domingo, 30 de abril de 2017

Dilemas DC y su re-posicionamiento político

Abril, 2017

La decisión de ir a la primera vuelta presidencial en noviembre próximo no sólo responde a un cálculo y  aun análisis de posicionamiento político profundo –muy profundo-, lo que es legítimo y propio de la competencia por votos, sino también es el signo de una nueva época política y social. En esa dirección, esta decisión –“valiente y arriesgada”, incluso, para algunos “suicida”- es una energía que contribuye a ir consolidando el nuevo ciclo político que se anuncia hace años y que el gobierno de Bachelet ocupó en su campaña para justificar sus “reformas estructurales”.

La DC ha convivido siempre con el fantasma del “camino propio”. Esta dimensión es tan fundacional como su opción por las reformas y la “revolución en libertad”. De hecho, en el partido de la “flecha roja” hay un ADN reformista -progresista y socialcristiano- que se puede asociar a un reformismo de izquierda y uno de derecha; que, se expresa en dos grandes sectores –siempre hay más- que definen la balanza: chascones-populares y conservadores-aristocráticos.

La decisión de ir a primera vuelta es el triunfo de los segundos. Es el triunfo de los colorines –que se llevan el premio mayor, por cierto, los que van a pagar el mayor costo-, de los Walker, los Zaldívar, los Aylwin, la dupla Alvear-Martínez y de tantos otros que quieren una DC distinta. No hay que olvidar, que la tesis política obtuvo el 67% de las preferencias. En cualquier lado, eso es una paliza electoral.

¿Por qué digo esto último?

Porque siempre –o, casi siempre- los progresistas de la Falange han perdido en la interna. Perdieron una presidencial con Tomic y se impuso la tesis golpista, perdieron con Valdés, perdieron la interna –nuevamente-, y ahora, vuelven a perder. Es más, son ellos los que se han tenido que ir del partido como son los casos del MAPU y la Izquierda Cristiana.

En esta coyuntura se impuso la tesis del “camino propio flexible”; es decir, no obstante, que van a la presidencial en primera a vuelta, van a buscar un acuerdo con la centro-izquierda sobre la base de una nueva modalidad de relación, un pacto parlamentario y votos para la segunda vuelta. Los acercamientos se iniciaron la semana pasada y los mensajes públicos comienzan a  dar pistas.

La DC, lo ha dicho, va buscar un acuerdo político electoral que sea la base de una nueva relación en pacto entre el centro y la izquierda. Esta última referencia, es significativa porque tiene que ver con las propias redefinición del “campo político” de la izquierda, en este caso, con la posibilidad de articular orgánicamente un polo socialdemócrata liberal.

 Este es, de hecho, el tipo de izquierda con la que quiere  pactar la DC. Con los Lagos, Brunner, Escalona, Harboe, Montes, Letelier, Garretón, Pacheco y muchos otros que están la órbita del socialismo liberal –de los radicales a los socialistas. De hecho, Felipe Kast ha mencionado en más una vez que su electorado también está constituido por ese socialismo o esa izquierda. Este eje, dará noticia en las próximas semanas. No obstante, la única posibilidad que se observa hoy, es pactar en sub-lista con el PPD.

La decisión de la primera vuelta abre un escenario que se constituye a partir de tres preguntas que la DC debe resolver. La primera, tiene que ver con la posibilidad refundar el nuevo pacto de centro-izquierda; la segunda, con acordar una lista parlamentaria común en dos sub-pactos, y finalmente, con acordar apoyo presidencial “mutuo” para la segunda vuelta presidencial.

Para responder estos tres dilemas hay una pregunta esencial: ¿cuál de los tres objetivos es el más relevante políticamente?

En primer lugar, es evidente, observar que no hay pacto de centro izquierda sin unidad parlamentaria y sin apoyo para la segunda vuelta. Ahora, en segundo lugar, es evidente, observar que no hay apoyo para la segunda vuelta si no hay pacto parlamentario. En consecuencia, armar una lista parlamentaria que genere los mejores rendimientos electorales para “todos” es la negociación que se ha iniciado. El desenlace, es incierto. No obstante, hay señales de que hasta hoy se avanza.

Todo gira, por tanto, en torno a una potencial lista parlamentaria que no sólo asegura una mejor representación legislativa, sino también un mejor rendimiento presidencial y una coalición sobre nuevas bases que este en mejores condiciones de defender las reformas, y seguir impulsando una agenda de cambio.

Veremos, en las próximas semanas como decantan estos dilemas. Una respuesta viene, sin duda, desde el PPD y la socialdemocracia chilena. Advirtamos, sin embargo, que la tesis del “camino propio radical” no ha sido descartada y que seduce a muchos en la DC.

