se pretende- una conducción centrada en el diálogo, en el consenso y la unidad.

Entre principios de mayo y principios de julio hay dos meses. En este lapso de tiempo el gobierno se concentró en diseñar las formas y los contenidos de la segunda fase; es decir, hacer operativa la nueva etapa. Luego, a principios de julio el gobierno inaugura –en un consejo de gabinete- la nueva hoja de ruta que se expresa en el eslogan “todos por chile”. En este contexto, por tanto, se convoca un cónclave que termina realizándose el 3 de agosto. Luego, entre julio y el cónclave el gobierno comunica, socializa y ajusta su nueva estrategia política con los partidos del oficialismo.

Se esperaba, en consecuencia, que el cónclave fuese el momento y la instancia para el re-lanzamiento del gobierno, del “programa remozado” y de una coalición unida bajo el liderazgo de la presidenta.

Sin embargo, el evento y sus efectos inmediatos –expresados en la tesis de “la ambigüedad” y en la derrota de los gradualistas- no tuvo la capacidad de unir al oficialismo en torno al nuevo diseño político de La Moneda. Al contrario, desde ese momento se instala de manera definitiva una fractura en la Nueva Mayoría que se expresa en lo grueso en dos almas o sensibilidades: los puristas y los gradualistas.

En consecuencia, se puede afirmar que el cambio de gabinete terminó incubando una crisis mayor: la ruptura política de la coalición y el inicio de una silenciosa “guerra de guerrillas”.

De hecho, ya se lleva más de un mes especulando y amenazando en torno al fin de coalición: el PC y la DC han sido los grandes protagonistas. Es evidente, que durante estos tres meses que van del cambio de gabinete al cónclave, la coalición –partidos y gobierno- no pudo resolver sus tensiones fundacionales que se vienen manifestando desde los primeros momentos del gobierno y que obligo a definir el pacto –en enero del 2014- como un “acuerdo político programático” con “fecha de vencimiento”.

En cónclave fue el espacio político en que las tensiones latentes se transformaron en ruptura “potencial”. Los sectores reformistas de la coalición se sintieron derrotados en todo el período que va desde el cambio de gabinete al cónclave. Pero, se sintieron ganadores y “satisfechos” con los resultados del cónclave. Al contrario, los gradualistas pasaron de victoriosos a vencidos. “Todos ganamos” decía el vocero de gobierno.

El cónclave profundizó las fisuras internas y generó las condiciones para la rebelión DC -con Lagos e Insulza incluidos-. Arrastraron, en ese movimiento, al Ministro Valdés; que, en rigor es más cercano a Eyzaguirre que a Burgos. Algunos políticos –como Navarro y Vidal- hablaron de “ejercicio de enlace”, y algunos DC pusieron en duda la proyección del conglomerado –Pérez Yoma, Martínez, Walker y Pizarro-. Escalona, el domingo llamaba a no caerse ni a hundirse.

La opción de Bachelet por la interpretación continuista de la tesis del “realismo sin renuncia” fue el detonante para la “rebelión pelucona”. Este hecho, ha sido interpretado como ambiguo. Seamos claros, no hay ambigüedad ni vaguedad. Lo que hay –expresado en decisiones y hechos- es que la decisión de Bachelet desilusionó-indignó a los sectores que se sintieron vencedores por largas semanas: hicieron una rebelión y levantaron la opción Lagos-Insulza.

Es cierto y evidente que la convivencia entre ambos sectores fue difícil desde el primer momento; desde el instante que comenzó la obra legislativa. Un año y medio después de asumir el mando se produce una fisura mayor. En 18 meses las diferencias se profundizaron al generar una ruptura política que pone en jaque y en duda la continuidad del conglomerado.

Dicha continuidad dependerá de cómo se resuelve la “ruptura latente” instalada desde el cónclave y germinada desde el cambio de gabinete de mayo. Pero, ante esta situación no hay que olvidar que la Nueva Mayoría –sobre todo, la vieja concertación- sabe de procesar diferencias. Del mismo modo, sabe de pragmatismo, y sabe más, de lo que significa controlar el Estado y sus recursos. 

