lunes, 16 de abril de 2018

El perfil político de las comisiones de la unidad


Las comisiones presidenciales convocadas por el gobierno son el hecho político más relevante del primer mes de gobierno. Una bomba de racismo que alcanza a toda la oposición; a unos, más que a otros. Se ha dicho de todo: que son “inútiles”, “que no sirven para nada”, que son otra “cocina”, que buscan “saltarse al parlamento”, que las “designaciones son a dedo”, que las “relaciones deben ser institucionales” con los partidos, que se busca “dividir a la oposición”, etc.

No obstante, hay un área poco explorada. Se trata, del perfil de los miembros de las comisiones que comunican y dan cuenta de relevantes aspectos que ayudan no sólo a comprender sus fines “ocultos” y tácticos, sino también a entender posibles desenlaces y desarrollos. Es decir, el perfil de los miembros entrega datos de las comisiones como origen y como devenir.

La comisión de la infancia. Del listado de miembros podemos identificar 4 datos generales. En primer lugar, que de los 26 integrantes sólo 4 forman parte de la oposición (Lagos Weber, Boric, Natalia Castillo y Patricio Walker); es decir, el 15% de los participantes. En segundo lugar, que de los 26 miembros 4 pertenecen a organizaciones de la sociedad civil vinculadas a la problemática de la niñez (Hogar de Cristo, Comunidad Organizaciones Solidarias, Corporación María Ayuda y Fundación Padre Semería) y uno al Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica que dirige Ignacio Irarrázabal y que anteriormente dirigió el actual Ministro de Hacienda, Felipe Larraín. En tercer lugar, que de los 26 integrantes, 8 son miembros del parlamento (lo que es inédito en el trabajo de las comisiones): 4 senadores (Ossandón, Von Baer, Kast y Lagos Weber) y 4 diputados (Sabat, Hoffmann, Boric y Castillo); es decir, 5 parlamentarios de gobierno y tres de oposición. En cuarto lugar, que entre los participantes hay 3 ministros, 6 subsecretarios y la Directora Nacional del Sename, es decir, del total de los 26 miembros, 10 son funcionarios de gobierno, para subir a 12 si agregamos a la dupla Piñera-Morel.

Junto al perfil político, hay que agregar que se trata der una mesa de trabajo con personas preparadas y vinculadas a la problemática. “No pueden estar todos” afirmó la vocera de gobierno ante las críticas que surgieron al momento de la convocatoria. Es cierto, no están todos. No está la Presidenta de la Comisión de la infancia (Pamela Jiles) y si esta su homólogo del Senado, el senador Ossandón y Natalia Castillo (cercana a Jackson) que forma parte de la comisión.  Mientras Von Baer pertenece a la comisión especial del senado y si fue invitada, no fue invitado el senador Quintana que forma parte de esa comisión. Tampoco está el PS, el PC ni los radicales. ¿En qué calidad entra a la comisión Lagos Weber?

La comisión de seguridad. Del listado de miembros podemos identificar 4 datos generales. En primer lugar, que de los 24 integrantes 8 forman parte de la oposición (4 DC, 1 Frente Amplio, 1 PS, 1 PPD y 1 Radical); es decir, el 33% de los participantes. De ese total, 4 son parlamentarios, uno es un ex parlamentario y funcionario de gobierno y 3 son Alcaldes. En segundo lugar, que de los 24 miembros 4 pertenecen a organizaciones de la sociedad civil (incluyendo a un ex Contralor). En tercer lugar, que de los 24 integrantes, 9 son miembros del parlamento (lo que es inédito en el trabajo de las comisiones): 4 senadores (Goic, Harboe, Allamand y Coloma) y 5 diputados (Pérez, Walker, Fuenzalida, Molina y Macaya); es decir, 5 parlamentarios de gobierno y 4 de oposición. En cuarto lugar, que entre los participantes hay 2 ministros, 2 subsecretarios y un asesor es decir, del total de los 24 miembros, 5 son funcionarios de gobierno, para subir a 6 si agregamos al presidente Piñera.

Las dos comisiones tienen en conjunto 49 miembros. De este total, 17 son funcionarios de gobierno, 10 son parlamentarios de gobierno y uno es Alcalde de gobierno; es decir, en ambas comisiones el 57% de sus miembros son partidarios de gobierno; sin considerar, los apoyos que tiene entre los 9 invitados de la sociedad civil, destacándose dos universidades, un ex Contralor y el Director Ejecutivo de Paz Ciudadana. Finalmente, sólo 12 (24%) de los integrantes son de oposición: 5 DC, 2 PPD, 3 FA, 1 PRSD y 1 PS; 3 Alcaldes, 7 parlamentarios y 2 ex políticos (Walker y Burgos).

¿Qué nos dicen y sugieren estos datos?

En primer lugar, La revisión de la lista de los participantes nos dice en primer lugar que no se trata de  comisiones de “unidad y consenso”. No están todos ni todas y el consenso político y legislativo se va lograr en el Congreso. Esto, lo saben todos. Es más, el clima de tensión y hostilidad que se generó a partir de su convocatoria refuerza la idea de que en ellas no hay unidad ni consenso. De hecho, el único consenso posible es el informe que se le va entregar al presidente Piñera y que, seguramente, será la base para los proyectos e iniciativas que van a ingresar al Congreso como proyectos de ley en los próximos meses.

En segundo lugar, es evidente que se trata de comisiones más políticas que técnicas. De los 49 integrantes, 40 (82%) son políticos ya se trate de presidente, ministros, subsecretarios, directores de servicios, asesores y parlamentarios y/o ex miembros de este círculo de poder. Es cierto, desde los noventa se ha creado comisiones presidenciales sobre diversos temas con pretensión de transversalidad, unidad y criterio técnico. Resulta evidente, en consecuencia, observar que estas dos comisiones no cumplen ninguno de esos criterios. No son trasversales –“no están todos” ni hay equilibrio-, no son unitarias –son producto del conflicto- y no son técnicas, sino políticas.

En tercer lugar, hay otras consideraciones significativas (y simbólicas) asociadas a algunos invitados. Los dos PPD invitados son Lagos Weber y Felipe Harboe: ¿el laguismo en pleno?  Más interesante aún, resulta observar no sólo la presencia de la familia Walker colaborando con el gobierno (el ministro de agricultura, el experto en Infancia, el ex Senador Patricio  Walker y Matías Walker en la comisión de seguridad), sino también la voluntad de colaborar de los colorines de la DC. Ahora, si agregamos las invitaciones a Jorge Burgos y al Panzer Insulza, no puedo dejar de recordar el “partido del orden” y la “restauración” prometida y fracasada. Los contactos Lagos-Piñera son fluidos y José Miguel Insulza declara tener buena relación con Piñera. De hecho, de los 12 opositores participantes en las mesas de trabajo 9 de ellos pertenecen a ese núcleo de la “gloriosa” concertación. ¿Coincidencias?... ¿y si no lo fueran?