Sin embargo, hay una pregunta que queda por resolver y que puede echar abajo la unidad parlamentaria: la advertencia del polo de izquierda del conglomerado –PPD incluido- de que si van a primera vuelta no hay pacto parlamentario. Queda saber, en consecuencia, ¿en que va quedar esa tesis política? que fue leída desde la DC como una “amenaza”.

Finalmente, ¿hay que descartar el “camino propio radical”, es decir, la primera vuelta presidencial y lista parlamentaria propia?

Hoy, no se puede descartar. Es un hecho, que seduce a muchos. Pero, también es un hecho que es una mala idea para la Falange a corto y mediano plazo.  Una decisión de ese tipo no sólo marca el fin de la alianza de centro-izquierda, sino también la antesala de una derrota presidencial y parlamentaria de proporciones con profundas consecuencias internas. Incluso, las reformas –a las que la DC ha contribuido- podrían verse debilitadas en su defensa.  Si esto ocurre, serán los vientos de una época de cambio.


Sin embargo, todo intento de unidad política –no meramente, electoral- estará condenado al fracaso, si no se resuelve la contradicción principal del conglomerado: que en su interior no pueden convivir neoliberales y anti-neoliberales. Los movimientos telúricos de la política no han terminado.

viernes, 28 de abril de 2017

Primera vuelta y cambio de época

Abril, 2017

El senador Walker tiene razón cuando afirma que la Nueva Mayoría se acabó con la bajada de Lagos. Sin embargo, ese hecho político es el signo de algo mayor: es la  derrota política de la élite concertacionista que ha vuelto a perder por tercera vez. ¿Por tercera vez?

La primera vez, cuando en el 2009 perdieron con Frei el gobierno después de 20 años. Luego, perdió cuando se instaló la política reformista de tipo igualitarista con “retroexcavadora” incluida. Pareció recuperar el poder en mayo del 2015 cuando sale del Ministerio del Interior el PPD, Rodrigo Peñailillo, y entra la dupla Burgos-Valdés. Es el momento en que la “restauración conservadora” retoma el control político de la coalición y de la agenda con la intensión de darle un giro al gobierno y al conglomerado con la tesis de los cambios graduales y consensuales sin “retroexcavadora”.  Las reformas continuaron en configuración híbrida y las tensiones se hicieron irreconciliables. Hoy, la derrota de Lagos es el hito final de una larga historia que puede ser titulada como “del dedo de Lagos a la derrota de Lagos”.

Estos hechos, junto a otras evidencias, muestran que estamos en un cambio de época. Se viene debatiendo ampliamente desde el gobierno de Piñera que vivimos una coyuntura de cambios políticos y sociales de la más amplia variedad. De hecho, el discurso de campaña de la Bachelet igualitarista en el 2013 se construyó simbólica y políticamente sobre la idea de que estábamos en un “cambio de ciclo”. Es más, el debate intelectual de la derecha esta cruzado muy fuertemente por esa fractura.

La caída de Lagos, es la derrota de la aristocracia DC y de la socialdemocracia chilena que no logra expresión orgánica y que se encuentra repartida en sectores del radicalismo, del socialismo y del PPD. El sueño del gran partido socialdemócrata está pendiente. La caída de Lagos, es la derrota de  los Walker, de Zaldívar, de la dupla Alvear- Martínez, de los Aylwin, de los Frei, de Escalona,  Tironi, Correa, Brunner y tantos otros que diseñaron la “blancura neoliberal”.

Con Lagos, cae una época y una modalidad política construida sobre la negociación duopolica y el consenso casi “religioso” sobre el modelo de desarrollo. La derrota política y “proto electoral” de Lagos, es el signo de la disolución –por cierto, lenta, compleja e incierta- de un modelo político y de un tipo de sociedad. Con Lagos, se viene abajo un modelo político diseñado para la economía y los negocios. La caída de Lagos, es el signo de que cada vez estamos más cerca de entrar a la tierra prometida: el nuevo ciclo.

La coyuntura presidencial de hoy está inserta en ese pantanoso escenario de cambio político y social. En la derecha y en el Frente Amplio los escenarios están estructuralmente ya definidos. Al contrario, los nudos políticos terminales no logran aclarar el panorama en la Nueva Mayoría. Sin embargo, hay dos certezas: que la Nueva Mayoría, incluso en términos de posicionamiento de marca, no tiene viabilidad política y que el candidato es Guillier con primaria o sin primaria, con la DC o sin la DC.

