martes, 9 de mayo de 2017

Conversando con Atria sobre la crisis política

Mayo, 2017

“La situación de crisis está dada por la creciente deslegitimación”


Hacemos pública la tercera parte de una larga entrevista que tuvimos con Fernando Atria en Febrero. Por su extensión e interés político y teórico fue dividida en tres partes. En esta ocasión, la conversación está centrada en la crisis política que cruza la sociedad chilena y sus diversas dimensiones. Un aporte, sin duda, que va más allá del “campo político”.

Desde la campaña de Bachelet se viene escuchando hablar del nuevo ciclo político; de hecho, la tesis de los “cambios estructurales” se instalaron sobre esa idea; ha pasado el tiempo y ya no se habla o se habla muy poco sobre cambio de ciclo: ¿qué sucedió?, ¿ya estanos en el nuevo ciclo?, ¿en qué situación estamos?

Hay un nuevo ciclo que está surgiendo. En este contexto, volver atrás es completamente inviable. Hay quienes creen que es posible volver atrás y yo creo es imposible.

Por tanto, ¿la restauración conservadora no es viable?

No es viable. Chile no tolera una forma política como la república binominal. Su fecha de vencimiento ya esta pasada. De hecho, la discusión sobre el modelo neoliberal que la Concertación humanizó no tiene sentido y es puramente académica; porque para lo que viene, la política tiene que ser distinta. De hecho, la política tiene que tener una visión transformadora.  No es posible volver atrás. Hacerlo, es sólo profundizar la crisis de legitimidad en la que estamos.

Pero, la dirección de esa transformación puede tener varios caminos.

Cuando surge con fuerza política una demanda social de transformación en el 2011 se pone entre dicho la cultura binominal porque no puede procesarla. Todavía, estamos viviendo las consecuencias de ese proceso. Vemos, por tanto, desde el 2011 un proceso creciente de deslegitimación de esa institucionalidad y cultura política. La transformación que Chile necesita y está exigiendo desde el 2011 es una ruta de salida al neoliberalismo. Para nosotros la dirección de la transformación está dada por la profundización democrática y la ampliación de la ciudadanía. Esa es, nuestra ruta de salida.

En el contexto del Chile de hoy, ¿hay crisis política, entendiendo que la legitimidad es sólo una dimensión del proceso?

La respuesta es no, si medimos la crisis por la posibilidad cierta de que la institucionalidad se venga al suelo. Está pasando algo más difícil de enfrentar que es que la institucionalidad política se está lentamente hundiendo en una ciénaga de ilegitimidad. Tenemos una democracia deficitaria.

¿Cómo se sale se esa situación y en qué momento se toca fondo y pasamos de una crisis “en la” democracia a una crisis “de la” democracia?

La situación de crisis está dada por la creciente deslegitimación. El camino de solución es con profundización democrática y ampliación ciudadana. Para entender este proceso hay que remitirse a la idea de que vivimos en la cultura política dela República binominal.

¿Qué entiendes por República binominal o por cultura binominal?

Que la política esta neutralizada. El punto de partida de este proceso es la constitución del ’80 que fue diseñada para neutralizar la política porque sabían que el modelo neoliberal no pasaba la prueba de la legitimación democrática. La pregunta que se hicieron los que la diseñaron fue como hacer que ese modelo se prolongara más allá de la dictadura y hacer que la política democrática no tocara el neoliberalismo; la respuesta, fue la constitución del ’80 con sus trampas y cerrojos.

Y, en este recorrido ¿qué tenemos cuando empiezan los noventa con el primer gobierno de la Concertación?

Tenemos una institucionalidad formalmente democrática; pero, una política democrática que no puede transformar. Luego, en un segundo momento, esta neutralización que estaba en las instituciones y en las reglas constitucionales –senadores designados, leyes orgánicas, tribunal constitucional, etc.- pasa de las instituciones políticas a la cultura política. Desde este momento, la cultura binominal pasa a entender que es impropio, inadecuado e irresponsable hacer transformaciones. Surge, por tanto, una cultura política neutralizada que no necesita el cerrojo de las instituciones.

¿Cómo ha afectado esta tensión al gobierno de las reformas?

Es una parte del problema que ha tenido. El gobierno está tratando de hacer lo que esta cultura política no puede hacer; que es la transformación. Chile, necesita hacerse cargo de la demanda transformadora. Por eso, Chile necesita una nueva constitución.

Mencionaste, que la crisis política de hoy es de legitimidad; pero, ¿qué otras dimensiones tiene esa crisis?