El cuarto lugar, es extremadamente interesante. Se trata de un cambio en la dinámica de la negociación política y legislativa en el sentido no sólo de que el Frente Amplio se posiciona como un interlocutor relevante en el diálogo con el gobierno, sino también que desaparece definitivamente el modelo duopolico que articulaba la derecha con la Concertación o la Nueva Mayoría. Surge, en consecuencia una ex NM fragmentada que ya no se presenta como un todo político; es decir, cada partido actúa por sí mismo… por ahora.

Respecto del Frente Amplio hay que hacer tres consideraciones. En primer lugar, ser claro en afirmar que el Frente Amplio como conglomerado político y orgánico no es el que está en la mesa. Las invitaciones a los autónomos (Boric y Sharp) y a Castillo son personales; aun cuando se hayan tomado de modo colectivo al interior de sus orgánicas. De hecho, no hay que olvidar que la presencia del trio de la discordia no sólo generó y genera tensiones al interior del Frente Amplio, sino también pone de manifiesto un conflicto no resuelto al interior del “proyecto colectivo” que se asocia a la desigualdad de los capitales políticos y a las estrategias de posicionamiento de sus particularidades constitutivas.  Sin embargo, esta tensión no es muy relevante porque a nivel de la opinión pública y del gobierno, si lo están. En segundo lugar, el gobierno se relaciona e intermedia con Boric, Jackson y Sharp. Se verá, en el congreso cómo serán las votaciones del Frente Amplio y si estas serán o no en la misma dirección; sobre todo, en relación a las materias de estas dos primeras comisiones. Finalmente, la invitación a Sharp requiere considerar que va en calidad de Alcalde y tiene conversaciones pendientes con Piñera. En efecto, el alcalde porteño no podía negarse a la invitación. Esto, debido a que había solicitado hace un par de meses conversar con Piñera en torno a las problemáticas de Valparaíso, sobre todo, temas relativos a vivienda social. No se podía negar. Otra, hábil acción política del gobierno. Algo parecido podemos decir de Boric; por el hecho de que en Enero en una columna de opinión había declarado que la problemática del Sename requiere de acuerdos transversales y urgentes.

De las comisiones al gobierno

Los datos anteriores, en consecuencia, nos conducen a reforzar la hipótesis de que no son comisiones de unidad, que no son comisiones transversales y que son más políticas que técnicas. Del mismo modo, identificamos con más claridad que uno de los objetivos de las comisiones es fragmentar y debilitar a la oposición en el sentido de que opere en el parlamento de manera no unitaria. Así, se facilita la votación y se hace más fácil llegar a la “mayoría simple”, a la “mayoría absoluta y a los “supra mayoritarios” del 4/7, 3/5 y 2/3. De hecho, buscar apoyos individuales en cada bancada o acordar con una u otra bancada algún apoyo es parte de lo que se busca con la ofensiva política del gobierno este primer mes de gestión. Una oposición unida y actuando en bloque es, sin duda, el peor escenario para el gobierno y su acción legislativa.

Finalmente, al interior de la fragmentación opositora es el Frente Amplio el conglomerado político que sale más fortalecido de esta coyuntura no sólo en el sentido de que se trata, o al menos se presenta ante la opinión pública, como una oposición con propuestas, con sustancia ideológica y programática, con capacidad de proponer y/o acordar políticas públicas con el gobierno, sino también se instala como una fuerza política competitiva que se está convirtiendo en la alternativa política a la derecha en 42 meses más.

lunes, 9 de abril de 2018

Los ¿por qué de las comisiones de unidad?


Las 5 comisiones convocadas por el gobierno para lograr “grandes acuerdos nacionales” en materias urgentes y transversales, son la expresión operativa, o si se quiere, el significado y el signo del diseño político del gobierno: diálogo, unidad y consensos. Es, por tanto, el modo en que el piñerismo materializa y hace “carne” la estrategia de la “segunda transición”. Los hechos políticos del primer mes de gobierno van en sentido contrario al llamado de los acuerdos. Por ello, las comisiones son la manifestación del espíritu unitario. Con ellas, Piñera salda cuentas con su promesa política.

Sin embargo, la táctica política de “pre cocinar” problemáticas en perspectiva legislativa no ha sido bien recibida por la oposición expresada en la ex Nueva Mayoría y en el Frente Amplio. Molestias y críticas brotan de todos lados. De este modo, observamos como la mesa de trabajo pre-legislativo para la infancia -y en menor medida al de seguridad- se ha convertido en el espacio y en el símbolo de todas las contradicciones y tensiones que se han producido en el primer mes de gobierno. La coyuntura ha contaminado la comisión y aumentado las tensiones y polaridades de la fase. Si buscaba unidad, ha fracasado; si buscaba dividir a la oposición y a sus orgánicas, ha sido exitoso.

El tensionado inicio del trabajo de las mesas es resultados del clima hostil que se ha instalado en estas primeras semanas de gestión; y que, no es más que la continuidad de la polaridad que viene aumentado desde el 2011 y que caracteriza a los Estados en las que hay dos modelos de sociedad en pugna. El rechazó de Maya Fernández (PS), de René Saffirio (ex DC) y de Marcela Hernando (PR) a participar en la comisión, la ausencia de los partidos de la ex Nueva Mayoría, las dudas y tensiones del Frente Amplio y las invitaciones “personales” que se hicieron desde La Moneda son los hechos que han contaminado de modo negativo el inicio del trabajo pre-legislativo.

La debilidad de la comisión y los partidos opositores.

La política de la “motosierra” (que busca restituir las condiciones de acumulación del neoliberalismo debilitando con las reformas estructurales de Bachelet) y los modos de hacer la convocatoria y las invitaciones a las comisiones, son las razones que explican la debilidad con la que nacen las dos primeras mesas de trabajo. Ello, no obstante, no implica que las comisiones estén condenadas al fracaso. De algún modo, al menos, serán comunicadas como un éxito y un hito de la “segunda transición”.

Los grandes ausentes han sido los partidos de la ex Nueva Mayoría: PS, PPD, PC, PRSD, DC. Para muchos analistas esto ha sido interpretado como la debilidad y la crisis de esos partidos que se expresa en la incapacidad de re-articularse, en la carencia de un proyecto político y en la distancia que hay para convertirse en una fuerza competitiva. Sin embargo, ese no es el problema ni es lo sustantivo. De hecho, lo políticamente relevante es que hay voluntad de defender las reformas, se logró un acuerdo para conducir la Corporación y controlar las comisiones, y hoy, no se pusieron de acuerdo y todos hicieron lo mismo: como partido no se participa.

