Enero-2014
Hace
una semana se hizo público un documento sobre la crisis de RN titulado “RN y
la derecha que queremos” del diputado y aspirante a la presidir el
partido Cristián Monckeberg. Para entender las claves políticas del texto y
sumergirnos en su tectónica hay que situarse a) en una doble crisis: la que se manifiesta en el oficialismo y la
que ocurre al interior de RN y b) en
su voluntad de presidir al partido en el próximo período.
El
texto, en lo grueso puede ser dividido en dos partes:
causas de la derrota y responsabilidades y hoja de ruta para la “recuperación
y re-construcción” política del partido. Veamos.
La “coyuntura de las
responsabilidades”. El análisis parte con la constatación
de que la derrota electoral “caló hondo… -y que, las opciones
presidenciales fueron- un fracaso rotundo”.
A partir de este hecho, se ha producido “un
inevitable y necesario proceso de búsqueda de responsabilidades al interior de
RN”. El problema político, por tanto, es que desde que se instala la
coyuntura de “las responsabilidades”
el partido ha entrado en una espiral que amenaza con producir un quiebre “parcial”
entre sus dos almas: la conservadora y la liberal; el oficialismo y los
piñeristas. El desenlace, es incierto. Al contrario, lo que sí podría ocurrir,
es que las fugas potenciales –Lily Pérez, Hinzpeter, la vocera, Baranda, Parot,
etc.- sean acotadas y parciales.
Consumada
la debacle electoral, el sector –no sólo RN- comenzó a buscar
responsabilidades. El tema ya se había insinuado semanas antes. En esta
dirección, el sector ha identificado tres posibles responsables: el gobierno,
los partidos o ambos. Para Monckeberg, “todos”
son responsables: “Gobierno, partidos y
dirigencia”. Una posición intermedia y políticamente correcta y neutra.
Poco atrevimiento; por ahora.
En
consecuencia, a partir de la “coyuntura
de las responsabilidades” el partido ha entrado a una fase de alta tensión
que tiene a varios militantes en un proceso de “reflexión” en torno a seguir o no en el partido.
Llamado a la paz.
En medio de este escenario, Monckeberg hace un llamado a la “paz interna”. Las palabras del diputado,
sin duda, connotan un estado de crisis que ha dejado heridos. Sus palabras dan
cuenta de una “crisis profunda y muy compleja”. Curiosamente, no usa en todo el
texto la palabra “crisis”.
El
objetivo político de Monckeberg, por tanto, es doble: pacificación y unidad. “La
paz es urgente y necesaria” ha planteado. Y esto, debido a que sólo en un
escenario colaborativo y de tranquilidad el partido podrá recuperar su
identidad y su capacidad de convocar y ser competitivo. De hecho, “la paz interna nos permitirá embestir
nuestros objetivos más urgentes: un debate programático… y un proceso de
formación de liderazgos jóvenes, que nos vigorice”.
Las causas de la derrota.
Monckeberg no sólo pone atención en el tema de las responsabilidades y en los
efectos negativos que ha tenido para el partido –amenazado por un cisma-, sino
también en las causas que explican la “derrota electoral”. La respuesta,
afirma, no hay que buscarlas en los “problemas comunicacionales” como se ha
venido insistiendo desde hace un par de años. En consecuencia, las razones de
la derrota hay que buscarlas en que “claudicamos en la defensa de nuestro ideario”.
La
tesis no es nueva. Se la escuchamos a Novoa –entre otros- a fines del 2012 hace
más un año. La lectura que hace de la derrota encuentra raíces en marzo del
2010. Afirma, que “ganamos, y en lugar de
comenzar un trabajo de fortalecer nuestro ideario, cruzamos a quitarle algunas banderas a la Concertación. Así, nos
volvimos un poco incoherentes y demasiado tecnócratas. Dejamos de transmitir en
la frecuencia ideológica… y fue entonces cuando la Concertación empezó a
re-articular su discurso… Nuestros electores apagaron la radio porque ya no
había mensaje ideológico para ellos”.
¿Qué
quiere significar cuando afirma: que perdieron la presidencial porque gobernaron con “algunas banderas de la Concertación? Monckeberg, para evitarse
enemistades políticas y posicionarse como una carta válida para suceder a “Don
Carlos” no entra en detalles. En efecto, no dice “que banderas” ni tampoco
quien gobernó con esas ideas. Hay aquí, sin duda, una crítica oculta y latente
a la gestión Piñera.
Esto
se conecta con un hecho sustancial. Se trata, de que la presidencial del 2009
no sólo la ganaron por el liderazgo de Piñera, “sino también porque la Concertación estaba agotada”. Ocurrió, por
tanto, que “una parte del electorado
cruzó la vereda por cansancio con nuestro rival, pero entre ellos no se produjo
un realineamiento en función de un cambio de valores o ideológico”. En
consecuencia, la derecha habría ganado con votos ajenos; tesis que ya la había
mencionado Longueira hace unos años.
