02, Mayo, 2016
El proceso constituyente
esta reglado de tal manera que nos permite hacer un itinerario constitucional y
proyectar un año tentativo de cuando el país tendría una nueva Constitución. Lo
hemos dicho, Chile avanza lentamente hacia un nuevo ordenamiento constitucional.
Las resistencias van cediendo a paso lento. El propio Lagos afirmaba que estos
son tiempos largos y la presidenta recordaba que “el proceso de elaboración de una nueva Constitución… partió en el
momento en que millones de chilenos y chilenas manifestaron en las urnas su
voluntad de cambio”.
Desde abril del 2016, se abre una segunda etapa que se extiende hasta agosto del mismo año. Se trata, de un segundo momento que ha sido caracterizado como de participación ciudadana por medio de una consulta digital, Encuentro Locales y Cabildos provinciales y regionales. Dentro del diseño, se tiene contemplado que estas “conversaciones dirigidas” de tipo “convergencia deliberativa”, se conviertan en las “bases ciudadanas” sobre las que se diseñaría el proyecto de ley para una Nueva Constitución.
La tercera etapa del itinerario constituyente se extiende entre agosto y diciembre del 2016. En
una fase en la que se va crear la “la síntesis nacional” de los diálogos
ciudadanos y los cabildos. El gobierno, ha dicho que “a fines” del 2016 va enviar al Congreso un proyecto de ley que por
los 2/3 de los parlamentarios en ejercicio se apruebe una reforma
constitucional que habilite a que el próximo Congreso defina el mecanismo para
definir una nueva Constitución. La presidenta lo ha dejado claro en su discurso
de octubre del 2015 cuando afirma que estas “bases
me serán entregadas en octubre del 2016… y a fines del 2016… propondremos al
actual Congreso que habilte al próximo para que sea él quien decida, de entre
cuatro alternativas, el mecanismo de discusión del proyecto… y las formas de
aprobación de la nueva Constitución”.
Según esos tiempos, el
proyecto debería votarse en el transcurso del 2017 y principios del 2018 -entre
enero y marzo del 2018- antes de que comience el nuevo parlamento sus funciones
en marzo del 2018.
Una respuesta posible, se
encuentra en el hecho de que es probable que se termine aprobado debido a que
el proceso constituyente va mejorando sus niveles de legitimidad; y, a la
fecha, los sectores políticos mayoritariamente van haber participado en las
distintas fases del proceso constituyente. En esos términos, no hay espacio
político para rechazar la iniciativa.
La cuarta etapa, se extiende entre
diciembre del 2016 y marzo del 2018. Principalmente, se trata del año político 2017. En este período,
el actual Congreso deberá aprobar o rechazar, entre marzo del 2017 y marzo del
2018, el proyecto de ley que permite habilitar al nuevo parlamento para decidir
el mecanismo y las formas para redactar y aprobar la nueva Constitución. La
fase, se caracteriza porque en ella se discute un proyecto de ley que permite
darle continuidad al itinerario constitucional del gobierno. En esta fase,
ocurre otro hecho relevante en el itinerario constitucional. Se trata, de que “a inicios del segundo semestre del 2017,
presentaremos… un proyecto de nueva Constitución”.
La quinta etapa, se extiende entre marzo del 2018 y el momento en que el próximo Congreso defina el mecanismo
para la nueva Constitución.
En el mejor de los casos esa
definición va estar lista en el transcurso
del 2018. Ya sabemos, que con urgencias el proyecto puede ser aprobado
rápidamente. Probablemente, esta decisión sea la primera tarea política del
nuevo gobierno/parlamento.
La experiencia nos dice que
este gobierno nunca ha cumplido los plazos que se autoimpone en distintas
circunstancias; por ello, más los tiempos que se puede tomar el nuevo congreso
hay posibilidades de que esta decisión se
tome en el transcurso del 2019.
Desde ese momento (2018/19),
se abre la sexta etapa del proceso
constituyente que se extiende hasta el
momento en que empiece a funcionar uno de los mecanismos elegidos entre las cuatro
alternativas: Comisión bicameral, Convención Constituyente, Asamblea
Constituyente, Plebiscito para que los ciudadanos elijan el mecanismo.
La alternativa elegida debería entrar en funciones entre el 2019 y el
2020.
Desde se momento, se abre la
séptima etapa que ese extiende hasta
el momento en que la instancia elegida haya terminado con su labor y haya
redactado una nueva Constitución. Surge una pregunta: ¿cuánto tiempo se debe demorar discutir y redactar la nueva
Constitución en la instancia elegida?: un año, dos años. Por la magnitud de
lo que se discute y los intereses en pugna debería durar en torno a los dos
años.
Esta etapa, debería estar terminada entre el 2021 y el 2022.
En este momento, se abre la octava etapa del itinerario
constitucional y que termina con un plebiscito ratificatorio unos meses
después. Este plebiscito debería realizarse entre el 2022 y el 2023.
Finalmente, está la última fase que
se extiende entre el momento en que se hace el plebiscito y comienza a operar
la nueva Constitución.
Hay que considerar, no
obstante, que estos tiempos se puede atrasar no sólo porque se trata de límites
y plazos muy frágiles, sino también por el hecho de que el Congreso puede
elegir la cuarta opción; es decir, que en un plebiscito los ciudadanos elijan una de las tres alternativas:
Comisión bicameral, Convención Constituyente, Asamblea Constituyente. Esto, sin
duda, prolonga la fecha en que comienza a operar uno de estos tres mecanismos
ya que hay que organizar el plebiscito para elegir el mecanismo.
Junto a la cuestión de la
temporalidad del proceso, hay dos momentos en que el proceso constituyente va poner
a prueba su consistencia. El primero, se manifiesta en una pregunta: ¿qué
sucede si el actual congreso no habilita al próximo para que elija el
mecanismo?; y, el segundo, se relaciona con el rol que va jugar el siguiente
ejecutivo en el proceso constituyente.
Si el itinerario
constituyente no sufre modificaciones sustanciales, el país va tener una nueva constitución en no menos de cinco años
más con la posibilidad de subir a 6 o 7 años. Un proceso constituyente muy largo; y seguramente, cruzado por
tensiones y desacuerdos profundos.
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