Mientras en el PPD se quejan de que las relaciones deben ser institucionales entre partidos y gobierno, en el PS critican que “no está toda la pluralidad de actores representada en el Congreso ni de las organizaciones sociales comprometidas con la protección de la niñez… que los invitados han sido denominados unilateralmente y que no se ha respetado la institucionalidad partidaria ni de las bancadas”. A su vez, en el PC se restan por considerar que la “discusión debe darse en el Parlamento” y que se parecen a un “tongo”. Los Radicales, a su vez,  afirman “que las comisiones son insuficientes” y la DC no participa como partido hasta que no den por terminado su proceso de reflexión y se elija a la nueva directiva; no obstante, la Senadora Rincón afirmaba que la forma de operar para conformar las comisiones “atenta contra la dignidad del partido”.

Lo que está claro –y así, lo decidió el gobierno- es que los militantes de partidos opositores serán invitados a título personal. Así, ocurrió con el Senador Lagos Weber, con el ex Senador Patricio Walker, con el trio Boric-Castillo-Sharp, con Insulza, con Huenchumilla y otros. El gobierno “hace la pega” y los partidos sienten el golpe: son menospreciados por La Moneda al no ser considerados, son interpelados ante la Opinión Pública en una tema socialmente muy sensible, y se tensionan internamente, al menos, los que tienen militantes invitados al selecto grupo escogido por La Moneda. Se abren, en consecuencia, tensiones internas más que entre los partidos.

La pregunta, en consecuencia, es: ¿qué busca el gobierno con las comisiones?

En primer lugar, se encuentra en que el gobierno tiene que hacer visible el diseño político Sin duda, esto lo logra con la convocatoria a las comisiones de unidad nacional para dialogar en torno a problemas transversales para llegar a un gran acuerdo y consenso nacional.

En segundo lugar, son importantes para anular el shock anti reformista del primer mes de gobierno que ha contribuido a profundizar el clima de hostilidad en curso desde el 2011.

En tercer lugar, aparece el problema de un Congreso empatado que obliga a buscar votos de “los otros” para sacar adelante los proyectos. No podemos dejar de recordar las palabras del Presidente cuando en el primer consejo de gabinete le dice  a su equipo que el gobierno “no puede ser testimonial que envié proyectos y no apruebe ninguno”. Por ello, se insiste en ese mismo momento que el ejecutivo tiene la facultad para sacar adelante iniciativas por la vía administrativa.

Este hecho político no ha pasado inadvertido para los congresales. Los datos muestran que la actividad legislativa del gobierno en este primer mes ha sido muy escasa al punto de que el presidente del PPD destaca que “necesitan agenda previa y relación partido-gobierno”, y el Senador Quinteros advierte que la próxima semana puede ocurrir el hecho de no tener proyectos para ser votados en sala. La presidenta de la Cámara, Maya Fernández, también afirma en esa dirección: “el gobierno ha hecho anuncios... pero, no de proyectos de ley”.

En cuarto lugar, el gobierno busca transformar las propuestas de las comisiones en proyectos de ley y/o decisiones administrativas que faciliten el trabajo legislativo y reduzcan las tensiones que generan y fomentan un clima político hostil y distante.

En quinto lugar, el gobierno busca debilitar, tensionar y fragmentar la oposición encarnada en los partidos y atrincherada en el parlamento como una forma de potenciar los contactos personales y que estos puedan actuar con independencia respecto de sus partidos en problemáticas y proyectos de ley que “aparecen” como transversales y urgentes. Al respecto, no podemos olvidar el caso Insulza y su bajada de la comisión de seguridad. Mientras, el ex OEA dice que no es tiempo para debilitar a los partidos y que por tanto obedece las decisiones colectivas del PS, el presidente Piñera le dice que “tiene suficiente experiencia como para pedir permiso”.

¿El futuro de los acuerdos nacionales?

Es evidente, que las dos primeras mesas de trabajo han comenzado con cierta debilidad. No obstante, este hecho no tendrá ningún efecto sobre el funcionamiento de las comisiones y los respectivos informes que cada una debe entregar al Presidente. Sin embargo, es probable que las tensiones acompañen no sólo la convocatoria y la instalación de cada una (de hecho, ya partieron dos), sino también el desarrollo de las mismas y la redacción final del informe. El otro problema político, y eso depende del clima de hostilidad y polaridad que se imponga, surge cuando esos informes ingresen como proyectos de ley a un Congreso ansioso por arreglar cuentas y hacer valer su poder institucional.

El gobierno, sin duda, no sólo va mostrar como un éxito los grandes acuerdos logrados en esas comisiones, sino también hará pagar los costos políticos a la oposición de cualquier situación que pueda contaminar y/o debilitar el desarrollo de las mesas de trabajo. Seguiremos monitoreando estas comisiones y analizando otros aspectos de las mismas que entregan pistas políticas en torno a cómo se va configurando el proceso político chileno. Al respecto, el perfil de los convocados son un buen indicador del carácter y los efectos políticos de las comisiones a mediano plazo.

Las mesas de trabajo pre legislativo, por tanto, son un hecho político de alto impacto que son el indicador de una táctica política que busca instalar un nuevo modo de relación política que sea eficiente para gobernar en tiempos de hostilidad  y distancia ideológica. Cuando las mesas son más políticas que técnicas, puede ocurrir cualquier cosa.

lunes, 2 de abril de 2018

Piñera: del Déficit político al Superavit Político


Los hechos políticos de las tres primeras semanas del gobierno van configurando los contornos del “campo político”  al interior del cual se va desarrollar la política en este nuevo ciclo presidencial. El diseño político del gobierno, los primeros momentos de la instalación, la total desarticulación de la oposición y las expectativas de una alto crecimiento, generaron condiciones para que el sector comenzará a ver como una posibilidad real el sueño de seguir en La Moneda más allá de 4 años; hasta de “20 años” habló un presidenciable subiéndose a las tácticas de vincularse con Aylwin y el ADN concertacionista en términos de tiempo, de crecimiento con inclusión y de consensos.

La ofensiva del gobierno

Hay consenso de que al primer gobierno de Piñera le faltó “gestión política”. Los hechos políticos de estos primeros días muestran de modo evidente que han transitado del “déficit” al “superávit” político.

Siete son los hechos políticos que dan cuenta de esta ofensiva piñerista: Instalar la idea de que el gobierno anterior fue mentiroso, detener la licitación del Transantiago, retirar la urgencia al proyecto de Identidad de Género, el protocolo de las tres causales, el portazo a la Nueva Constitución, el modelo antiterrorista propuesto y la decisión del Tribunal Constitucional sobre el artículo # 63 de la Ley de Educación Superior. Nadie, podrá afirmar que el gobierno no ha sido audaz ni que no ha asumido riesgos; de los que está saliendo bien. Hasta ahora.