La identidad abandonada. Abandonar
las ideas esenciales del sector se traduce, finalmente, en un problema de
identidad. Monckeberg, ha dicho que la derrota electoral se debe a que
abandonaron su identidad. En ese contexto, afirma que debemos “recuperar” nuestra identidad de “centro-derecha, moldeada durante la
transición y anclada en una historia de respeto por la democracia
representativa, las instituciones republicanas y la virtud cívica”.
Para
Monckeberg, hay que pacificar el partido; para luego, “reconstruir esa identidad y reforzar lo que nos une en torno a un
proyecto país, RN y la derecha chilena”. En este contexto, en consecuencia,
se hace una pregunta para el futuro del partido: “¿cómo… recuperamos la senda de
una derecha republicana?” y seguimos las enseñanzas de “Francisco Bulnes, Pedro Ibáñez y Sergio
Onofre Jarpa”.
Los cuatro pilares.
Monckeberg, le plantea al partido que para recuperar la identidad y construir
la “derecha que queremos” hay que
hacer un giro partidario que se funda en
cuatro objetivos políticos: tolerancia, vocación de centro y de mayoría,
defender el interés público y superar el cosismo.
1. La tolerancia.
Para el diputado, la “paz” es lo
primero. Pero, “no una paz… del silencio
que esconda las diferencias… sino una paz fruto de la tolerancia y del
reconocerse”.
¿A
qué se refiere con tolerancia? Afirma
que “hablamos de tolerancia hacia quienes
piensan distinto, tienen otras creencias
valores, tienen una opción sexual diferente… respeto a los adultos
mayores y hacia los pueblos originarios… hacia las autoridades y a las
instituciones”.
La
paz, por tanto, hay que fundarla en la
tolerancia. Aquí, sin duda, uno de los mayores déficits del sector. Hay que
advertir, en consecuencia, que este no es un problema ideológico; al contrario,
es un problema cultural.
2. Acercamiento al centro político.
“La derecha que queremos” también
requiere vocación de poder. De hecho, “para
recuperar es identidad y reforzar lo que
nos une en torno a un proyecto país, RN y la derecha chilena… deben fortalecer su vocación de centro… -y
su-
vocación de mayoría”. En consecuencia, hay que dejar la política de “vetos y de trinchera” característica de
la derecha de hoy; y atreverse a “soñar
el Chile del futuro, a moldear su porvenir y a proponer cambios de acuerdo a
nuestro ideario”.
Aquí,
tampoco ninguna novedad. Es una tesis que la escuchamos desde fines de los
ochenta. RN ha insistido en innumerables ocasiones sobre un posible
acercamiento con la DC.
Pero,
sólo una vez, que la identidad del partido sea recuperada podemos “ampliar la casa y profundizar en el corto y
mediano plazo nuestro entendimiento con el centro político, con aquellos con
quienes tenemos coincidencias importantes en cuanto al modelo de sociedad:
Evópoli… con el humanismo cristiano, con regionalistas, incluso con personas
que creyeron en Andrés Velasco”.
Para
Monckeberg, hay que “emprender la
construcción de un frente político amplio, abierto, sin vetos, con reglas
claras… con cultura de coalición y no meramente electoral”.
En
este contexto tiene “especial relevancia
un eventualmente acercamiento con la DC, superando las fronteras que dibujó el
plebiscito del año ’88”.
3. Defender el interés público.
El partido y el sector para volver a ser competitivo tiene que identificarse
con el interés público. La derecha no puede seguir siendo identificada con el
interés privado y los negocios “abusivos”. La derecha del futuro, por tanto, no
puede ser vista como “los representantes
de los intereses económicos”.
4. Superar el cosismo.
También, es una idea que ya se ha escuchado en el sector. De hecho, el propio
Novoa es crítico de este tipo de estrategia que se impuso en el sector desde
fines de los noventa y que tuvo a la dupla Lavín-Longueira a 30 mil votos de
ganarle a Lagos en la presidencial del ’99. Para Monckeberg, el resultado de
esta “política de cosas” los llevó a
abandonar sus ideas. Y, en este contexto, “la
izquierda construyó una hegemonía cultural que movió la frontera ideológica y
redibujo el mapa de la agenda en aspectos sustantivos”.
El
cosismo, finalmente, “reniega de la
ideología propia”. Fue pan para hoy y hambre para mañana. El cosismo hizo
que la derecha fuera competitiva y llegara a La Moneda; pero, también que
perdieran el gobierno en tan sólo cuatro años; en rigor, el un poco más de un
año; ya que, el desalojo comenzó en el 2011.
Nuevamente,
Monckeberg no profundiza en sus palabras ni en sus definiciones políticas. Para
el diputado por Las Condes, Piñera ¿fue un presidente cosista?