La despolitización. Los ciudadanos ven crecientemente la política como algo ajeno a él, que no tiene nada que ver con él, que no se preocupa de él. Esto, es característico de esta época. El ciudadano hoy, esta des-empoderado. Se da cuenta que la política no sólo es crecientemente impotente en las cuestiones que realmente importan, sino también que se toman decisiones en espacios que no corresponden a los que están bajo el control de la política democrática. El ciudadano experimenta el hecho de que la decisión que tienen como ciudadanos es irrelevante. Este tipo de ciudadano es, por tanto, el resultado de la neutralización política de la cultura binominal o de la globalización neoliberal.

Crisis de legitimidad, des-politización y “ciudadanos des-empoderados”, son elementos que mencionaste como dimensiones en crisis de la “democracia deficitaria”; entonces, ¿qué rol juegan los partidos en este contexto? considerando que dijiste que eran máquinas sin proyecto.

A los partidos políticos ya no se les identifica con un proyecto político y la posibilidad de su realización porque han abandonado la dimensión del proyecto político.  Entonces, si los partidos son sólo maquinas, son despreciables. En este caso, los partidos terminan siendo instrumentos para los fines que ellos mismos decidan. Terminan defendiendo intereses particulares. Los partidos, desde el principio, han tenido patologías. Todas las instituciones tienen una dimensión patológica.  Pero, hay algo en la lógica institucional que hace que no pueda ser de otra manera porque hay una deformación de la política.

No obstante, podemos entender este vació de proyecto político como el efecto de una derrota política e ideológica –incluso, militar- localizable en algún lugar del tiempo; sobre todo, en lo que se refiere a la izquierda chilena. Entonces, ¿ese abandono del proyecto surge de una derrota que genera desconcierto y sentimiento de derrota?

En la izquierda, claramente sí. En este punto hay varias cosas vinculadas. Una de ellas, es la idea de una política neoliberal cuyo sueño es un mundo sin política en la que lo único que hay son individuos que contratan en la medida que pueden.

En este análisis ¿qué pasa con la representación, entendido como unos de los pilares de la práctica democrática?

En primer lugar, la representación no debe ser entendida como delegación. Hay una manera de entenderla de modo no político o despolitizado; que es, entenderla desde el punto de vista del contrato en el que mi representante, para comprar algo en Punta Arenas, compra y paga por mí. En la representación que ocurre en el contrato la idea es, en principio, que el representante sea un intermediario. En este caso, si yo pudiera estar en Punta Arenas yo no necesitaría ese intermediario que sería mí representante.

Pero, cuando decimos “habla por mí”, “vota por mí”, “decide por mi” no se trata, precisamente, de un contrato como el que mencionas.

La representación como contrato no es un buen modelo para entender la representación política.

Por tanto, ¿qué entiendes por representación política?

Es un proceso a través del cual una voluntad común va emergiendo. No es que exista antes de la representación un sujeto que quiere expresarse pero no puede; y que, entonces, recurre a la representación porque no cabemos todos los chilenos dentro de un hall suficientemente grande.  En este modelo el político sigue representando el interés de los que votan por él, que sigue siendo un interés particular. El sentido de las instituciones políticas es que emerja una voluntad común. Si bien, las instituciones no son perfectas y todas tienen patologías, está la pretensión de que la discusión pública va conformando una voluntad común. Por tanto, la representación no puede ser vista como un intermediario, como una delegación.

¿Cómo tiene que ser vista la representación?

Como un momento en la formación de una voluntad común que después se expresa en ley o en la decisión respectiva. Hoy, entendemos la representación como intermediación. Entonces, el Senador de Coquimbo representa los intereses particulares de los que votan en Coquimbo. De este modo, el Senado o la Cámara de Diputados es como una asamblea de Plenipotenciarios donde llegan los representantes de estas regiones que tiene que negociar entre ellos para sacar una tajada más grande.

Para ir terminando, ¿por qué una nueva constitución tendría que re legitimar el proceso político, re definir la representación y hacer que la distancia entre la política y la sociedad se reduzca?

No es una garantía de que va pasar. Si tenemos una institucionalidad que es mera administración, tenemos, por tanto, un poder político débil. El costo de esto es que no puede enfrentar a poderes que son fuertes. Uno espera que lo políticos controlen a los poderes facticos y le pongan límites.; sobre todo, a los abusos. Se trata, de que el poder político pueda domesticar esos poderes. La política neutralizada no puede producir esa domesticación. Las consecuencias de esto la recibe el ciudadano cada vez que recibe el informe de su AFP, los planes de adecuación de la Isapre, cuando va a comprar un pollo o papel confort.

Finalmente, ¿cómo analizas la coyuntura actual y cuál es la relevancia que le asignas?

Durante los 20 años de la Concertación el neoliberalismo fue humanizado, no transformado. Hay dos modos de entender el sentido político de esos 20 años: humanización para estabilizarlo y proyectarlo al futuro o humanización para generar las condiciones para su superación. Quiero decir, que el sentido político no queda fijado por lo que ocurrió en esos 20 años porque ese sentido político está en el futuro.





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