Estos hechos, en consecuencia, generan un clima político de confrontación y polarización muy distinto a lo que han buscado en las declaraciones que funda su diseño político: el dialogo, los acuerdos y el consenso. Las comisiones pre legislativas no gozan, como consecuencia del clima que se va instalando, de la legitimidad programada originalmente. Si bien, ya está funcionando la comisión de la infancia, no se puede desconocer que su comienzo no ha sido el esperado para una instancia de unidad, de urgencia y de transversalidad.

Este nuevo ciclo presidencial recién está empezando y el clima ya está enrarecido. En este contexto, ¿es casualidad el debate que se abre en torno a la violencia a partir del caso de José Antonio Kast y las agresiones que recibe en una Universidad?, ¿es casualidad la fisura interna que se produce en la defensa chilena en torno a la salida al mar de Bolivia como con el caso Guillier, del Frente Amplio y de algunos sectores del progresismo de centro-izquierda?

Los efectos de la ofensiva piñerista

Los hechos políticos de las tres primeras semanas no sólo han producido un clima de polaridad (contrario a lo buscado en las declaraciones), sino también han generado 3 efectos sobre el campo político post elecciones: el inicio de un nuevo ciclo de movilizaciones, la re-articulación de la oposición en defensa de las reformas y la Nueva Constitución y las primera fisuras al interior del bloque de gobierno.

El mundo social se moviliza. Los estudiantes –universitarios, secundarios y profesores- desde antes de la decisión del TC sobre el artículo # 63 ya se estaban organizando para comenzar la presión y al mismo tiempo enfrentándose verbalmente con el Ministro Varela. Los Mapuches ya recibieron la declaración de guerra. La demanda de la diversidad sexual y de la equidad de género esta alerta como también lo está el movimiento ambientalista a la espera de lo que suceda con Dominga.

Re-posicionamiento opositor. La política no da pausa ni descanso. La coyuntura, en consecuencia, obliga a que los partidos de oposición rápidamente dejen atrás la derrota política y electoral y se pongan a la “orden del día”. Los hechos de la coyuntura, por tanto, van generando condiciones para que las oposiciones se re-articulen y enfrenten a un gobierno que está más cerca de la “motosierra” que de los consensos. El acuerdo por las mesas de la cámara y las comisiones, la defensa de las reformas e instalación en la agenda de la nueva Constitución (reflotado por el fallo del Tribunal Constitucional), son hechos políticos que van configurando una oposición más cerca de la unidad de propósitos que acciones políticas dispersar sin eficiencia política.

Las primeras fisuras del oficialismo. Los partidos de gobierno también se comienzan a tensionar. Si bien, la coyuntura de los nombramientos y de la instalación fue exitosa, los hechos posteriores comienzan a generar  tensiones entre ellos y con el gobierno.  Desde RN ya se quejaron de que no fueron avisados de los anuncios de la Araucanía y desde al UDI de que es mejor primero hablar y acordar con ellos que con la oposición a propósitos de las comisiones y de los primeros acercamientos con la oposición. Luego, se abre un foco de conflicto por el proyecto de equidad de género; y ahora, por la presión que surge para modificar el Tribunal Constitucional es aspectos sustanciales como sus atribuciones y composición.

No hay que olvidar, que al gobierno y al sector todavía no están expuestos a la coyuntura presidencial que, sin duda, va generar muchas tensiones ya que se van a enfrentar por la conducción del sector distintas derechas y distintos liderazgos: un socialcristianismo conservador (Ossandón), un socialcristianismo liberal (Chahuán), una derecha liberal (Felipe Kast), una derecha gremialista (en busca de su liderazgo), una derecha conservadora (José Antonio Kast) y el candidato de Piñera que, al parecer, hoy se llama Alfredo Moreno. Si bien, hoy los movimientos de estos competidores son silenciosos ya están desplegándose.  Inevitablemente, la coyuntura se va imponer por sí misma y las tensiones se va multiplicar.

Déficit político ¿de nuevo?

Rápidamente pasamos de un gobierno que por sus primeras acciones proyectaba una imagen de éxito y triunfo que lo podía llevar a gobernar Chile por 20 años, a un gobierno que empieza a operar en un clima tensionado con grandes potenciales de aumentar los conflictos que ponen en riesgo el “sueño” de la sucesión. Vemos, por tanto, que el clima político se va pareciendo cada vez más a lo que se viene manifestando desde el 2011, que al clima de los consensos y la unidad nacional que quiere instalar el piñerismo.

Tensionar el clima político en el contexto de un parlamento neutralizado, generar condiciones para que la oposición se re-articule y se posicione como fuerza competitiva y estimular que en el oficialismo comience la lucha interna de liderazgo y de proyectos, son variables que no favorecen la continuidad de la derecha en el gobierno; y por tanto, generan condiciones para que la oposición –en alguna fórmula política- vuelva a La Moneda; o la menos, se convierta en una fuerza competitiva.

La hipótesis es, por tanto, que el “superávit” de política expresado en las primeras decisiones que son una declaración de guerra a la oposición y al proyecto reformista, está mostrando otra forma del déficit de gestión política que ya vimos en la primera gestión y que condujo a una derrota electoral que fue interpretada en su momento como de una “debacle”. Es decir, que lo que se nos aparece como  “superavit político” es la continuidad del déficit político que ya presenciamos hace 8 años. 

Las tecnologías del poder ya saben que sucede cuando los gobiernos tienen una débil “gestión política”. Veremos, no obstante, como se van manifestando estas tendencias en las próximas semanas y si la ofensiva inaugural del gobierno genere efectos positivos o negativos para los planes políticos del gobierno.

sábado, 24 de marzo de 2018

Entre el dialogo y el garrote


La puesta en escena del nuevo gobierno desde las primeras nominaciones hasta las dos primeras semanas de gestión puede ser caracterizada como de una obra maestra. Piñera y su círculo de hierro, están ejecutando lo que vienen planificando desde que se instalan en Avanza Chile. Asistimos, a un diseño político creado por Piñera y sus cercanos: Chadwick, Blumel, Pérez y Ampuero. Sin duda, las primeras señales son alentadoras; al punto, de que el entusiasmo de los primeros días ha inflado las expectativas y ya no se habla de 8 años, sino de 20 años. Este optimismo se ve reforzado cuando se observa un panorama económico a corto y mediano plazo auspicioso en el que se espera crecer en torno al 3.5% o un poco más.

¿En qué consiste el diseño político que ha puesto en movimiento el piñerismo?