De aquí a las próximas elecciones municipales ambos sectores seguirán en una disputa latente –en una silenciosa “guerra de guerrillas”- por conducir el rumbo de las reformas. Será, un ciclo marcado por la sucesión de episodios de tensión que pondrán a prueba la proyección del conglomerado. Pero, la municipal de octubre del 2016 será la gran batalla que definirá el rumbo de la coalición, de las reformas y del gobierno. Y mientras tanto, Bachelet seguirá mediando entre dos sectores “potencialmente” irreconciliables.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Éxitos e incertidumbres de un cónclave

Agosto-2015

El Cónclave del oficialismo como hecho político ha seguido generando opiniones, diagnósticos y evaluaciones: que ganó el PC, que ganamos todos, que sigue la ambigüedad, que no hay peor ciego que el que no quiere ver, que Burgos y Valdés han sido ignorados, que ambos se rebelan y que no se recuperan las confianzas son algunas de las reflexiones y análisis que han surgido desde dentro y fuera de la Nueva Mayoría.

¿Cómo evaluar el cónclave?

El cambio de gabinete de mayo marco, sin duda, un cambio en el gobierno de tal magnitud que se comenzó a hablar de giro, de punto de quiebre, de la vuelta de la economía sobre la política, del regreso con honores de Hacienda, del segundo tiempo y de una nueva hoja de ruta marcada por la tesis del “realismo sin renuncia”. La derrota de la dupla Peñailillo-Arenas abrió una coyuntura de incertidumbre en la que todos entendieron que las reformas llegaban a un punto de inflexión debido a un complejo escenario político y económico. Durante ese período unos se sintieron triunfadores y otros perdedores. Un  cónclave debía resolver.

La espera fue larga –casi tres meses- hasta que llegó la hora del cónclave; cuyo objetivo político era reducir las incertidumbres, fortalecer la unidad y definir las prioridades programáticas en una nueva hoja de ruta que sería el horizonte del segundo tiempo. En esa dirección el cónclave fue exitoso: las incertidumbres se despejaron y se confirma la “continuidad del programa” en función del “realismo” que impone el clima político y económico de la coyuntura. Del mismo modo, los partidos se comprometen en la hoja de ruta y se definen prioridades.

Ahora, cosa distinta es no quedar conforme con el resultado político del cónclave y seguir en posiciones de crítica política e ideológica. Dentro del oficialismo hubo malestar en sectores de la DC, en los iluminados del progresismo y en la dupla Burgos-Valdés. A su vez, la oposición y los empresarios siguen en pie de guerra con las reformas, el mundo universitario en alerta por el destino de la gratuidad, el mundo del trabajo por el “reemplazo” y muchos otros por la cuestión constitucional. Sin duda, mucho inconformismo. Este malestar se expresa como ambigüedad.

Pero, al mismo tiempo hay sectores que quedaron conformes con el resultado político del cónclave al ver que no hay renuncia al programa. Bachelet, en el evento ha confirmado la continuidad de las reformas y su programa. Y, del mismo modo, ha definido prioridades y gradualidad en su implementación.

En consecuencia, desde esta perspectiva el cónclave fue exitoso: cerró la incertidumbre en torno al destino de las reformas y definió prioridades y gradualidad. Cuando se afirma que el cónclave fue exitoso, hay que tener en cuenta que la evaluación se hace –y no puede ser de otra manera- en función de los objetivos que se buscaban. Que generó descontentos y la sensación de que hubo perdedores es algo evidente y previsible. Cómo también, que abre interrogantes.

Fue éxito; pero, abre interrogantes. Estas últimas, giran en torno a la materialización de las reformas y su expresión en proyectos concretos, al rol de la dupla Burgos-Valdés, a las complejidades que enfrenta Bachelet y en torno a la viabilidad política de la Nueva Mayoría. Este conjunto de interrogantes ha sido asimilado con ambigüedad; si se quiere, con incertidumbre.

