La decisión de ir a la
primera vuelta presidencial en noviembre próximo no sólo responde a un cálculo y aun análisis de posicionamiento político
profundo –muy profundo-, lo que es legítimo y propio de la competencia por
votos, sino también es el signo de una nueva época política y social. En esa
dirección, esta decisión –“valiente y arriesgada”, incluso, para algunos
“suicida”- es una energía que contribuye a ir consolidando el nuevo ciclo
político que se anuncia hace años y que el gobierno de Bachelet ocupó en su
campaña para justificar sus “reformas estructurales”.
La DC ha convivido siempre
con el fantasma del “camino propio”. Esta dimensión es tan fundacional como su
opción por las reformas y la “revolución en libertad”. De hecho, en el partido
de la “flecha roja” hay un ADN reformista -progresista y socialcristiano- que
se puede asociar a un reformismo de izquierda y uno de derecha; que, se expresa
en dos grandes sectores –siempre hay más- que definen la balanza:
chascones-populares y conservadores-aristocráticos.
La decisión de ir a primera
vuelta es el triunfo de los segundos. Es el triunfo de los colorines –que se
llevan el premio mayor, por cierto, los que van a pagar el mayor costo-, de los
Walker, los Zaldívar, los Aylwin, la dupla Alvear-Martínez y de tantos otros
que quieren una DC distinta. No hay que olvidar, que la tesis política obtuvo
el 67% de las preferencias. En cualquier lado, eso es una paliza electoral.
¿Por qué digo esto último?
Porque siempre –o, casi
siempre- los progresistas de la Falange han perdido en la interna. Perdieron
una presidencial con Tomic y se impuso la tesis golpista, perdieron con Valdés,
perdieron la interna –nuevamente-, y ahora, vuelven a perder. Es más, son ellos
los que se han tenido que ir del partido como son los casos del MAPU y la
Izquierda Cristiana.
En esta coyuntura se impuso
la tesis del “camino propio flexible”;
es decir, no obstante, que van a la presidencial en primera a vuelta, van a
buscar un acuerdo con la centro-izquierda sobre la base de una nueva modalidad
de relación, un pacto parlamentario y votos para la segunda vuelta. Los
acercamientos se iniciaron la semana pasada y los mensajes públicos comienzan
a dar pistas.
La DC, lo ha dicho, va
buscar un acuerdo político electoral que sea la base de una nueva relación en
pacto entre el centro y la izquierda. Esta última referencia, es significativa
porque tiene que ver con las propias redefinición del “campo político” de la
izquierda, en este caso, con la posibilidad de articular orgánicamente un polo socialdemócrata liberal.
Este es,
de hecho, el tipo de izquierda con la que quiere pactar la DC. Con los Lagos, Brunner,
Escalona, Harboe, Montes, Letelier, Garretón, Pacheco y muchos otros que están la
órbita del socialismo liberal –de los radicales a los socialistas. De hecho,
Felipe Kast ha mencionado en más una vez que su electorado también está
constituido por ese socialismo o esa izquierda. Este eje, dará noticia en las
próximas semanas. No obstante, la única posibilidad que se observa hoy, es
pactar en sub-lista con el PPD.
La decisión de la primera
vuelta abre un escenario que se constituye a partir de tres preguntas que la DC
debe resolver. La primera, tiene que ver con la posibilidad refundar el nuevo
pacto de centro-izquierda; la segunda, con acordar una lista parlamentaria
común en dos sub-pactos, y finalmente, con acordar apoyo presidencial “mutuo”
para la segunda vuelta presidencial.
Para responder estos tres
dilemas hay una pregunta esencial: ¿cuál
de los tres objetivos es el más relevante políticamente?
En primer lugar, es
evidente, observar que no hay pacto de centro izquierda sin unidad
parlamentaria y sin apoyo para la segunda vuelta. Ahora, en segundo lugar, es
evidente, observar que no hay apoyo para la segunda vuelta si no hay pacto
parlamentario. En consecuencia, armar una lista parlamentaria que genere los
mejores rendimientos electorales para “todos” es la negociación que se ha
iniciado. El desenlace, es incierto. No obstante, hay señales de que hasta hoy
se avanza.
Todo gira, por tanto, en
torno a una potencial lista parlamentaria que no sólo asegura una mejor
representación legislativa, sino también un mejor rendimiento presidencial y
una coalición sobre nuevas bases que este en mejores condiciones de defender
las reformas, y seguir impulsando una agenda de cambio.
Veremos, en las próximas
semanas como decantan estos dilemas. Una respuesta viene, sin duda, desde el
PPD y la socialdemocracia chilena. Advirtamos, sin embargo, que la tesis del “camino propio radical” no ha sido descartada
y que seduce a muchos en la DC.
Sin embargo, hay una
pregunta que queda por resolver y que puede echar abajo la unidad
parlamentaria: la advertencia del polo de izquierda del conglomerado –PPD
incluido- de que si van a primera vuelta no hay pacto parlamentario. Queda
saber, en consecuencia, ¿en que va quedar esa tesis política? que fue leída
desde la DC como una “amenaza”.
Finalmente, ¿hay que
descartar el “camino propio radical”,
es decir, la primera vuelta presidencial y lista parlamentaria propia?
Hoy, no se puede descartar. Es
un hecho, que seduce a muchos. Pero, también es un hecho que es una mala idea
para la Falange a corto y mediano plazo.
Una decisión de ese tipo no sólo marca el fin de la alianza de
centro-izquierda, sino también la antesala de una derrota presidencial y
parlamentaria de proporciones con profundas consecuencias internas. Incluso,
las reformas –a las que la DC ha contribuido- podrían verse debilitadas en su
defensa. Si esto ocurre, serán los
vientos de una época de cambio.
Sin embargo, todo intento de
unidad política –no meramente, electoral- estará condenado al fracaso, si no se
resuelve la contradicción principal del conglomerado: que en su interior no pueden convivir neoliberales y anti-neoliberales.
Los movimientos telúricos de la política no han terminado.
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