Políticamente, se ha optado por un diseño político que se funda en la unidad, en los acuerdos y en el dialogo. De hecho, han insistido en la figura de la “retro excavadora” para diferenciarse de la gestión anterior en el sentido de que no vienen a destruir “lo existente”, sino que han llegado al gobierno para enmendar el rumbo y volver a la ruta del progreso y el desarrollo sobre la bases de los consensos que caracterizaron la primera transición: “lo aprobado se cumple”, se ha dicho desde Palacio.

Sin embargo, hay tres situaciones que debilitan la tesis de los acuerdos. Esta vocación de dialogo, se  debilitada en primer lugar cuando observamos que ese llamado responde a una necesidad estratégica –ni siquiera táctica- debido a que el gobierno se encuentra con un parlamento empatado; y que, en consecuencia, requiere negociar y acordar con la oposición o parte de ella la aprobación de sus proyectos de ley. De algún modo, el éxito de la agenda legislativa del piñerismo depende de su capacidad política para articular y cerrar acuerdos: no hay alternativa. Es una cuestión política y técnica. Por tanto, la estrategia de los acuerdos no es una cuestión de “vocación, estilo ni convicción”; al contrario, es una obligación.

Una segunda debilidad, se encuentra en la tensión que se produce entre ese “llamado” y el tipo de gabinete que se ha instalado. Un equipo ministerial que articula experiencia política, saber técnico y coherencia ideológica. A estos rasgos hay que agregar un Piñera muy empoderado del cargo y del liderazgo, un sector cohesionado –cuyo hito es la reunión en Palacio Castillo con los parlamentarios-, un grupo de confianza y cercanos “a toda prueba” y una claridad de objetivos. Es evidente, que todos aprendieron la lección del primer gobierno. Sin duda, un gabinete rudo… muy rudo: un gabinete que no está diseñado para esos consensos.

¿A qué viene este gabinete?

El gobierno de Piñera tiene como objetivo político y económico restituir en el contexto de la sociedad del Chile de hoy el modo neoliberal de acumulación capitalista que se está debilitando desde las movilizaciones del 2011, sobre todo, desde el gobierno reformista de Bachelet.  Su gabinete está diseñado para esa “misión”.

La inversión se convierte en el pilar y en la piedra filosofal del “rescate neoliberal”. El shock de inversiones encargado al Ministro Valente será el motor del crecimiento y la base para el desarrollo y el progreso de los chilenos. Esta fórmula, en consecuencia, no sólo es la llave mágica para el desarrollo socio-económico y para una mejor calidad de vida, sino también un pilar fundamental para el desarrollo social: “no sólo se trata de cifras” ha dicho Piñera y “los vulnerables no pueden esperar” ha afirmado el  Ministro Moreno.

La presencia del ex CPC en el Ministerio de Desarrollo Social no sólo da cuenta de una política pública que busca eficiencia en el gasto social y crear un neoliberalismo inclusivo en el Chile de la segunda transición, sino también de que desde el gobierno se busca re-legitimar el rol social de los empresarios y restituir, de ese modo, la dañada relación entre sociedad y empresa. Una cara amable, que nos dice que la derecha si tiene vocación social.
 
Observamos, por tanto, que la restauración neoliberal de los “tiempos mejores” tiene como horizonte no sólo el crecimiento como condición para el desarrollo, el progreso y la calidad de vida, sino también la necesidad de crear un neoliberalismo inclusivo que haga sustentable el modelo de acumulación de tipo neoliberal que haga olvidar la promesa “contra-neoliberal” que encarnó Bachelet y encarna hoy el Frente Amplio y sectores de la Nueva Mayoría.

Un tercer aspecto debilita la tesis de los consensos. Se trata, de que el  llamado” a los acuerdos se tensiona y aparece contradictorio con algunos hechos políticos de los primeros días; por ejemplo, el no rotundo y pausado a la Nueva Constitución, las acusaciones de que del gobierno anterior “le mintió a los chilenos” por la cifra del déficit estructural, el modo que se está usando para aprobar Dominga, el cierre de las licitaciones del Transantiago, la revisión de los últimos decretos de Bachelet, la modificación de los protocolos del reglamento de la ley de  aborto en 3 causales y los cambios a introducir en la Ley Antiterrorista.

Vemos, por tanto, que la política de los acuerdos no se sustenta en forma ni en fondo. Este es, sólo el primer nudo político.

¿Qué puede frenar la política de la “restauración neoliberal”?

Resuelta evidente, en consecuencia, observar que el gobierno ha comenzado a operar con una  “política de choque” que está en contradicción con el llamado al dialogo y a los acuerdos que han hecho desde el primer día. Como la política se realiza en varios planos, la estrategia de la “unidad y el garrote” aparece como si no tuviera  contradicciones.

El llamado al dialogo, no obstante, se está haciendo operativo por medio del llamado que hizo el gobierno a  conformar comisiones de trabajo en temas “prioritarios” y “nacionales”. En consecuencia, mientras por un lado, se llama a la unidad y se arman comisiones pre-legislativas, por otro, se tensiona el clima político por medio de un conjunto de decisiones políticas que han incomodado a la oposición: “no retrocederemos ni un metro en las conquistas logradas” se escucha desde distintos sectores de la oposición.

No obstante, esta ofensiva inicial ha sido tan bien evaluada que el sector ya empieza a soñar no sólo con la sucesión, sino también con 12 o más años de gobierno. Pero, como la política es gelatinosa y el resultado incierto, el éxito de la gestión se puede ver empañado no sólo a) por esta tensión inicial entre declaración de dialogo y la “política del garrote” que se ha ejecutado estos primeros días, sino también b) por lo incierto que resulta la implementación de la política social del proyecto neoliberal de la derecha piñerista y c) por los problemas que van a surgir por la sucesión presidencial.

El éxito del gobierno y el sueño de la sucesión, en consecuencia, dependen de que a) la tensión entre la voluntad de diálogo y la práctica política ejecutada no genere condiciones negativas para Piñera y con ello una revitalización de las oposiciones, b) que el modelo de un neoliberalismo inclusivo haga olvidar y contenga, el giro “contra neoliberal” y c) que el fuego amigo por cuestiones de sucesión presidencial sea neutralizado y retrasado. 

A medida que vayan pasando los días veremos cómo el clima político se va pareciendo más a la primera transición o a la “polarización blanda” que caracterizó el ciclo reformista de Bachelet. Veremos, si las reformas se estabilizan o retroceden. Veremos, si las libertades retroceden, se estacan o aumentan. Lo claro, es que nuevamente el ciclo presidencial esta cruzado por la tensión: más modelo o menos modelo; más reformas o menos reformas; más neoliberalismo o menos neoliberalismo.

viernes, 12 de enero de 2018

La DC entre la espada y la pared


Se ha comenzado a debatir post elecciones que la DC ¿podría? estar enfrentada a una crisis terminal. Desde todos los rincones del falangismo se escuchan voces: “la fractura es grave” ha reconocido Burgos, Pizarro, el mismo que afirmaba que era un “suicidio” el camino electoral propio, menciona el fantasma de la “desintegración” y de una “situación crítica, casi terminal”, Duarte habla de “crisis profunda” y de que el partido siempre ha tenido “tensiones históricas”, Walker de que “no hay ruptura orgánica” y de que lo quiebres no son ninguna novedad en el partido y Mariano Ruiz-Esquide destaca que se trata de una “crisis extremadamente grave”. La presidenta, a su vez, describe el momento como “grave”.