Lo más relevante es que las reformas continúan. Pero, su implementación se hará en función de las características que asuma la coyuntura política y económica. Sin embargo, esto no dice mucho debido a que las reformas no ocurren en el vació ya que se expresan en proyectos de ley concretos; por tanto, abren un escenario potencial de conflicto amplio: con la oposición, con los grupos de presión, con la coalición y sus diversas sensibilidades. Por ello, el gobierno para esta segunda etapa ha definido que su hoja de ruta debe tener más diálogo y más trabajo pre-legislativo.

Esto, sin duda, dificulta la gestión del gobierno y de la propia presidenta. En primer lugar, está atrapada –a veces inmovilizada- por las tensiones que hay al interior de la NM entre “puristas” y  “relativistas”; entre los nostálgicos de la concertación y los reformistas del actual oficialismo. Tiene, por tanto, que velar por la unidad del conglomerado y sus equilibrios internos. En segundo lugar, debe generar estrategias y tácticas de poder que hagan que su capital político no siga debilitándose y que pueda recuperar apoyo social. En tercer lugar, necesita no sólo cumplir el compromiso con los ciudadanos en torno a las “reformas estructurales comprometidas”, sino también requiere con urgencia que las reformas comiencen rápidamente a visibilizar los beneficios que cada una de ellas implica. Y finalmente, la tesis del “realismo sin renuncia” debe instalarla como una obra de ingeniería que no muestre debilidades, que no fracture la Nueva Mayoría y que deje satisfecho a los más. Para Bachelet, ha llegado la hora de la política.

En relación a la dupla Burgos-Valdés se ha dicho que fue derrotada en el cónclave. Y, en esa línea, que ante esa realidad hicieron una “rebelión” –nótese el lenguaje de la prensa- insistiendo en que “hay restricciones” y que por tanto se requiere graduar y priorizar. Hay “distintas miradas” al interior del gabinete ha dicho la presidenta; pero, al mismo tiempo, ha insistido que al final y en torno a cualquier controversia ella es la que decide. Sin embargo, al analizar y ver en perspectiva las acciones y declaraciones de Burgos y Valdés –desde que ingresan al comité político- se observa más sintonía con Bachelet de la que la prensa ha querido instalar post-Cónclave.

¿Qué significa graduar y priorizar?

Priorizar, significa definir un orden de importancia de las acciones; en este caso, de los proyectos de ley a impulsar como expresión de las reformas-. Bachelet fue clara y en esto no hay dos opiniones: la educación sigue siendo la prioridad. Luego, viene la salud y la seguridad ciudadana. Más atrás, modernización laboral, economía, nueva constitución, descentralización y probidad. ¿Acaso, no hay una jerarquización de tareas y esfuerzos?

A su vez, gradualidad significa implementar de manera gradual el programa de la inclusión; es decir, no todo se puede hacer de una vez ni menos en cuatro años. Es más, tampoco en un contexto económico que impone “restricciones fiscales” y en una coyuntura política de alta conflictividad. La frase que mejor explica esta situación es que “no se puede hacer todos al mismo tiempo”; una frase que se ha escuchado desde Velasco hasta Escalona y de Bachelet a Valdés. En consecuencia, como todo no se puede hacer al mismo tiempo –y en este tiempo- hay que priorizar y avanzar lentamente, evolutiva y gradualmente.

Acaso, el proyecto que simplifica la reforma tributaria o la rebaja al 50% de la gratuidad en la educación superior no son señales y expresión del “realismo sin renuncia”. Acaso, la “postergación” de la des-municipalización de la educación y la posibilidad de “equilibrar” el reemplazo en huelga no son expresión del clima del segundo tiempo. Acaso, la preocupación por la seguridad ciudadana y la salud no son parte del nuevo diseño. Acaso, la postergación de la nueva constitución para el próximo período no es resultado de la gradualidad y de la priorización.

