Noviembre-2013
Tal como se venía
pronosticando desde las municipales pasadas, la derecha ha sido nuevamente
derrotada en las urnas. Sacar el 25% de votos en la presidencial es una debacle
electoral para el oficialismo. No obstante, por pasar a la segunda vuelta
trasforman la derrota en victoria. Ya sabemos: la segunda vuelta no es un “sí,
se puede” –similar al “es posible” de Golborne- ni tampoco una nueva
oportunidad. Acaso, ¿alguien puede pensar que el resultado presidencial será
revertido?; ¿alguien puede pensar que el resultado de la “batalla final” será
distinto a lo que dicen las encuestas hace más de dos años y que se ha
ratificado en tres elecciones consecutivas?
En consecuencia, lo
único que falta para coronar la crisis
de la derecha es recibir en tres semanas más una paliza –goleada, si se
quiere- electoral y política que la obligue a mirarse al espejo sin el velo
autocomplaciente de la soberbia y de la arrogancia de “ser los mejores”. Ya
será paliza si se repiten los resultados de la primera vuelta. En efecto, si en
la presidencial pasada sólo consideramos los votos de Bachelet y Matthei el
resultado sería 65.1% contra un 34.9%.
La derecha está
inmersa en una crisis profunda de
largo alcance: ¿cabe alguna duda? Los bajos niveles de aprobación presidencial,
el fracaso de la “nueva forma de gobernar”, la conflictiva y dolorosa carrera presidencial, los
permanentes cambios de gabinete, las tres derrotas electorales en tres
elecciones y el debate en torno a la “nueva derecha” son señales de que las
cosas no están bien en el oficialismo.
Hace cuatro años
Piñera estaba a semanas de ganar la presidencial. En diciembre del 2009 ganó la
primera vuelta con el 44% de los votos; y la segundo vuelta, la ganó un mes
después con el 51.6% de las preferencias. Frente a esta coyuntura, ¿alguien
podrá pensar y/o sugerir que la derecha estaba en crisis? Son días de plétoras de poder y felicidad.
Pero, todo esto
comienza a cambiar muy rápidamente. La máxima expresión de este hecho es la
reciente derrota presidencial que muestra que en cuatro años la derecha bajo su
votación presidencial en 21 porcentuales y su peso parlamentario se vio
reducida de modo significativo.
En consecuencia, los datos muestran una certeza
indesmentible: la derecha está en crisis. Hoy, esto es lo único claro. La
segunda vuelta, por tanto, sólo viene a prolongar la agonía final y dilatar el
proceso de “re-fundación”, “re-formulación”, “re-estructuración” y/o
“adaptación” o como quieran llamarle.
Las dudas surgen, por tanto, cuando corresponde analizar
y definir el tipo de coyuntura que se abrirá en el sector; en definitiva, el
tipo de adaptación que se imponga. Pero, en el sub-suelo de la derecha ya hay
movimientos pensando en el futuro: tipo de oposición a constituir, próximas
definiciones internas de sus partidos, posicionamientos presidenciales y
pulsiones generacionales.
Al entrar a esta
nueva fase, la derecha deberá –en primer lugar- hacer un diagnóstico que
explique ¿cómo en tan poco tiempo el
oficialismo paso de la ilusión al pesimismo y del triunfo a la derrota?
Los mayores problemas
del gobierno y la derecha han sido políticos –que durante mucho tiempo fueron
confundidos con déficit comunicacional--. Comienzan desde el primer momento
cuando Piñera diseña un gabinete técnico
sin experiencia política.
Luego, la “nueva
forma de gobernar” se vio debilitada por dos hechos más: los conflictos de interés y la actitud
autocomplaciente de insistir y repetir hasta la saciedad el “somos
los mejores”.