Ahora, que el desenlace de ese proceso termine en su desaparición, en dos o más partidos, es algo que no se logra captar hoy. La Junta de fines de Enero, las acciones políticas de la coyuntura y la primera fase del nuevo ciclo de gobierno, dejaran las huellas que debemos seguir para comprender este decisivo momento para un partido que se ha ido diluyendo fuertemente desde que se abre el nuevo siglo y emerge un nuevo Chile.

No obstante, los hechos políticos y los rasgos del proceso político que se abre y encarna en lo que llamamos nuevo ciclo político, entregan muchas pistas en torno al desenlace de la crisis DC. Lo único claro, es que el partido no puede seguir cómo esta: fracturado política, ideológica y culturalmente.
La fractura es política, porque la crisis es expresión de que los grupos internos, cada día más irreconciliables, tienen diagnósticos y soluciones políticas diferentes frente a las problemáticas que instala la nueva fase política. Se ha perdido “la voluntad de trabajar unidos… y la capacidad de diálogo”, destaca Espejo; replicando, uno de los argumentos del grupo recién escindido que lidera Mariana Aylwin. Walker, siguiendo en esa lógica de análisis menciona que la crisis es de “convivencia interna”. 

La fractura política no se agota en la mala “convivencia interna”. La mala relación, la falta de unidad y la falta de dialogo no es lo sustancial. La mala convivencia, en consecuencia –y, esto es lo sustancial-, es resultado de diferencias políticas que se agudizan en la medida en que estamos cada vez más insertos en las dinámicas y demandas del nuevo ciclo. Tales diferencias tienen que ver con definiciones presidenciales, electorales, política de alianzas, apoyo o distancia con el gobierno, apoyo u oposición a las reformas y disputas internas, etc.

La fractura también es ideológica, porque el quiebre político se sustenta en ideas y en una lectura distinta de lo que es y debe ser Chile: lucro o no lucro en la educación, aborto o no aborto en tres causales, voucher o no para financiar negocios privados, son algunos de las áreas que producen tensiones internas en la falange. Esto, no lo va resolver una Junta ni un Congreso.

La fractura es cultural, porque los nuevos tiempos del Chile actual y las subjetividades y prácticas asociadas (el habitus) no logran conectarse con la “propuesta ideológica” de la DC que hasta hoy es el “humanismo cristiano”. Sin entrar en esta reflexión –por cuestiones obvias, no por eso menos relevante- es crucial hacer la conexión con la identidad del partido.

La DC no conecta con el sentido común. La DC no conecta con los nuevos grupos. La DC no da respuesta a las problemáticas de la hora actual. La DC no define la Agenda político-pública. En definitiva, la identidad del partido –al menos la oficial- no seduce a los actores de los nuevos tiempos. De hecho, muchos militantes –desde los que están a punto de irse del partido hasta lo que van a morir DC- hablan de que hay una crisis de identidad.

Este desfase entre el habitus DC y su propuesta ideológica, en consecuencia, se expresa en la coyuntura como crisis de identidad. El déficits no es menor: no saber quién soy, quienes somos, que queremos y para donde vamos es una problemática de alto impacto y de compleja resolución.

La DC hoy, es un conjunto de identidades y no una identidad que articula y moviliza intereses. El todo ha sido superado por las partes. En la DC, por tanto, ocurre los que negaba Tomic: que nadie es más grande que el partido: ¿qué importa lo que defina un Congreso Ideológico, si cada militante vota según sus intereses particulares?, ¿qué importa lo que defina una Junta, si de todos modos no van apoyar al candidato?

En este escenario de profunda crisis, definida de ese modo, por los propios involucrados, el desenlace es menos incierto de lo que desde las propias filas se reconoce. Algunos renunciaran, “tendrá sentido seguir en la DC” se pregunta Burgos, otros formaran otro partido u otros partidos o movimientos. En ese contexto, surge la interrogante: ¿habrá quiebre orgánico… de qué dimensiones?, ¿qué pasará con la marca DC, entendida como espacio al interior del cual convergen –hoy divergen- distintas identidades políticas y sus respectivas tradiciones?; ¿quiénes serían sus herederos legítimos?; ¿quiénes seguirían administrado sus patrimonio económico y cultural?; ¿quiénes seguirán hablando en nombre de la DC?

La crisis DC es, en consecuencia, un mix de tres fracturas que se expresan en una crisis de identidad que anula al partido como un “todo” al mismo tiempo que levanta identidades particulares que se enfrentan por la conducción política del conglomerado. En términos políticos, esta lucha de identidades se manifiesta en una crisis de convivencia que ha dejado de lado el dialogo y la cooperación entre “camaradas”.

Las tensiones internas se profundizan en ciclo presidencial de las reformas. De hecho, el nudo político de la DC está configurado a partir de una contradicción que se viene arrastrando con mucha intensidad desde la conformación de la Nueva Mayoría y del gobierno que encabezaron. La coyuntura y el programa de las reformas obligan a tomar posición en torno a cambios y proyectos de ley que ponen en jaque diversos aspectos del orden neoliberal.

En ese contexto, la DC tuvo que tomar dos decisiones políticas fundamentales: modelo sociedad y política de alianzas.  Hoy, está enfrentada a la misma disyuntiva. Ruiz-Esquide, lo plantea de otro modo: la DC, debe definir ¿qué quiere hacer y con quiere hacer?

Mientras, en el primer caso se trata de neoliberalismo y/o “contra” neoliberalismo; en el segundo, se trata de con quien –o con nadie- se comparte proyecto y ruta política: ¿con la derecha, con qué derecha, con la izquierda, con qué izquierda, con el PC o sin el PC, con el Frente Amplio o sin el Frente Amplio, con los liberales y/o con los socialdemócratas o con los radicales?

La respuesta a estas interrogantes, será decisiva para el desenlace de la crisis de la DC. El debate ya está desplegado.