En ese escenario, la DC tiene dos opciones: ir a primaria y competir con el candidato de la continuidad reformista o ir a primera vuelta y competir con ese mismo candidato, con Piñera y eventualmente con otros.  El polo progresista, candidato incluido, vuelve a insistir en el mensaje: sin primaria, no hay lista parlamentaria común; y, con ello, se termina la Nueva Mayoría. La DC, a su vez, rechaza las amenazas.

El escenario de cambio de época política unido a la crisis terminal de la Nueva Mayoría son condiciones favorables para que la DC decida ir a primera vuelta. Al parecer, se va imponer la tesis de la “restauración conservadora” DC y se va romper no sólo una tradición presidencial, sino también una modalidad de “pacto político” en la centro-izquierda.

Sin van a primera vuelta, hay 3 incógnitas que resolver. La primera, que se puede seguir en pacto bajo ciertas condiciones programáticas, sobre todo, considerando que la esencia es el pacto de centro-izquierda y no la forma Nueva Mayoría y que hay muchas coincidencias con la socialdemocracia del conglomerado. Segundo, que se podría pactar apoyo para la segunda vuelta, nuevamente bajo ciertas condiciones; y tercero, que se podría acordar, no necesariamente amarrado a lo anterior- una lista parlamentaria común. El mensaje es el siguiente: vamos a primera vuelta, pactamos apoyo presidencial mutuo para la segunda vuelta y llevamos una lista parlamentaria única o en sub-pacto con él PPD.

El desenlace de esos dilemas depende de si deciden ir a primera vuelta o competir al interior de la Nueva Mayoría. Asociado, a ello, surgen dos preguntas: ¿por qué necesariamente ir a primera vuelta implica romper la Nueva Mayoría y/o condicionar una lista parlamentaria?, ¿por qué necesariamente ir a primera vuelta implica romper la alianza histórica de centro-izquierda?

La respuesta es, sin duda, política. De presión política. De tácticas de poder. De hecho, es perfectamente posible y viable ir a primera vuelta y tener un acuerdo parlamentario con los socios históricos y un apoyo mutuo para segunda vuelta. Finalmente, es una cuestión de cálculo electoral.

En este contexto, lo más relevante que tienen que despejar es la cuestión parlamentaria. La eventual derrota parlamentaria y el aislamiento político que implica esa decisión son las mayores preocupaciones y frenos para el camino propio. De hecho, todos los ejercicios de simulación electoral muestran que la DC tendría una representación parlamentaria bastante modesta. Las cifras oscilan entre 15 y 25 diputados. Ahora, si a esto agregamos una derrota presidencial, sobre todo, de magnitud significativa, el panorama político interno se vería fuertemente tensionado. Sin duda, el camino propio es una apuesta arriesgada y valiente. 

En consecuencia, se dibujan dos escenarios. En el primero, la DC va a primera vuelta con una lista parlamentaria propia –camino propio radical-; y, en el segundo, la DC va a primera vuelta y logra mantener la alianza con la centroizquierda, expresada en un acuerdo parlamentario y apoyo para segunda vuelta –camino propio flexible-.

Esta última opción es la que comienza a ganar adeptos. No obstante, si se impone el “camino propio radical” será no sólo el fin de la Nueva Mayoría y la alianza de centro-izquierda, sino también la antesala de una derrota presidencial y parlamentaria de proporciones con profundas consecuencias internas y para el destino de las “reformas progresistas”. Al contrario, si se impone el “camino propio flexible” –que, además resguarda bastante bien la unidad del partido- se salva la coalición de centro-izquierda, se mantiene un buen rendimiento parlamentario para todos, aumentan las probabilidades de mantenerse en el gobierno –hoy, están afuera- y se mantiene un buen arreglo político-electoral para defender las reformas.

Las señalas de las últimas horas apuntan al “camino propio flexible” y al acercamiento. Las cartas ya se jugaron. Si bien, todo indica que Guillier y Goic competirán en primera vuelta, las posibilidades de que se mantenga la coalición, bajo nuevas modalidades, es cada vez más probable; sobre todo, considerando que la lista parlamentaria es el ente aglutinador y la defensa de las reformas el objeto motivador. Eso, es lo que se intentará la DC post Junta Nacional.  Este es, sin duda, el mejor escenario para la DC. 

Desde ese momento, el mensaje político que recibieron hace unos días de que si van a primera vuelta, no hay pacto parlamentario, se va poner a prueba. Sin embargo, todo intento de unidad política –no meramente, electoral- estará condenado al fracaso, si no se resuelve la contradicción principal del conglomerado: que en su interior no pueden convivir neoliberales y anti-neoliberales