Finalmente, surgen las dudas en torno al futuro de la Nueva Mayoría y su viabilidad política. Cuando el PC vio peligrar la continuidad de las reformas –antes del cónclave- mencionó la posibilidad de dejar el pacto. Lo mismo hace la DC cuando ve que sus “matices” no han penetrado en las decisiones del gobierno y Walker declara que han perdido. Pataletas de unos y de otros. Y, entre medio –porque el momento es complejo-, surge el PS como articulador y componedor de diferencias.

Seamos claros, sin uno ni otro, la Nueva Mayoría no es tal. Sin un programa de reformas ambicioso la NM no tiene sentido. Si el conglomerado oficialista logra proyectarse más allá de este período –lo que implica ganar la próxima presidencial- es para seguir haciendo reformas y para consolidar lo avanzado; bajo, eso sí, un liderazgo más conciliador interna y externamente. Si, al contrario, pierde la presidencial, habrá llegado a su fin. 

Por ahora, no hay posibilidad de ruptura. Ello, se debe no sólo a que hay compromisos y que nadie va pagar el costo político de dejar sola a Bachelet, sino también porque para gobernar hay que construir mayoría y dejar de controlar el Estado –y sus recursos- va en contra de todo partido con vocación de poder. 

jueves, 6 de agosto de 2015

¿Qué dijo Bachelet en el Cónclave oficialista?

Agosto-2015

Durante el cónclave del oficialismo la Presidenta hizo dos intervenciones; la inaugural y la final. En la primera, instala las bases políticas e ideológicas de la NM, las condiciones políticas que hacen posible esa unidad, la necesidad de hacer cambios y evalúa lo realizado; en la segunda, puso énfasis en el reforzamiento del compromiso con las reformas y en la re-definición de la Agenda para el segundo tiempo en términos de los plazos y las prioridades.

Al analizar las primeras declaraciones de los asistentes –gobierno, partidos, parlamentarios- y las definiciones del cónclave se observa que el segundo tiempo no sólo tiene más continuidad con las “reformas estructurales” que estaban en cuestión desde la “tesis de la inflexión”, sino también dan cuenta del triunfo político de los puristas al interior de la NM.

Efectivamente, el cónclave abre otra fase política: una nueva hoja de ruta para el segundo tiempo del gobierno. Sin bien, estos cambios se comienzan a configurar con el gabinete de mayo –reforzado con el paso de Eyzaguirre al equipo político- y con las tesis del “realismo sin renuncia”, lo que ocurre en el cónclave no sólo despeja dudas y abre incógnitas -¿letra chica?-, sino también da cuenta que el punto de inflexión que genero incertidumbre por largas semanas no tuvo la profundidad que unos temían y otros esperaban.

Como afirma la presidenta este giro táctico tiene como objetivo “definir las materias que van a concentrar nuestros esfuerzos en lo que hemos denominado el segundo tiempo del gobierno”. Se trata, de “darle prioridad a algunas iniciativas para garantizar que se hagan realidad… proyectos fundamentales para nuestros compatriotas y su bienestar… y que –además- dejen bases sólidas para un desarrollo integral de nuestros país”.

La nueva hoja de ruta no es una renuncia al programa. Al contrario, es una reformulación del mismo en función de un contexto complejo en lo político y en lo económico. Es más, se incorporan nuevas demandas. Se trata, según las palabras de la propia presidenta de “tareas y plazos realistas” que apuntan a consolidar “los compromisos que asumimos ante la ciudadanía al inicio de este gobierno” y de integrar “las demandas actuales que inquietan a la ciudadanía”. De este modo, se busca “cumplir responsablemente con el compromiso” de avanzar hacia una “sociedad más equitativa, cohesionada y desarrollada”.

¿Cuáles son los pilares programáticos de esta nueva hoja de ruta?

La agenda programática se articula en torno a ocho ejes: educación, salud, seguridad ciudadana, relaciones laborales, inversiones, nueva constitución, descentralización y probidad.