De hecho, Burgos pide “claridad doctrinaria” y se declara defensor de la “iniciativa privada, el Estado Subsidiario y del crecimiento como un instrumento insustituible”.  Otros, a su vez, son partidarios del lucro en la educación: “cuando se dijo que no se podía lucrar con la educación a ellos no les gusto”, afirma Yasna Provoste la electa Senadora de la Disidencia haciendo referencia al triangulo Aylwin-Walker-Martínez. A su vez, en el campo de la política surge la tesis Walker de la convergencia entre social-cristianos, social-liberales y social-demócratas. Del mismo modo, se buscan acercamientos con los radicales, se negocia y conversa con el Frente Amplio, la Derecha y con lo que queda de la Nueva Mayoría en busca de un lugar desde donde hacer oposición.

Ante la magnitud de las divergencias internas, ¿es suficiente una Junta, una nueva directiva y/o un Congreso Ideológico para neutralizar la crisis y evitar el Gran Cisma?

Del algún modo, el proceso de “desintegración” del partido comenzó a fines de los noventa y se profundizó con la expulsión de Adolfo Zaldivar en el 2007. Las renuncias han sido muchas. No han tenido mucho impacto político porque han sido individuales y a goteras. En el plano electoral, el declive ha sido sistemático hasta llegar a la gran derrota de noviembre pasado. Hace semanas conocimos lo que era un secreto a voces: la salida de 31 conspicuos militantes del grupo “Progresismo con Progreso” que lidera Mariana Aylwin. El ex Senador y figura moral de la DC,  Mariano Ruiz-Esquide, ha mencionado que esta crisis es “similar al cisma que desemboco en el MAPU y la Izquierda Cristiana.

La pregunta política: ¿van a continuar las renuncias individuales u orgánicas?

Todo indica que los grupos internos no pueden seguir conviviendo en el espacio político y cultural que llamamos Democracia Cristiana. Sin embargo, ¿es posible re-significar la convivencia y salvar el quiebre?

La respuesta se encuentra en la política. Desde el origen en la DC conviven dos almas: los reformistas y progresistas y los socialcristiano de raíz conservadora. Si bien, los nuevos tiempos han desdibujado la impronta progresista y socialcristiana y la han reemplazo por claves neoliberales, la esencia del conflicto sigue intacto en el sentido de que hay dos visiones de la sociedad y de la política de alianzas. La coyuntura, nuevamente, nos muestra el enfrentamiento de estos grupos internos.

No obstante, los contornos de ambos son difusos por la presencia de una yuxtaposición de grupos y posiciones políticas e ideológicas que generan un panorama más complejo de resolver a mediano y largo plazo. Este hecho, no obstante, facilita la resolución de la crisis. En rigor, neutraliza a corto plazo una crisis que tiene vida propia; y por tanto, un desenlace previsible.

La política, por tanto, es el espacio para resolver el conflicto. De hecho, ya hay operaciones que avanzan en esa dirección. Definirse como oposición y optar por la independencia es la fórmula que puede neutralizar el quiebre y/o la desintegración. Es más, muchos ven con buenos ojos, la posibilidad de hacer un camino en solitario en cuyo fondo aparece un “desierto” que invita a ser recorrido. Walker, en esa dirección, plantea que ve a la DC como oposición que se va perfilando “con niveles crecientes de independencia”. Algo similar ha mencionado el histórico Caco Latorre.

¿Es viable esta salida política?

A mi entender, esta opción tiene poca viabilidad política a mediano y largo plazo no sólo debido a que sólo posterga decisiones fundamentales que exige la sociedad que emerge del proyecto neoliberal, sino también porque el trabajo legislativo y de oposición exige negociación y articulación con los otros partidos y/o parlamentarios. Una crisis de identidad requiere coherencia política e ideológica.


La independencia sólo va profundizar la tensión entre las identidades constituyentes del falangismo a mediano y largo plazo. Del mismo modo, si optan pactar –dependiendo del proyecto y de la coyuntura- con la derecha o con la izquierda el asunto a corto plazo va generar condiciones para el quiebre. La DC, entre la espada y la pared.

viernes, 5 de enero de 2018

El Frente Amplio como Marca Política

El resultado electoral para el Frente Amplio en las pasadas elecciones abre una nueva etapa. Los 1.3 millones de votos de la Bea Sánchez, la bancada parlamentaria elegida y el rol que jugaron en la segunda vuelta son hechos políticos que dan cuenta de que se ha reducido la distancia entre su rendimiento electoral  (municipales 2016 y primarias 2017) y su posicionamiento político. La votación obtenida, por tanto, instala al frente amplismo como un agente político con capacidad de modificar las relaciones de fuerza e instalar temas en la agenda pública.

Aquí, surge el primer nudo político de la nueva fase: ¿qué hacer con el Frente Amplio cómo instancia “supra”-particular/partidista?

Que el FA sea una instancia “supra”-particular/partidista, significa que está constituido por distintas identidades políticas, culturales, sociales y generacionales que se reúnen para construir un proyecto político “amplio” que dispute de modo competitivo la hegemonía política y cultural a la derecha y a la Nueva Mayoría (o sus restos) en todos los Frentes: del parlamento al territorio y del voto a las ideas.

Las particularidades que conforman este “todo” llamado Frente Amplio construyen un espacio político  imaginario –en proceso de institucionalización- al interior del cual proponen, debaten y deciden lo que van hacer como cuerpo político. “Ese todo”, cómo espacio político no sólo está integrado por los partidos que lo fundan y sus militantes, sino también por un amplio sector de “militantes amplistas”, simpatizantes y electores que son, en definitiva, los que hacen posible y viable el proyecto desde el punto de vista electoral y cultural.

Ocurre, que desde las municipales pasadas el Frente Amplio comienza a fagocitar las orgánicas que lo constituyen. De hecho, la votación presidencial y parlamentaria del conglomerado es un voto del “pueblo frenteamplista” a un referente político en construcción que suma más políticamente que las particularidades que lo conforman: partidos, movimientos, individuos. De hecho, la distancia en votos entre lo que se obtuvo a nivel presidencial es inferior en 400 mil votos a lo que vemos a nivel de los Diputados. La distancia aumenta a 600 mil cuando vemos la votación de los Consejeros Regionales.

En consecuencia, lentamente se fue creando un “ser político” con vida propia que se autonomiza de sus “padres”. Esto es, sin duda, un activo político de alto impacto y de compleja gestión.

¿Por qué ocurre hoy que el Frente Amplio “suma más que las particularidades que lo conforman”?

Porque el Frente Amplio se ha constituido en una marca política que se conectó de modo eficiente con rasgos del nuevo ciclo. Esa conexión la hizo el Frente Amplio y no sus particularidades constituyentes.

De este modo, se convirtió en una marca conocida, valorada y reputada, asociada a la nueva política y con un producto atractivo (proyecto y nuevo personal político). Sobre esas bases semióticas las posibilidades de expansión, por tanto, no son menores. Sin embargo, estas dependen cada vez más del fortalecimiento de la marca como unidad semiótica y como proyecto político.