La derecha del futuro.
A estas alturas del debate y de la competencia política, es evidente que la
derecha transita hacia una nueva condición. “El modelo de la derecha ochentera está agotado, su estructura
debilitada y su conexión con la gente extraviada. La Alianza ha cumplido un
ciclo… y frente a eso debemos ser valientes y no tener miedo a patear la
colmena”.
Monckeberg,
por tanto, le presenta a su partido una alternativa de cambio; un modelo de
derecha que sigue la tradición de la derecha histórica y republicana que
simboliza Fco. Bulnes, Pedro Ibáñez y Onofre Jarpa: un conservador, un liberal
y un nacionalista. Monckeberg, se reconoce, por tanto, heredero de esa
tradición.
La
prudencia es lo que domina su relato y propuesta. Monckeberg, quiere presidir
RN y no enemistarse con nadie de su familia más cercana: ni con Piñera, ni con
Allamand, ni con la dupla Ossandón-Larraín. Este hecho, sin duda, ha anulado la
potencia y la profundidad de su diagnóstico. Monckeberg, quiere pacificar a RN,
mantener la unidad –en RN “no sobra nadie”
ha dicho- y desde esta condición ofrecer un camino de acción política que los
saque de la actual coyuntura y los proyecte nuevamente a La Moneda.
No
nos dice, finalmente, si Piñera fue el que abandonó las ideas del sector y
gobernó con “algunas banderas de la
Concertación” o si su gobierno fue o no cosista. Tampoco, nos dice nada
acerca de las ideas que supuestamente abandonaron. ¿Por qué no profundiza en
estas variables?
Las debilidades del relato.
Finalmente, para Monckeberg, el problema
político de la derecha en general y del partido en particular es que se
quedaron sin proyectos ni ideas con las que interpelar a los ciudadanos. Ese,
es el dilema mayor. No sólo deben reconstruir un proyecto país, sino también
comunicarlo y seducir a los electores. Todo indica, que la Nueva Mayoría tiene,
a lo menos, ocho años para gobernar. La derecha fue superada por el devenir
histórico.
Pero,
hay un segundo problema político de
magnitud. Se trata, de que el relato de Monckeberg no ha logrado captar al
“esencia” del Chile que emerge en el nuevo ciclo. El diputado, no ha captado
que las ideas que fueron las bases del modelo por treinta años se agotaron. Para
él, y su sector, sólo hay que hacer ajustes que corrijan el modelo.
Es
muy elocuente cuando afirma que el modelo sólo tiene vicios que se derivan de
los abusos. Para Monckeberg, “los
chilenos… no están cansados del sistema, están cansados de los abusos, no
sienten rabia frente a una tarjeta de crédito, sino contra engaños y cobros
indebidos; no proponen un nuevo sistema de pensiones… no buscan una educación
estatizante y uniforme, sino que una en que las instituciones no son un negocio”.
Y,
en el mismo sentido se pregunta: “¿está
en el interés público una nueva constitución… que la educación sea pública
exclusivamente… o en subir los impuestos?”.
Parece
olvidar, el diputado, que los ciudadanos votaron mayoritariamente por el programa
de los cambios y que sí a la gente le interesa una nueva constitución que
consagre derechos, una educación pública gratuita y de calidad y una reforma
tributaria que re-distribuya los ingresos. No en vano, los sucesivos triunfos
electorales de Bachelet son una señal muy potente.
Aparece,
un tercer problema político del
relato Monckeberg. Se trata, de que en este esquema RN y la UDI deben
reformular su relación de poder. A Monckeberg, le incomoda el pacto político y
electoral que hay con la UDI. Lo relevante, es que no está sólo en esta idea. Muchos
en RN piensan y sienten igual. De hecho, en este texto la UDI ha sido caracterizada
como una “derecha ultraconservadora”,
que no sólo ha impuesto la política de “veto,
trinchera y frontón”, sino también el
nefasto “cosismo”. Es más, la tesis de acercarse al centro, a la DC y de crear
un “Frente Amplio”, choca con las pretensiones hegemónicas del gremialismo. Para
Monckeberg y para otras militantes, la UDI es un problema para el partido. La
UDI está ahogando a RN.
El
fin de binominal favorecerá la fragmentación y autonomía política del sector; y
esto, tendería a flexibilizar la histórica relación que ha existido entre ambos
partidos de la derecha.
No
hay mucha claridad hoy, en torno a cómo evolucionará la relación política entre
ambos partidos. Sin embargo, hay que estar atento a lo que ocurra en el
parlamento para ir palpando el tipo de relación que se empieza a manifestar entre
ambos conglomerados; y, cómo ella, va definir el futuro del sector.
Las
próximas dos semanas serán decisivas para el oficialismo. Marcaran, el curso
que toman los acontecimientos desde marzo.