En lo grueso, se observa que hay continuidad con el compromiso de las “reformas estructurales” dentro de las cuáles la reforma educacional es la prioridad. En esa línea se va seguir con el proyecto de Desarrollo Profesional Docente y se va continuar con el proyecto que crea el Servicio Nacional de Educación Pública y en septiembre con el proyecto de financiamiento de la educación superior que avanzará de manera gradual hacia el 100% de la gratuidad: “la idea es que año tras año avancemos hacia la gratuidad universal”.

Esta polémica iniciativa costa de dos momentos: la presentación del proyecto de Ley de la Educación Superior y de la incorporación a la Ley de Presupuesto para el 2016 de recursos que hagan posible comenzar con la gratuidad desde el próximo año.

En el ámbito de la salud se construirán 20 hospitales, “un número importante” de centros de atención primaria, se aumentará el número de especialistas y se disminuirán las “listas de espera quirúrgica” con la meta de que entre agosto y diciembre se realicen 19.000 intervenciones. En la misma dirección, se va fortalecer el Fondo de medicamentos y el Fondo de Farmacia para enfermedades “más frecuentes y de más alto costo”.

En seguridad ciudadana se va seguir con la tramitación de la agenda corta, se va poner énfasis en evitar el robo a “personas, viviendas y vehículos, que es lo que más preocupa a los ciudadanos” y se va “consolidar un esquema de persecución penal inteligente”.

En las relaciones laborales se va seguir avanzando en su modernización; sobre todo, en lo que respecta al “derecho a huelga efectivo” –es decir, sin reemplazo-. No obstante, teniendo cuidado en que la normativa no perjudique “el empleo, el crecimiento y el emprendimiento”. En el plano económico se va crear el Fondo de Infraestructura y se va iniciar “un diálogo técnico con todos los sectores para simplificar la aplicación de la Reforma Tributaria”.

En el plano político de la Nueva Constitución se confirma el inicio del proceso constituyente en septiembre. En un primer momento abra un período de “educación cívica constitucional” en el que se explique a la ciudadanía “¿qué es una constitución, en qué nos afecta… y porque es necesario cambiarla. Y luego, daremos inicio… unos meses después, el proceso participativo y de diálogo en el que todos podremos intervenir”.

Finalmente, en el plano de la descentralización se “aspira” el próximo año tener elecciones de Intendentes y de realizar las elecciones municipales “bajo un nuevo marco de probidad y transparencia… con un Servel autónomo y con atribuciones”.

Los efectos políticos del cónclave. 

La principal consecuencia es que se despejan dudas y se instala en pleno una nueva etapa en la gestión y conducción del gobierno. En segundo lugar, la Nueva Mayoría logra fortalecer la unidad política de propósitos –por lo menos, a corto plazo- en torno al programa y al liderazgo de Bachelet: “sé que cuento con la lealtad y respaldo de las fuerzas políticas de la Nueva Mayoría”. En tercer lugar, hay una confirmación y compromiso con el programa. En cuarto lugar, al interior del oficialismo han triunfado –por ahora- los puristas-reformistas y se instalan condiciones para la proyección del conglomerado más allá de este gobierno en la perspectiva de continuar con los cambios orientados hacia una sociedad más inclusiva.

Pero, no todo son cuentas alegres. La distancia con la política continua y la presidenta no logra recuperar apoyos. La gradualidad –con incertidumbre incluida- se ha instalado y los proyectos en trámite y los que van a ingresar al parlamento seguirán sacando chispas y la “letra chica” generando dudas.

El tema de fondo desde el cuál surgen todas las dificultades es que la “era de las reformas” está cambiando el rostro del capitalismo chileno a manos de los “demócratas progresistas”. Por ello, la conducción política del gobierno requiere alta precisión y coordinación. Y, a su vez, sus apoyos políticos y sociales requieren altos niveles de lealtad, unidad y disciplina. Ambos, no deben olvidar que los intereses en juego –“los obstáculos”, diría la presidenta- son muchos y poderosos.