En este sentido, surge la hipótesis de que la viabilidad política del Frente Amplio a corto plazo (es decir, considerando el ciclo de gobierno que se abre con estas elecciones y se cierra en las presidenciales del 2021), depende de modo relevante de su proyección no sólo como plataforma política, sino también como marca política “supra”particular/partidista que puede ser gestionada del mismo modo como se hace con una marca comercial desde el punto de vista semiótico. No olvido, que es una cuestión esencialmente política.

Entender el Frente Amplio como marca política, implica situarnos en el plano de la cultura, del imaginario y de las subjetividades políticas. Haber transitado de la aislada táctica instrumental de un pacto electoral a una unidad de sentido que re-significa la política desde las bases y desde los nuevos grupos es, sin duda, un tremendo éxito y un gran triunfo político. Esto, debido a que las lealtades, los compromisos, las esperanzas  y las convicciones –sobre todo, en el ámbito de la política- se solidifican en el plano de la cultura, de las creencias, de las costumbres, de las emociones y del imaginario. Cuando la marca se instala en el imaginario y en las subjetividades sólo hay que salir a vender, a proponer, a seducir y a re-encantar. El Frente Amplio, ha operado y opera en esta dimensión.

Como referente político, el Frente Amplio no sólo es un espacio político de encuentro de identidades unidas en una identidad mayor, sino también –y, sobre todo- un espacio cultural que se ha ido creando e inventando desde los territorios en la perspectiva de ir construyendo y reconstruyendo la relación entre sociedad y política en el marco de un proyecto político colectivo “contra” neoliberal.

Volvamos a la pregunta inicial, ¿qué hacer con el Frente Amplio cómo instancia “supra” particular?

La respuesta es contundente y nadie duda: fortalecer el Frente Amplio. Sin embargo, surge una pregunta política clave que tiene directa relación con la autonomía de la marca, ¿hasta qué punto las distintas particularidades (partidos, movimientos e individuos que lo constituyen) van  fortalecer el proyecto a costa del rendimiento y posicionamiento de los agentes políticos particulares que constituyen ese espacio imaginario y colectivo que llamamos Frente Amplio?

La respuesta a esa pregunta se encuentra en la cultura “frenteamplista”; es decir, en dos vectores culturales decisivos para la creación del Frente Amplio: la imbricación con el movimiento social, con las bases y con los territorios y la primacía del proyecto colectivo por sobre los personalismos.

Esto, por tanto, quiere decir que las particularidades políticas constituyentes del Frente Amplio están dispuestas y han manifestado la voluntad de construir un proyecto político que supere el marco, las identidades y las vocaciones particulares.
 
Las preguntas políticas son ineludibles para la fase que se abre post-elecciones: ¿cómo las distintas orgánicas se van a relacionar en este espacio en construcción?, ¿qué niveles de soberanía tendrá ese espacio de acción política colectiva?, ¿qué grado de autonomía política tendrá el espacio imaginario llamado Frente Amplio?, ¿qué rol va jugar en este período el “pueblo frenteamplista”?, ¿qué relación se establecerá con la bancada parlamentaria?, ¿hasta qué punto la bancada amplista se confundirá o diferenciará del Frente Amplio?, ¿dónde radicara la soberanía del proyecto colectivo y dónde se tomaran las decisiones políticas y legislativas?, ¿qué luchas de poder surgirán en su interior?, ¿qué nivel de organicidad tendrá el pacto político, electoral, ideológico y programático?

Las preguntas, en definitiva, se pueden reducir a una: ¿qué rol va jugar el Frente Amplio en la fase que se abre con el nuevo ciclo de gobierno?

No podemos olvidar, que el Frente Amplio opera como marca, cómo un conglomerado que tiene vida propia y autonomía respecto de sus padres fundadores y que ha emergido desde sus entrañas una cultura “frente amplista”.

Opera cómo unidad de sentido que re-significa la política, porque la “oferta política” de un proyecto “contra” neoliberal la hace el Frente Amplio y no Revolución Democrática, los autónomos u otro de sus integrantes. Opera con autonomía y en clave cultural, porque es una realidad política con identidad propia y diferencial.

La opinión pública, la gente común, los electores de las democracias de audiencias están mirando al Frente Amplio y no a sus orgánicas y liderazgos particulares. El sentimiento es con el Frente Amplio y no con sus particularidades constituyentes. El elector, vota Frente Amplio y no por las particularidades constituyentes. El Frente Amplio, rinde política y electoralmente mucho más que sus fuerzas fundantes.

Pero, la pregunta sigue instalada: ¿desde dónde, cómo y por medio de quiénes el Frente Amplio va actuar políticamente como oposición?, ¿quiénes van hablar en nombre del Frente Amplio?

Ya sabemos, sus representantes. Sin embargo, no hay que olvidar que el Frente Amplio como marca y como espacio político-cultural es mucho más que los representantes recién electos del conglomerado. No obstante, la gestión parlamentaria de estos 4 años será decisiva para el fortalecimiento o el debilitamiento de la marca.

Las tensiones entre el Frente Amplio como instancia “supra” particular/partidista y sus fuerzas originales se manifestaron con mucha intensidad en la discusión en torno a ¿qué hacer en términos político-electorales en la segunda vuelta: Piñera, Guillier o nadie?

Los hechos muestran que el Frente Amplio como cuerpo no tuvo la capacidad política de ordenar sus particularidades orgánicas y no orgánicas. Lentamente, las particularidades fueron debilitando y anulando lo que el Frente Amplio “prender ser”: una voz política autónoma y legítima. No olvidemos, que antes de los resultados de la primera vuelta, en el Frente Amplio había unanimidad en que no había apoyo a Guillier. No voy a entrar en los detalles de esa coyuntura; pero, es claro que el Frente Amplio no podía –por un mínimo de coherencia- llamar a votar por Guillier. No lo hizo. Sin embargo, las particularidades terminaron votando por el candidato doblemente derrotado. De algún modo, la derrota es también la derrota no del Frente Amplio como cuerpo, sino de sus particularidades.

Entonces, ¿por qué las particularidades terminan haciendo algo que el Frente Amplio como encarnación de un proyecto no podía hacer? 

La definición de las mesas de la Cámara de Diputados es otro ejemplo de lo que pretendo ilustrar. La pregunta es la misma: ¿quién negocia con las otras fuerzas políticas la posibilidad de presidir la Cámara baja: la bancada, Jackson, Boric, el Frente Amplio como cuerpo… quién?


Finalmente, sólo me interesa insistir en el hecho de que el Frente Amplio está enfrentado a convertirse en una marca política con autonomía o a ser destruida e instrumentalizada por sus propios creadores. Lo que suceda en los próximos años será decisivo para el futuro y la proyección de un conglomerado que está amenazado por la lucha, el posicionamiento e intereses de sus “dueños”.