Junto a esos problemas
fundacionales de la gestión aparecen dos más que han sido decisivos y que va
contribuir a debilitar la “nueva forma de
gobernar” a mediano y largo plazo: su incapacidad para identificar y resolver conflictos y no haber estado a la altura de
las expectativas.
Junto a estas áreas
de tensión y debilidad surge una fundamental: llevar la disputa presidencial al interior del gabinete. Fue, por tanto,
la coyuntura presidencial lo que terminó por consolidar y profundizar la crisis
política del oficialismo.
En lo general, en
estos cinco elementos encontramos las razones por la cuáles la derecha en
cuatro años paso del éxito al fracaso. Hoy, la derecha es más débil que hace
cuatro años. La derecha está en crisis. De esto no hay duda. Pero, ¿cómo salir de esta coyuntura? y volver
a re-encantar a los ciudadanos, a su electores y a ser competitiva.
Mucho se ha escrito y
debatido sobre la refundación del sector y la manoseada “nueva derecha”. Lo que
va suceder en esta perspectiva desde la derrota definitiva es incierto:
¿alguien sabe que va pasar con el sector?; ¿alguien tiene claro los caminos que
va seguir la derecha?
Lo único que me
parece evidente hoy, es que la derecha se debe “adaptar” si quiere ser competitiva a las condiciones y rasgos del nuevo ciclo social y político. La
derecha no captó que el “Chile político” había cambiado. Debió, en
consecuencia, gobernar en un terreno pantanoso. Por ello, a medida que se iba consolidando la nueva fase política, la derecha
se iba debilitando a nivel político, electoral e ideológico: político, porque ha perdido
credibilidad y capacidad de articular; electoral, porque ha sufrido tres
derrotas contundentes; e ideológica, porque sus ideas fundacionales están
fuertemente cuestionadas.
En la coyuntura
actual la derecha se ha quedado sin
fuerzas para defender el modelo económico, político y cultural instaurado
en el gobierno de Pinochet y consolidado en los gobiernos de la Concertación.
Este es, en consecuencia, el principal problema político que la derecha debe
enfrentar y resolver: adaptarse y
defender el modelo en una situación de debilidad. La derecha ha entrado a
una fase defensiva de acción política.
Vendrán días
complejos. Los caminos que tome esta
crisis no están muy nítidos. Mucho depende de lo que ocurra en la segunda
vuelta. Las preguntas decisivas ya están planteadas: ¿cómo adaptarse?, ¿en qué
dirección hacerlo?, ¿quién y quienes van liderar este proceso?, ¿qué ideas
fuerza van a defender y/o promover?, ¿qué tipo de relación van a establecer con
el nuevo oficialismo?, ¿qué articulaciones de poder de va a imponer?, ¿qué tipo
de oposiciones se van a desarrollar en su interior?, ¿cómo se va desarrollar la
pugna generacional que se da en el sector? son algunas de las preguntas que se
tendrán que dilucidar en la coyuntura post
presidenciales.
Hoy, hay más dudas
que certezas. El tipo de respuesta que se dé a cada una de las interrogantes
anteriores va definir el tipo de
adaptación que se ponga en marcha. Para esto, la derecha debe saber,
entender y aceptar que en el nuevo ciclo político va tener que competir sin
subsidio político. Toda adaptación se hace sobre este contexto y fundamento.
La derecha deberá
entender, en consecuencia, que en la nueva fase política el proyecto de “la
sociedad chilena” se definirá de manera colectiva con las reglas de la
democracia. El nuevo Chile, por tanto, no será el resultado de la imposición
militar de un tipo de sociedad de unos por sobre otros; ni tampoco la defensa
binominal de ese modelo, sino al contrario, el resultado de la competencia
democrática.
Esto recién comienza.
Por ahora, seguimos en esta inútil y agónica segunda vuelta. No estaba
equivocado el presidente del PS, Andrade, de que lo mejor era “hacerla
cortita”. Sin duda, era lo mejor para todos. "Caminante, se hace camino al andar".